Lisette Oropesa (Nueva Orleans, 1983) ha encandilado de nuevo al público del Teatro Real en una vibrante producción de María Stuarda. La crítica se ha deshecho en elogios por su interpretación de un papel tan exigente: "Alarde de fuerza y energía", "fabulosa, técnica e interpretativamente", "claridad en la emisión"… A algunos la capacidad de transmitir emotividad de una manera tan intensa les ha recordado a Maria Callas o a Monserrat Caballé. Incluso ha habido un "gracias, Lisette". No es la primera vez. Fue la primera mujer que cantó un bis en el escenario madrileño.
Con ella se podría hablar de tantas cosas que cuesta elegir. De su aclamado nuevo trabajo al silencio como forma de meditación; de sus orígenes cubanos a la fascinación por la montaña; del amor por la zarzuela a correr el maratón; de Madrid, donde ha fijado la residencia, al momento dulce que atraviesa su carrera; de que lo importante es cómo tratas a los demás.
Los niños de San Ildefonso están cantando la lotería en el escenario donde Lisette Oropesa volverá a ser María Estuardo. RNE la entrevista en un palco. Han salido los 'gordos' y ahora están con los de 1.000 euros. Está impresionada con la cantidad de premios que se reparten: "En EEUU solo dan cinco". Mientras nos dirigimos al salón donde va a tener lugar la entrevista, va cantando "miiiiil eurooooos". Asegura que a ella ya le ha tocado la lotería en la vida.
Su interpretación de María Estuardo está cosechando grandes elogios y aplausos por parte del público y de la crítica. A algunos les ha evocado emociones vividas con Maria Callas o Monserrat Caballé.
[Se ríe]. Leer estas cosas da mucha felicidad. Queremos llegar al público con la emoción, con el canto, con la música. Uno puede llegar fácilmente al cerebro, pero lo importante es alcanzar al corazón. Esa es la razón por la cual la ópera sigue viva.
El público aplaude con apasionamiento casi cada vez que canta un aria. ¿Estas interrupciones rompen el ritmo de la función o animan?
Me animan mucho. También me dan un respiro para tragar y dejar que baje un poco el latido del corazón. La energía te sube la adrenalina. Si no hay aplauso, la tensión se acumula. El aplauso relaja. Hay que pensar en ello.
¿Qué dificultades tiene este papel?
Que no hay momentos fáciles. Está escrito para dos voces distintas. Además, hoy en día las orquestas suenan más fuertes y los teatros son más grandes. Lo bueno del bel canto que se hacía en la época es que, mientras se mantenga la integridad de la partitura, se puede variar para ajustarla a tu voz. Por otra parte, es difícil elegir cuándo mantener lo escrito por Donizetti.
Por ejemplo, la frase de "vil bastarda" está escrita bastante baja, no hay agudos, pero muchas sopranos, incluyendo Caballé, metieron notas altas para enfatizar el momento dramático. Estamos acostumbrados a oír varias versiones. Lo importante es la tensión del momento, no la nota, sino cómo lo cantas.
Yo no soy una gritona, siempre he interpretado papeles de protagonista inocente. Tengo que buscar colores míos para que este momento llegue con suficiente intensidad y no hacerme daño [se ríe], porque la función continúa.
Al día siguiente debe guardar silencio para cuidar la voz. Con lo extrovertida que es, ¿cómo lo consigue?
Tengo una regla: trato cada día de estar 12 horas seguidas sin hablar, sobre todo cuando se trata de este tipo de función tan exigente. Desde las ocho de la noche hasta las ocho de la mañana, o de 10 a 10. Es más fácil que estar todo el día callada, eso solo lo hago si estoy mal. También es sano mantenerse en silencio. Te baja la inflamación y te da un tiempo de meditación.
¿Cómo transmite los sentimientos de resignación, de recogimiento, de martirio, cuando Maria Estuardo sabe que Isabel I la ha condenado a muerte?
Ella es una persona muy religiosa, que no inocente; y orgullosa. Siente que todos están en su contra, que le han fallado y que la vida no ha sido justa. Nunca pudo reinar, pero tenía todo el derecho. Sin embargo, será su hijo quien suceda a Isabel I de Inglaterra en el trono.
En una entrevista decía que, a veces, cantar en un escenario es una experiencia religiosa.
Sí. Aquí sucede en el momento de la plegaria, antes de morir. Estás en la iglesia, en un estado de gracia. La protagonista no dice 'Dios te quiero mucho y pronto te veré', sino 'perdóname, llévame contigo'. A cualquier persona que sea algo espiritual esto le conmueve.
¿El traje que lleva pesa mucho?
El de Isabel I pesa mucho más. También el mío del segundo acto, porque llevo el vestido rojo debajo del negro y dos pelucas. Durante el entreacto me maquillan para envejecerme.
Hay dos funciones que se han grabado y se podrán ver en febrero del 25. ¿Está cómoda ante las cámaras?
Sí. En el teatro tienes que exagerar, no así en la televisión, donde se ve todo amplificado y hay que minimizar cualquier gesto. Debo mantener la concentración en eso.
En el caso de las cantantes, el cuerpo es el instrumento. ¿Cómo se vive teniendo que cuidarlo constantemente?
¡Ay! Con dificultad. Requiere una disciplina muy fuerte, sobre todo mientras quedan funciones por delante. En papeles exigentes o nuevas producciones que todo el mundo está mirando y las entradas están agotadas, que se van a retransmitir, tienes una presión enorme.
Cuando eres una artista reconocida, la gente espera mucho de ti. No puedes cantar a media voz. Si estás mal, tienes que anunciarlo o cancelar la producción. Viajas mucho, enlazas una obra con otra sin tiempo para descansar. Las responsabilidades son cada vez mayores. Por eso tengo que cuidarme, dormir mucho y descansar. No puedo comer ni beber lo que me dé la gana, debo hacer ejercicio, mantenerme activa, y estudiar como una loca, sin parar.
Usted sale a correr habitualmente. ¿Cuántos maratones ha hecho?
Seis, en la década de mis 20 y 30 años. Sigo corriendo, aunque menos. Para este tipo de pruebas tienes que entrenarte mucho y ahora mi carrera no me deja tiempo.
¿Sigue una dieta estricta?
Soy vegana desde hace mucho tiempo, pero he llegado a los 40 y todo se ha puesto patas arriba. Usamos el cuerpo para cantar, el diafragma… No es fácil hacerlo si te molesta el estómago y además te han puesto un corsé.
Su madre llegó de Cuba a Estados Unidos con siete años. Usted es tercera generación y seguían hablando español en casa. Impresionan las fuertes raíces culturales cubanas.
Gracias. Esas cosas forman parte de mi ser. Mi padre también era cubano. Vino ya mayor a EEUU, mi madre llegó chiquitita [carraspea]. Imagínate yendo a la escuela de pequeña hablando solo español, la gente se burlaba, eran pobres y no tenía ropa bonita. Ella sufrió mucho, extrañaba muchísimo Cuba y todavía sueña con volver. Pero no ha sido posible.
¿Ha estado allí?
No. No es tan fácil para los cubanos que huyeron. Los de allí los ven como traidores que han abandonado la patria. Yo podría ir ahora con mi pasaporte español sin decir que soy americana. Sé que cambiaría mi vida para siempre. Quiero ir, pero también lo temo. La situación es horrible, no tienen ni luz.
¿Qué la llevó hacia la ópera y no hacia la salsa, el blues o el pop?
Cuando estaba en el instituto quería ser una cantante de pop (lo pronuncia con fuerte acento americano, alargando la o), pero mi madre era de ópera, y a mi abuelo también le gustaba mucho. Él canta todavía con una voz natural, parece José Carreras.
¿En Cuba había mucha afición a la ópera?
A la zarzuela, sobre todo, pero a este género también antes de la Revolución. Había discos, radio, teatro...
Recientemente ha sacado un disco de arias de zarzuela, 'Mis amores son las flores', con composiciones españolas y cubanas.
Las del Caribe tienen historias muy interesantes, con personajes como la mulata que sufre porque se ha enamorado de un hombre blanco. Lecuona y Roig eran compositores clásicos. Sus zarzuelas hay que cantarlas con voz lírica, aunque resuenen algunos ritmos cubanos. Es una música bonita.
¿Por qué acabó instalándose en Madrid?
He cantado muchas veces en el Real. Cuando empecé el proceso para adquirir la nacionalidad española y poder vivir en Europa pensé '¿a dónde voy? Me quedo aquí, esta es mi ciudad, me siento muy cómoda, canto mucho en este teatro, tengo muy buena relación con el público'. Es una base buena para mi carrera internacional. Puedo ir a Estados Unidos, Inglaterra o Francia sin tanto lío.
¿Cuántas óperas tiene contratadas para las próximas temporadas en el Teatro Real?
Cuatro. Casi una por año. A Joan Matabosch le gusta contratar con muchísima anticipación. Estamos mirando papeles. Tenemos sueños, pero hay que ser realista.
Su apellido está en la geografía española... ¿Ha visitado Oropesa en la provincia de Toledo?
Sí. Cuando murió mi padre en el 2012. Fui a buscar una caja para sus cenizas. Era pleno verano con un calor infernal. Hay un tapiz en el que aparece una princesa que se parece muchísimo a mí. Pensé que estaba en el lugar correcto. La leyenda cuenta que para ganar su corazón había que traer su peso en oro. Pero quiero visitar también Oropesa del Mar.
Siempre está buscando nuevos retos, ¿cuáles son los próximos?
Quiero seguir mejorando como cantante. El reconocimiento no es lo más importante de lograr; eso ya lo tengo. Lo crucial es que tú te sientas satisfecho con lo que has hecho, poder decirte I did it, good job, (lo he conseguido, buen trabajo) y darte una palmadita en la espalda. El problema de ser perfeccionista es que cuesta trabajo conseguir esto. Piensas que podrías ser mejor y te decepcionas contigo misma, pero siempre lo estoy intentando.
¿Miedos o temores? ¿Ilusiones?
Siempre temo que un día me levante sin voz. Lo bueno es que esa no es mi identidad. La identidad es cómo tú tratas a la gente, el legado que dejas como persona, no la carrera y las cosas que has acumulado. Quiero ser una persona de la que la gente diga I like her, she is not a bitch (me cae bien, no es una perra) (se ríe).
¿Qué rol le gustaría interpretar?
Espero algún día cantar una Ana Bolena y una Norma.