La artista Carlota Pérez de Castro, de su estudio de Madrid al mundo: “Nos creemos modernos, pero la más moderna fue mi abuela”
“Me siento orgullosa de continuar con el legado de mi familia”
Carlota Pérez De Castro lleva en los ojos una constelación. Es heredera de un árbol genealógico de pintoras, escultores, ceramistas, acuarelistas, paisajistas, interesados por el arte y coleccionistas desde hace tres siglos. “Me han contado muchas historias”, dice alegremente. “Historias familiares que empiezan con Evaristo Pérez De Castro, mi tatarabuelo, un político liberal que firmó La Pepa y que también pintaba. ¡Le retrató Goya! O mi abuelo Antonio, que fundó la primera escuela de diseño de España, IADE; o mi abuela Mercedes Méndez, que escribió un libro sobre la teoría del color, creo que de ella viene mi paleta tan emocional. Y de mi madre, Teresa Calderón, creo que he heredado las texturas”.
La joven artista se detiene frente a un espejo. Con un pincel, recorre las líneas principales de su cuerpo con pintura negra hasta que desaparece detrás de una máscara de trazos. Estamos en su estudio, ubicado en el barrio madrileño de Prosperidad, bajo un luminoso lucernario a dos aguas: Carlota es conocida sobre todo por sus performances, body painting y pintura espontánea. Ella señala dos influencias de la Historia del Arte, la pintora expresionista Helen Frankenthaler y Lita Cabellut, la pintora española viva más cotizada del momento, cuyo catálogo dedicado está sobre una balda privilegiada junto a los de Fernando Zóbel o Bauhaus.
Su novio, Borja Colom, arquitecto y pintor, escucha esta conversación con delicadeza y admiración. Ella, con los rasgos subrayados como si fuera una escultura delante de sus coloridos lienzos de la serie ‘La huella del flamenco’, comienza una charla, que en realidad es una performance.
¿Te sientes parte de una saga? Se podría decir que naciste con un pincel debajo del brazo.
Absolutamente, y eso me enorgullece muchísimo. También tiene una parte de presión, porque no se trata solo de los que están vivos, como mi abuela y mi madre, si no de todos los anteriores. Es algo que hemos ido heredando desde hace tres siglos. Desde luego tuve la fase de enfrentarme a ese bagaje, de no ser suficiente, pero supongo que en la adolescencia es normal.
¿Cómo empezaste a pintar?
Fue una prolongación de mi infancia. Pasé mucho tiempo en San José, un pueblo de Almería. Con mi hermana, la escena del parque de juegos eran la montaña, las rocas y la playa. Esos oasis naturales han sido siempre nuestro escenario. En mi casa, en vez de darnos juguetes, nos daban pinturas. De niña, pintaba los fondos de los cuadros de mi madre, en tamaños enormes de 2x2 con las manos y libre, eso es muy fuerte, ¿no? Ella trabaja mucho las capas, el collage, el papel, y la tela, muchos tipos de pintura, muy suelto y libre. Y me animaron a serlo: han creado una persona con la autoestima fuerte del ‘haz lo que quieras’. En el arte no existe lo que está bien, si no lo auténtico.
Al terminar una obra, ¿te sorprende el resultado?
Total. Entro en un estado de trance, de flow, y cuando salgo de ahí me pregunto ¿qué acaba de pasar? En realidad, el arte nunca te pertenece, formas parte de algo. Tú participas en la creación, pero eso es algo por lo que simplemente hay que dar gracias. No solo me refiero al legado familiar, también al español, al artístico, a Cy Twombly, a Helen Frankenthaler… Gracias por dejarnos participar un poquito desde donde han llegado ellos, se trata de soltar el ego y crear desde la humildad.
¿Por qué pintas también sobre tu propio cuerpo o el de otras personas?
De repente, me despersonalizo y formo parte del arte, paso de ser un ser humano con nombre y apellidos, con todos mis lastres, a ser parte del arte. Se trata de intentar abstraer al ser humano, simplificarlo a un solo trazo. Me parece una imagen muy fuerte, la de cómo simplificarse a una sola línea con lo complejos que somos.
¿Por qué te atrae esa idea de abstraer los rasgos?
Al hacer una cara tan abstracta, apenas dos líneas, la emoción se la pondrá el espectador, de tal manera que la obra se convierte en un espejo de las emociones que tú estás sintiendo. Eliminar el ruido. Hoy ves aquí [sostiene una piedra con un rostro dibujado con dos líneas, igual que su rostro] a alguien más melancólico y mañana una mirada diferente. Cada día es una emoción distinta. Esta obra es un espejo de lo que tú estás sintiendo, de cómo estás tú. El arte como espejo del alma.
¿Cómo buscas la conexión?
Para mí la clave es no dejarlo todo claro, insinuar, que sea el espectador quien ponga de su parte. Si te lo doy todo hecho, no funciona.
¿Desechas mucha obra?
Todas significan algo y forman parte de un proceso. Dicho eso, hago muchas obras que no funcionan, que son flojas o que no me gustan. A veces las conservo y las retomo a los años, otras las guardo y no las quiero volver a mirar.
Performance, pintura, escultura… ¿Te defines como multidisciplinar?
No tengo una única manera de expresarme. Hago cuadros en los que pinto rayas y retrato esas rayas en personas, tengo performances de baile sobre lienzo, flamenco o contemporáneo, pinto, hago cerámica… Sin embargo, todo se liga de una forma muy clara. A veces aparecen varias personas bailando sobre un lienzo: es el camino para llegar a la pintura. El ser humano siempre aparece en mi obra, quizá de distintas maneras. Me encantan las personas, cómo interactuamos, cómo compartimos cosas, la parte más intuitiva de nuestra relación, el amor, el sentimiento cuando se comparte. Eso alimenta mi práctica pictórica. No me gusta el retrato convencional, quiero plasmar la energía, la emoción, no la persona con todas sus etiquetas detrás. Yo lo que quiero es jugar.
¿Como un juego?
¿Solo juega al pilla-pilla un niño? No. No tiene ningún sentido. En el arte pienso igual. Quiero jugar. Aunque sean los proyectos más dispersos del mundo, luego los ves juntos y entiendes el porqué. En realidad, no hace falta que tengan nada más en común que yo como autora. Siendo adulta, lo mejor que me pasa todavía es con mis amigos creando, yendo a la playa y pintando cuerpos o piedras. Cuanto más conecto con eso y cuanto más juego, las obras son más bonitas, puras, sinceras y potentes, expresan más.
¿Te gustaría mantener eso siempre? Probar, disfrutar, abrir caminos…
De las etiquetas sí que quiero escapar. En el mundo del arte se ha hecho casi todo. Nos creemos modernos y lo moderno ya lo fue antes. La más moderna ha sido mi abuela. Otra parte de mi inspiración viene directamente de la tierra y del mar, y de otras personas: tenemos un grupo de amigos de edades muy diversas.
¿Qué opinas del mundo del arte hoy en España?
Me siento súper apoyada por la gente joven, la gente de mi edad. Hay muchas personas interesadas en el arte y con mucha sensibilidad. Creo que Madrid y España en general está en un momento muy dulce, en el que hay propuestas atrevidas, nuevas galerías, se puede conectar en la ciudad y online con artistas muy diversos e internacionales, y también con coleccionistas de todos los tipos. En mi generación nos alimentamos mucho entre nosotros y tenemos ganas de conectar, de aprender con poco juicio.
¿Qué es lo peor?
La comparación. Hay que evitarla.
¿Piensas en las personas que después admirarán tu obra cuando la termines?
Tú creas para ti, luego hay alguien que existe y se enamora de tu trabajo, como con un noviazgo, como un rollo. Pero eso sucede después. En mi trabajo hay una parte muy intuitiva e íntima y creo que la gente que conecta con lo que hago, conecta con eso. Lo que busco es crear dejando a un lado la razón. Al menos hasta un momento posterior.
Tienes gran cantidad de fans en redes, ¿cómo consigues no seguir tendencias o llenarte de interferencias en tu trabajo?
Mi papel en Instagram, y eso es lo que intento, es ser creadora. Me meto, publico y me voy. Lo que menos me gusta de Internet es la comparación constante. Yo soy creadora, debo intentar estar muy presente en el mundo real y usarlo como una herramienta. Tengo una frase que es ‘primero vivo, luego publico’. Nunca me meto en redes antes de crear, sino que cuento una historia que ya haya sucedido, con una curación previa de las imágenes. Hay que hacerse fuerte en ese pensamiento.
Y, sin embargo, haces muchas colaboraciones: fuiste una de las artistas más jóvenes en exponer en Cibeles una capa solidaria con Pedro del Hierro para apoyar a emprendedoras y participaste en la estupenda iniciativa de Santa Clara Open Studios en Menorca. ¿Cuál es tu siguiente proyecto en colaboración?
El siguiente proyecto seguirá con la serie de ‘La huella del flamenco’… Estos cuadros que se ven hoy en esta sesión de fotos que hemos hecho están trabajados para capturar o inmortalizar la emoción del flamenco. Solo a través de una pintura abstracta se puede sellar esa emoción de alguna manera. Es algo muy espectacular, durante la performance en la que ellas y ellos bailan, yo alucino. Vengo del movimiento, del contemporáneo y el nuevo clásico… llevo un año y medio con este proyecto. Me siento orgullosa y muy responsable de continuar con el legado de mi familia y lo español. El flamenco y las danzas de todos los países hablan de las herencias de fuera, las danzas y las culturas, lo que el ser humano repite una y otra vez. Me encantaría desarrollar esta idea más allá de la salsa o los tambores tribales, la emoción, la tradición.
Este artículo ha sido elaborado con la Leica SL3, una compañera de confianza que ayuda a nuestros reporteros a elevar la narración periodística visual a otro nivel.
DESCÚBRELA