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Una vida marcada por una educación que las marginaba, por una sociedad que las quería mejor calladas, y por un mensaje grabado a fuego: 'Hasta que la muerte nos separe'. Así fue como se consagró, bajo la mirada cómplice de un entorno que daba su beneplácito, el maltrato que Rosalía sufrió durante más de 31 años por parte del que debía de haber sido su compañero de vida

Se dieron el 'sí quiero' en el año 78. Por entonces no era un mal hombre, pero el alcohol y un papel firmado donde se dejaba constancia de que ella ya era de su posesión, le convirtieron en lo que Rosalía califica como "un monstruo".  Solía amenazarla con cuchillos, "su herramienta favorita" para amedrentarla, pero ella siempre se quedaba porque, en su época, el matrimonio era "para toda la vida". 

"No sabes cómo nos trataban", dice con la voz entrecortada. Y es que en aquellos tiempos, eso era considerado "lo normal". "Sólo dices tonterías, algo habrás hecho para merecerlo", recuerda Rosalía en palabras de su madre, pronunciadas justo después de haber reunido el valor suficiente como para contarlo. Su única salida: el suicidio. Lo intentó hasta en tres ocasiones. "Y en una casi lo consigo"

Las mujeres mayores son las menos asesinadas, pero también las que menos denuncian. iStock

Pero los tiempos han cambiado, y el mensaje que recibieron de que calladas todo mejoraría es algo casi extinto. Pero digo casi porque esas palabras son las que aún siguen cargando sobre su espalda toda una generación de mujeres víctimas de violencia de género mayores de 60 años.

Una generación invisible, ya que ni números ni estadísticas cuentan con ellas. Sus escasas denuncias, (sólo el 2,38% de las denunciantes en lo que va de 2024 tenían más de 65 años) no permiten conocer la realidad de un calvario que, muchas, esconden de por vida.

"De algunas no se conoce su caso hasta que las matan porque, a pesar de ser a las que menos asesinan, también son las que casi no piden ayuda, las que menos denuncian y las que menos órdenes de alejamiento solicitan", asegura la antropóloga experta en género y envejecimiento, Mónica Ramos.

Hoy, con 77 años, Rosalía vive para contarlo y poner voz a esa generación. Pero esa no es la realidad de las 170 mujeres mayores de 60 que han muerto asesinadas a manos de sus parejas o exparejas desde que se contabilizan en el año 2003, ni de las de muchas que aún viven bajo el yugo de un silencio que se vuelve grito cuando un portazo cierra la entrada a casa. 

Cuando el Estado no te ayuda

"Yo lloré muchos años sola, encerrada en mi casa, sin contárselo a nadie. Por aquellas lo que pasaba de puertas para adentro ahí se quedaba. Ni siquiera se denominaba violencia de género. Era violencia intrafamiliar y nadie se metía. Los vecinos no hacían nada y mis suegros lo menospreciaban", rememora Rosalía.

Por eso, y por un miedo y una vergüenza que la dominaban, no denunció hasta que su hijo mayor, de 29 años, la animó a ir a una comisaría. Fue tiempo después de su tercer intento de suicidio, con el que casi acaba con su vida.

"Era la única salida que encontraba. Pero cuando me vi en el hospital, con mis dos hijos al lado, y me dijeron 'mamá, ¿y qué pasa con nosotros?' me empecé a replantear las cosas, porque tanto daño me hizo ese hombre, que hasta el sentimiento de madre fue capaz de quitarme", relata.

Pero, de nuevo, otro baldazo. "A usted no se le ve nada", le dijo la policía cuando acudió. Sin embargo, Rosalía ya no era la misma que fue antes y, con arrojo, puso la denuncia que, después de 31 años de matrimonio, la permitió por fin irse de casa

"Tanto daño me hizo ese hombre, que hasta el sentimiento de madre fue capaz de quitarme"

Rosalía, superviviente de violencia de género

"El que tenía que haberse ido fue él, pero no me quedó otra. Salí con una mano delante y otra detrás, sólo con 50 euros que me dio mi hijo para abrirme una cartilla", afirma. Su destino fue una casa de acogida, que sería su hogar durante los dos siguientes años, pero no lo recuerda con agrado. "Cuando llevas toda una vida oyendo que no vales para nada, que te exploten limpiando escaleras durante todo el día a cambio de dos reales no es que ayude mucho", confiesa. 

Pero tampoco tenía otra opción. El Estado le otorgó una pensión de 400 euros y una orden de alejamiento de 500 metros, "pero la seguridad era nula", revela, "porque era yo la que tenía que llevar un botón de forma permanente, que tenía que pulsar si veía al susodicho". "Ahora al menos a él le ponen un aparato que pita si se te acerca, aunque tampoco sirve de mucho porque no hay suficientes agentes para todas las que somos", asegura.

A esto se le sumó la lentitud del proceso judicial, que junto con "las artimañas" que el maltratador utilizaba para retrasarlo, se alargó hasta el año 2008. "Nunca se presentaba y siempre conseguía demorarlo. Tanto es así, que la sentencia de divorcio salió pocos meses antes del juicio final por mi maltrato", confiesa.

Con una jueza y una abogada de la defensa que durante todo el proceso no pararon de cuestionarla, 31 años de agresiones físicas y psicológicas le valieron al marido de Rosalía tan sólo 1 año y 9 meses de condena, pero nunca llegó a entrar en prisión. "Tuvo la suerte de morir antes", lamenta. Aunque debido a la insignificancia de la pena, probablemente, de sobrevivir, tampoco lo habría hecho.

Las eternas olvidadas

"Las mujeres mayores son quienes han sufrido violencia de género de una manera más clara y, sin embargo, nunca han estado incorporadas en las campañas de sensibilización o en los recursos que se diseñaban para atender a supervivientes. Nos hemos olvidado de ellas". Así lo expresa la antropóloga experta en género y envejecimiento, Mónica Ramos. 

Para Ramos, estas víctimas "nunca han estado dentro de la agenda de los feminismos". Por lo tanto, no se han visto "representadas", ni han sabido identificar como violencia de género todo aquello que les pasaba.

"Se han casado bajo un Código Civil basado en la desigualdad entre hombres y mujeres, en la división sexual del trabajo y que, incluso, contemplaba el débito conyugal. Con lo cual, estas mujeres han normalizado todo tipo de menosprecios y malos tratos, y suelen aguantarlos hasta por 50 años. Algunas, toda la vida", explica la experta. 

De los 101.093 casos activos en el sistema VioGen a 30 de noviembre de 2024, sólo 2.403 pertenecen a mujeres cuya edad supera los 65 años. 

*Datos del Ministerio del Interior

A ese contexto temporal, que tenía una mirada hacia la realidad "absolutamente machista", se le suma un cambio en la sociedad que nunca ha tenido en cuenta a las mujeres mayores ni los "estereotipos edadistas" a los que se siguen enfrentando

"Si una mujer joven acude con su pareja a un hospital con un brazo roto y varias heridas, saltan todas las alarmas. Si lo hace una mujer mayor acompañada de su marido y este dice que se ha caído por las escaleras, todos se lo creen", afirma. 

Además, "tenemos que tener claro que el mensaje que tenemos que lanzarlas no es el mismo que a las chicas jóvenes, a una mujer mayor no le podemos decir que denuncie porque no lo va a hacer". Y unos datos en los que, avisa, "aún se encuentran infrarrepresentadas", así lo demuestran. Según las últimas cifras del Ministerio del Interior, actualizadas a 30 de noviembre, sólo el 2,38% de las mujeres que denunciaron violencia de género en España en 2024 tenían más de 65 años

Una culpa que consume

"Cuando mi marido cayó enfermo, sentí que era culpa mía. Él era muy dependiente, y creí que al separarme era yo la que le había provocado lo que le pasaba". El sentimiento de Rosalía no se trata de algo aislado. "La pena y la culpabilidad son un freno de mano importante que hace que muchas mujeres mayores no quieran separarse", confirma Ramos. 

Más aún, cuando el marido se vuelve dependiente. "Es algo que las atormenta, pensar en que, si se van, su marido no va a sobrevivir. Además, hay que tener en cuenta que estas mujeres han pasado prácticamente toda su vida junto a ellos. Es el padre de sus hijos, y no quieren que le pase nada ni que vaya a la cárcel".

Por eso, nunca llegan a denunciar. Aunque en esto, el entorno también tiene algo que ver. "Muchas veces los hijos y familiares no ven con buenos ojos que la mujer abandone a su marido. Y más cuando el maltratador es vulnerable. De cara a los demás, su estado de salud le convierte en víctima para el entorno", apunta la antropóloga.  

Las campañas de concienciación contra la violencia de género siguen sin tener en cuenta a las mujeres mayores. iStock

Por lo tanto, el mensaje es claro: "Con ellas, hay que trabajar de manera distinta". La solución pasa por una mayor representación de su situación pero, también, por la creación de un lugar seguro y la especialización para aprender a captar "sus señales". 

"Muchas mujeres mayores acuden a su centro de salud para hablar y no sentirse solas. Si van a menudo y dicen que no tienen ganas de vivir, que las duele todo y están agotadas, quizás puede ser un signo de alarma y no cosa de la edad. Ese puede empezar a ser un punto por el que empezar, y que los profesionales sanitarios lo tengan en cuenta", desarrolla la experta. 

"Por supuesto, también es imprescindible trabajar con la familia, hacerles entender que su madre tiene derecho a salir de ahí, pero también hay que hacer que el mensaje cale en ellas, y para ello hay que adaptarse. Si a una mujer mayor le dices que maltrato también es que te controlen por el móvil, como se ha venido concienciando últimamente, probablemente no se sienta identificada porque no tendrá ni móvil ni, mucho menos, redes sociales", aclara. 

Por ello, desde la Universidad Permanente de Cantabria (UNATE), entidad de la cual Ramos es coordinadora técnica, han elaborado una campaña bajo el nombre de La violencia contra las mujeres mayores: nombrar lo invisibilizado, con el objetivo de hacer accesible a estas personas "materiales que les ayuden a dar el primer paso".

Entre estas herramientas, se encuentra 'El Violentómetro', una escala gradual de colores que van desde un amarillo apagado hasta un rojo fuerte, que representan frases o situaciones que estas mujeres mayores puedan llegar a identificar. "Si les preguntas directamente que si las maltratan van a decir que no, pero si rediriges hacia pequeñas cuestiones y empiezas preguntando si sus maridos les dicen que son tontas y que no valen para nada, probablemente te digan que sí", apostilla Ramos. 

Para Rosalía no hubo 'Violentómetro', pero tuvo la gran suerte de cruzarse con la Fundación Ana Bella, que ayuda a mujeres en situaciones de maltrato a salir a buscar un futuro y una vida mejor. Ahora que los tiempos han cambiado, quiere mandar un mensaje a todas las víctimas que pasan por esto, porque, aunque aún quede mucho por hacer, "los sistemas han mejorado". "Yo soy el ejemplo de que, con ayuda, se sale. Con 77 años, es posible empezar a vivir, y ser feliz de nuevo", finaliza.