Elvira Lindo: "No protegemos a los niños de las pantallas o la violencia, pero sí de lo que hay escrito en un libro"
- La escritora y periodista madrileña celebra 30 años desde que creó al personaje más icónico de la literatura infantil española: Manolito Gafotas.
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Manolito Gafotas, un personaje muy querido por los lectores y creado por la escritora y periodista Elvira Lindo en 1994 para la radio, cumple treinta años y su editorial, Seix Barral, lo celebra por todo lo alto. Han reunido en un solo estuche todas sus novelas y, además, han preparado un recorrido por aquello que lo ha hecho una figura tan especial. La autora me ha citado en La Mistral, una librería emblemática que ha recreado con éxito lugares y ambientes en los que transcurría la vida de Manolito.
Esa voz aniñada, que se escuchaba a través de la radio, monologaba el curso de un pensamiento infantil al que aún no se le había puesto familia. Lo primero que se le concedió fue el paisaje urbanístico por el que moverse: Carabanchel.
Pero no podía caer en la ambigüedad de no definir exactamente el lugar, así que especificó que era Carabanchel Alto, un barrio periférico de Madrid en los primeros años de la década de los 80. Al principio no estaba concebido como un personaje, sino como una historia, pero Manolito fue creciendo hasta convertirse en la entrada perfecta para la lectura de varias generaciones.
¿Manolito Gafotas se inventó un lenguaje que a día de hoy perdura en nuestro acervo cultural?
Era una mezcla de un lenguaje que yo creaba, porque no eran expresiones copiadas de la calle, pero sí que estaba inspirado en cómo los niños hablaban y se relacionaban. Además tuve mucha suerte, porque en aquella época, nuestros hijos, los de Antonio y los míos, estaban en esa edad. Con lo cual, todas las tonterías que decían, todas las peleas, las cosas que les hacían gracia... llegaba un momento que nos saturaba, pero a mí me servía de mucha inspiración para escribirlas, para crear personajes.
¿Por qué elegiste un barrio como Carabanchel?
Elegí un barrio que se parecía al mío, porque los barrios en la periferia se parecen, pero tienen mucha personalidad también. Carabanchel tenía historia detrás, la Plaza de Toros y la propia cárcel. Estaba en el límite de Madrid, pero al mismo tiempo muy cerca del río. Tenía mucha solera.
La periferia estaba marcada también por el nivel adquisitivo. Manolito pertenecía a la clase media-baja, su padre era camionero y su madre ama de casa.
Vivían presionados por las deudas, pero al mismo tiempo disfrutaban de la vida, porque la vida es así, y no todo el tiempo estás viviendo en un drama. Era una familia que estaba muy unida a pesar de las discusiones. El amor y el hartazgo, la sobreprotección de la madre y, al mismo tiempo, querer que desapareciera, el padre ausente, el abuelo... Por eso ha habido tanta identificación.
¿Leer a Manolito, tanto niños como adultos, provocaba una complicidad increíble?
Eso es fundamental. Cuando hablamos de animar a la lectura, no solo es prescribir libros. Para empezar, creo que tienen que volver los cuentos que nos contaban los mayores en la cama, cuando nos íbamos a dormir. Eso estableció un vínculo muy fuerte.
Me gustaría que se reflexionara, porque estamos educando a nuestros hijos para que tengan éxito de mayores, y la educación de un niño no tiene nada que ver con eso. Se les debe poder permitir estar fuera de esos conceptos de éxito y fracaso. Antes la lectura era diversión, las tardes eran merienda y esparcimiento, y no estaban las agendas de los niños llenas como si fueran proyectos de ejecutivo.
Había mucha más comunicación entre los niños y entre los propios hermanos. Ahora las familias se reducen a tres miembros, incluso a dos. La familia de Manolito está ampliada por su abuelo, pero también por sus vecinos que formaban parte de su universo. Los niños no pueden estar solamente observados por sus padres. Eso es una reducción de la vida que no creo que favorezca en nada.
¿Cuánto ha cambiado la vida de nuestros abuelos?
Mucho. Ahora a los abuelos no se les mete en casa, se les saca de ella.
¿En qué momento te das cuenta de que esto que empezó como historias sueltas para "rellenar espacio" estaba creciendo?
No tenía intención de escribir más libros de Manolito, pero los niños me preguntaron con mucha naturalidad cuando salía el segundo. No fue nada premeditado, sino una sorpresa, porque ya, de hecho, crear un héroe de clase trabajadora en ese momento de la década de los 80, era una cosa muy rara.
¿Manolito es un héroe, un niño sincero que cuenta lo que ve?
Claro, porque piensa en el presente. Yo tengo una teoría y es que los niños experimentan las mismas emociones que los adultos, pero no tienen las herramientas necesarias para saber expresarlas igual.
Y es ahí donde tenemos la posibilidad de penetrar en ese mundo interior de un niño. Por eso crea tanta identificación con quien lo lee.
"El imbécil, el cerdo traidor" ¿Son palabras ofensivas para algunas mentes que se empeñan en cambiarlo todo argumentando que es para proteger al niño?
Sí, en teoría. Sin embargo, al niño no lo estamos protegiendo de acceder libremente a las pantallas, tampoco de acceder al sexo violento, ni de la violencia en general, o sea, hay un ambiente crujiente en España y en el mundo, y de esas cosas no lo estamos protegiendo, pero sí de lo que hay escrito en un libro infantil.
¿Qué tiene Manolito Gafotas para que se haya traducido a 24 idiomas?
Tiene un mundo muy abarcable y eso, para un niño, a no ser que la novela sea fantástica, es el paraíso.
¿Fue censurado en algunos lugares del mundo? En Estados Unidos, Manolito les parecía muy avispado para la edad que tenía, así que le sumaron dos años más.
La historia con Estados Unidos es casi cómica, grotesca, de cómo se metió la tijera ahí. Pero la traductora y yo nos reímos mucho con respecto a esos cortes. Ella escribió una tesis para contar la censura que sufrió el libro y lo narró con muchísimo humor.
La vida de Manolito no es que fuera fácil, pero ese punto de humor que le das a los personajes era necesario para sobrellevarlo.
Cuando tienes esos periodos en la vida en que estás cabreado y todo te molesta, flaqueas y, aunque te vayan mal las cosas, tienes la capacidad de mirar con cierto humor, eso quiere decir que estás siendo resiliente, que estás enfrentando el momento con fortaleza.
¿Cómo era Elvira de pequeña?
Muy parecida a Manolito, en el sentido de que me gustaba mucho contar historias. Creo que era graciosa, aunque tenía cierto conflicto. Me enfadaba cuando no me tomaban en serio, pero era la pequeña de una familia numerosa, entonces creo que era divertida. Prefería el juego al estudio. Era muy sociable, nerviosa y algo maniática, me gustaba presumir.
Emilio Urberuaga hizo muy buena interpretación del texto a la imagen.
Por supuesto. Ahora sus imágenes están en todo. Él también es muy de barrio madrileño y conectamos enseguida. Hizo su propia interpretación del libro. Primero en los dibujos y luego en el cine.
Ponías voz al personaje y eras el personaje ¿qué te gustaba más?
Más que el personaje era la transmisora, y eso hacía creer a muchos niños que Manolito existía realmente.
¿Qué crees que te diría Manolito hoy?
"Dame algo" (risas).