Cinco supervivientes, cinco mujeres, cinco historias de superación y una meta común: conquistar el continente más inhóspito del planeta. Cruz, Marta, Patricia, Almudena y Macarena no son solo nombres, son testimonios de resistencia, valentía y amor por la vida. Todas han enfrentado uno de los desafíos más duros que puede imponer la existencia: el cáncer. Pero lejos de rendirse, han decidido llevar su lucha más allá de los quirófanos y tratamientos, navegando hacia un destino donde la naturaleza se muestra en su forma más pura y despiadada: la Antártida.
Cada una con sus propias cicatrices y aprendizajes, se han embarcado en este viaje como símbolo de que la vida continúa y puede ser extraordinaria. Finalistas entre casi 500 mujeres que se presentaron al Reto Pelayo Vida sin siquiera conocer el destino y, en su mayoría, sin saber navegar, llevan consigo un mensaje para todas las personas que sufren el cáncer, un grito de esperanza que dice: "la vida es ahora". Estas extraordinarias protagonistas desafían el Paso de Drake y enfrentan los límites del cuerpo y la mente en uno de los rincones más extremos del mundo.
Más allá de los límites: entre el hielo y la superación
Adentrarse en las aguas que llevan al continente blanco es una aventura reservada para espíritus valientes. Para las cinco expedicionarias del Reto Pelayo Vida 2024, la Antártida no es solo un destino, sino una prueba de resistencia física y emocional que redefine sus límites. Este viaje es la culminación de meses de preparación y sueños nacidos del deseo de demostrar que la vida es un regalo, incluso después de atravesar una enfermedad como el cáncer.
De izquierda a derecha: Macarena Bohórquez, Almudena Sánchez, Cruz Álvaro, Patricia del Solar, Marta Castillo
El Paso de Drake: un peaje ineludible
La semana pasada, entre el 27 de noviembre y el 1 de diciembre, las expedicionarias enfrentaron uno de los tramos más temidos de su travesía: el Paso de Drake. Durante cuatro días de navegación, el Drake desplegó su fama como una de las rutas marítimas más impredecibles y temidas del mundo. "Es el lugar donde más naufragios ha habido en la historia", comentaba Cruz Álvaro, mostrando una mezcla de respeto y determinación.
La dureza del Drake no tardó en manifestarse. Mareos, vómitos y fatiga se apoderaron de la mayoría de los tripulantes, un recordatorio constante de que la naturaleza no cede ante la voluntad humana. Macarena Bohórquez estuvo dos días mareada, vomitando e intentando cumplir con su guardia pese al malestar: “Luchar contra la idea de que aún quedaban dos días más de esto me costó mucho”. Almudena explica: “Ha sido difícil, sobre todo porque veíamos que poco a poco íbamos siendo menos, que cada vez se iban encerrando más en los camarotes, y me daba un poco de miedo quedarnos solos”.
Aunque todos en la goleta El Doblón sintieron los efectos del mar, el equipo médico y la solidaridad entre las compañeras fueron un alivio constante. “Tuvimos un ángel de la guarda en nuestra enfermera Marga, que estuvo pendiente de todos, y entre nosotras cubríamos lo que una no podía hacer”, añade Cruz.
Conexión y superación en medio de la adversidad
El mar no solo desafía el cuerpo, también pone a prueba la mente. Macarena encontró refugio en sus pensamientos mientras soportaba el vaivén del barco. “Todo pasa y todo llega”, repetía en los momentos más duros. Marta, en las situaciones críticas, recuerda una imagen concreta. “El 11 de febrero de 2020, cuando terminé la quimio, me hice una foto. Cuando me siento un poco floja, la miro y pienso: eso sí que era estar floja, ahora estoy fuerte como un roble”.
Para Patricia del Solar, la clave estaba en centrarse en el presente y recordar que cada ola superada era un paso más hacia su destino. Tenía en la cabeza la canción Mares igual que tú, de Amaral, que dice: “Igual que van y vienen las mareas / Y las olas van comiéndose la arena / Todos los mares de la Tierra / Son igual que tú”. Esa canción también ha ayudado a Almudena, que busca la fuerza en pensar que “hemos pasado momentos muy difíciles en nuestra vida y estamos aquí, y podemos con ellos”.
La travesía no fue solo resistencia. Cada guardia, cada comida compartida y cada pequeña victoria fortalecieron los lazos entre la tripulación. “El salón del barco lleno de gente, con el jolgorio de las conversaciones y la cocina en marcha, me recordaba a los campamentos. Es un sentimiento que hacía tiempo no vivía, y me di cuenta de cuánto lo echaba de menos”, reflexiona Macarena.
Un equipo para siempre
Escuchar a las expedicionarias y verlas en acción demuestra que son un equipo profundamente unido. Cruz define la relación entre ellas como una comunión perfecta, mientras que Patricia habla de amistad y compañerismo. Marta añade: unión, empatía, cariño y cuidado. Almudena, por su parte, destaca la alegría, la sensación de familia y una amistad para siempre.
Tierra a la vista: la magia de la Antártida
El 1 de diciembre, tras cuatro intensos días de navegación en los que las olas parecían no tener fin, las palabras “tierra a la vista” resonaron en El Doblón. Cruz Álvaro describió ese momento como un “regalazo”, mientras que Macarena, fiel a lo que esperaba, se emocionó hasta las lágrimas. La Isla Decepción, cubierta de nieve, les dio la bienvenida con su singular mezcla de blanco y negro. “Parece otro planeta”, explica Patricia. “Es como llegar a Marte”, exclamaron algunas al pisar tierra por primera vez. Les rodeaba un paisaje de roca volcánica y nieve, tan inhóspito como fascinante.
Un hito emocional
La llegada a la Base Gabriel de Castilla marcó un hito emocional para el equipo. Se trata de una de las dos “embajadas” que España tiene en la Antártida y que se pondrá en marcha estas Navidades. Con una sensación térmica que rondaba los diez grados bajo cero, las expedicionarias dejaron una bandera con un mensaje de esperanza para los trabajadores españoles que desembarcarán allí en unas semanas: “A la base Gabriel de Castilla, de las expedicionarias del Reto Pelayo Vida contra el cáncer, con su fuerza y esperanza han conseguido llegar hasta aquí. Un abrazo ‘apretao’”.
Para Patricia, este gesto representó la culminación de un viaje personal y colectivo: “Es nuestra forma de decir que sí se puede, de mostrar a otras mujeres que hay vida después del cáncer”.
La naturaleza como maestra y espejo
Estar en la Antártida es enfrentarse a la inmensidad. El contraste entre lo pequeños que somos y la grandeza del paisaje fue una lección para todas. “Somos un puntito en la nada”, explica Almudena. Macarena quedó cautivada por el azul de los icebergs y la perfección de los detalles que el viento y el tiempo esculpen en el hielo. “Hay una perfección ahí fuera que, si te centras en los detalles, te llena”, expresó. A Patricia le encantó Isla Decepción: “A mí los volcanes siempre me parecen una mezcla de fuego y de naturaleza bestial. Y aquí, en mitad de la Antártida, llenos de agua. Es increíble”. Marta concluye: “Sin duda, ver ballenas me ha parecido lo más espectacular. Anoche vimos más de 15 juntas. La naturaleza siempre supera al ser humano”.
Un baño inolvidable
Una actividad improvisada, como un baño en aguas antárticas, se convirtió en un momento de pura celebración. “Todas las expedicionarias y gran parte del equipo nos hemos bañado en la Antártida en una mezcla de agua helada y de agua cálida. Y luego hemos visto una foca maravillosa”, cuenta Cruz. “Fue una explosión de alegría”, recuerda Macarena.
Vivir el presente: un mensaje rotundo
Macarena explica que en este viaje todavía se refuerza más la importancia de vivir el presente, algo que interiorizaron con la enfermedad. “Hay una cosa que dijeron los capitanes y la tripulación: hay que aprovechar cada momento. Como aquí cambia todo muy rápido, pues cada instante que se puede hacer algo, se hace”.
Más allá del desafío físico: sí a la vida
El viaje a la Antártida es mucho más que una expedición: es una metáfora de la vida misma. En el silencio y la desconexión, Cruz, Macarena, Patricia, Almudena y Marta encontraron un espacio de reflexión. “Quiero vivir aventuras rodeada de gente buena”, afirma Macarena. Para Patricia, esta expedición es “mucha vida”, para Marta, es “vida con mayúsculas” y, para Cruz, es la reafirmación de su mantra: “La vida es ahora”.
Las expedicionarias sienten orgullo de formar parte de este desafio, pero también responsabilidad. “Llevar la bandera del reto es un orgullo y una responsabilidad porque estamos enviando un mensaje muy importante y muy bonito”, explica Marta. “Significa llevar un legado que a mí me dieron las chicas de Patagonia el año pasado cuando estaba enferma. Repartir esperanza y fuerza para todas las personas que están pasando por el cáncer”, concluye Macarena.
Este reto no solo simboliza la superación del cáncer, sino también la capacidad de enfrentarse a lo desconocido y salir fortalecidas. Pelayo Seguros lleva 10 años transmitiendo un mensaje de superación personal a todas las mujeres que ya se han curado de cáncer y a aquellas que lo padecen. Mientras El Doblón se prepara para su próximo destino en el continente blanco, las palabras de estas mujeres resuenan como un recordatorio de que la adversidad puede transformarse en una oportunidad para crecer.
Si pudieran enviar un mensaje a su yo de antes, todas coinciden en lo que le dirían: “No sabes cuánto te queda por disfrutar”.