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Una mujer de carácter, comprometida con sus ideales, activista del feminismo y, por supuesto, una de las mejores en lo suyo. Marisa Paredes ha muerto a los 78 años, según ha confirmado la Academia de Cine en un escueto mensaje en la red social X. Una triste e inesperada noticia al filo de acabar 2024 que ha teñido de luto el mundo de la interpretación. Con ella se va mucho más que una actriz, se va uno de los rostros de la lucha por la igualdad.

A finales de noviembre hacía unas declaraciones, antes de recoger el premio Lorca a su carrera profesional, donde reflexionaba sobre el cambio de la sociedad y el papel de la mujer en ella. Confesaba sin dudar que su único carné era el de feminista, porque la independencia es la que te da la libertad. "Las mujeres por fin empiezan a tener el sitio que se merecen. Por mérito, no por ser mujer. Por ser buena en lo que hagas y, además, ser mujer. En vez de estar por debajo vamos a estar al mismo nivel que los hombres, en igualdad de derechos y de condiciones", decía en una entrevista concedida a EFE.

Su voz resuena todavía con fuerza, alzándola por todas las que pueden y las que no, como había hecho tantas veces. Porque Marisa consideraba que el feminismo es lo más importante que ha pasado en el mundo en los últimos años. Tampoco tuvo pelos en la lengua (otra de sus señas de identidad) para cargar contra esos gestos machistas que antes eran tolerados y se pasaban por alto. Una gran mayoría de mujeres los ha vivido, ella también.

La actriz, durante la presentación de una de sus películas, 'Cartas perdidas'. Gtres

"Siempre ha habido un pellizquito en el culo que te han dado en el metro o en el autobús, un tocarte la teta o rozarte el culo sin que te dieras cuenta y que tengas que decir 'qué me ha hecho usted'. O ese que te abraza y te coge por la cintura. ¿Con qué derecho?", aseguraba hace tan solo unas semanas.

Nacida en 1946, Marisa Paredes siempre tuvo vocación de actriz y luchó por su sueño. Venía de una familia humilde, su madre era portera en un edificio, y a su padre no le gustó demasiado que quisiera convertirse en una estrella de la pantalla o las tablas. Ya se sabe, en los 50 el mundo del espectáculo aún no estaba bien visto para ellas. De todas formas, logró estudiar Arte Dramático y debutó en el cine con 14 años haciendo un papel secundario en la película Los económicamente débiles (1960).

Con el paso del tiempo, su innegable talento la haría crecer. Encontrarse a Almodóvar en su camino fue mágico y el manchego nos brindó el lado más trasgresor y camaleónico de su nueva musa. En sus películas interpretó a mujeres muy distintas, con sus fortalezas y sus miserias. Para la posteridad queda Tacones lejanos (1991), donde se metía en la piel de una cantante que lo deja todo por su carrera; La flor de mi secreto, una escritora de novela rosa atrapada por el amor desmedido a su marido; o Todo sobre mi madre (1999), dando vida a una actriz neurótica y lesbiana.

Marisa Paredes ha sido una de las grandes musas de Almodóvar. Gtres

No solo la gran pantalla, el teatro también se rindió a sus pies, así que ahora ha perdido a una de sus damas. Con un sinfín de galardones en su haber, entre ellos el Premio Nacional de Cinematografía o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el talento de Marisa Paredes fue ampliamente reconocido en vida.

Siempre habló alto y claro, de feminismo y de muchas otras cosas. Recientemente, en una entrevista con Harper's Bazaar, aseguraba estar en contra de la dictadura de la belleza, pese a ser una de las mujeres más elegantes y carismáticas del cine. "Cuando pegué el zambombazo con Tacones lejanos me reclamaron desde Estados Unidos, pero en aquel momento mi madre era mayor, mi hija me necesitaba y a mí el mundo de Hollywood… su la dictadura, nunca me ha gustado. Allí no soportan las arrugas. Y yo creo que la arruga es bella", confesaba.

La intérprete, con una chapa contra la guerra de Gaza en el festival de San Sebastián 2024. Gtres

Pero su activismo también iba en otros sentidos. Se mostró claramente contraria a la guerra de Gaza, que consideraba una barbarie. Son muchas las polémicas que la rodearon precisamente por ese activismo que nunca abandonó. En 2003, se pidió su dimisión como presidenta de la Academia de Cine, por sus declaraciones sobre el conflicto en Irak. 

La libertad y la igual como bandera: ese es el epitafio que bien podríamos dedicar a esta gran diva de la interpretación, que nunca creyó serlo: "He sido diva en las películas cuando las circunstancias lo permiten, pero yo soy mucho más cercana de lo que mucha gente piensa. Yo solo soy una actriz".