Piedad Bonnett: "En Colombia somos raros. Por un lado, violentos; y por otro, tenemos la eutanasia y el aborto"
- La Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024 acaba de publicar 'La mujer incierta', en el que reflexiona sobre violencia o feminismo.
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Tras ganar el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024, Piedad Bonnett, poeta, escritora y dramaturga, acaba de publicar La mujer incierta (Alfaguara 2024), donde la memoria, la autobiografía y el feminismo se entretejen en este libro que tiene en su centro la identidad de la mujer.
La autora escribe sobre la educación, el matrimonio, la maternidad, los tabúes asociados al cuerpo y la violencia de género, también la ansiedad, el miedo, la rebeldía, las ansias de libertad y las obsesiones que impulsan el proceso de la escritura.
¿Escribes desde la certeza de lo vivido con la retrospectiva del tiempo?
Nunca hay certeza, porque lidiar con la memoria es batallar con la incertidumbre, con la falsedad y con la invención, porque crecemos creando unos mitos sobre nuestro propio pasado.
Pero no me interesaban los hechos, ni la verdad, ni la memoria; sino el impacto emocional de lo que yo recordaba. Indagar o recuperar aquellos momentos definitivos que me fueron cambiando a lo largo de los años.
Tengo una capacidad de ir a lo descarnado sin perturbarme, pero hasta ahora no había tenido una conciencia tan grande de que mi vida estaba atravesada por la ansiedad. Yo había sido una chica ansiosa, pero no había visto su impacto en mi vida.
¿Sufriste ansiedad desde que eras niña y se agudizó más en la adolescencia, ahí fue cuando empezaste a relacionarla con problemas mentales?
Lo viví como algo corriente durante mucho tiempo. De hecho, la primera vez que fui al psicólogo tenía diecisiete años, porque pensé que padecía una enfermedad mental. Hasta que me explicó que eso era una condición, una manera de estar en el mundo.
Pero cuando mi mamá me lo explicaba lo hacía de una manera aterradora como si no tuviera escapatoria. Ahora una de mis hijas también lo padece por lo tanto es como una condición genética.
¿Por una úlcera duodenal descubres que vas a ser escritora?
Desde muy chiquitita, creo que la literatura fue como un mundo alternativo donde yo podía vivir mejor que en la vida misma. Pero ya a los 15 o 16 años, cuando estoy muy atormentada por la úlcera duodenal, y descubro con Dostoyevsky un mundo mucho más hondo del que había tenido en la infancia a través de la dictadura, encuentro que es un territorio que me da felicidad y que podría darle felicidad a otros. Y entonces decido que quiero ser escritora.
Tu padre te pronosticó un futuro lleno de carencias. ¿Se consoló cuando supo que tu futuro no iba a ser la guerrilla?
Mi pobre padre es un hombre muy conservador, prácticamente de derechas pero de una derecha sensata, por fortuna. Con 98 años, que son los que tiene, hemos hablado de Trump y me consuela que le parezca un espanto.
Por entonces yo quería ir a la universidad pública porque era una disidente, una persona que estaba en rebeldía contra la autoridad. Sin embargo, durante ese tiempo me tocaron los años de movimiento estudiantil en todas las universidades de Colombia, incluida la Universidad Pública y la más elitista, que era donde yo estaba.
Entonces mi pobre padre tuvo que ver cómo yo me sumergía en el mundo del marxismo.
¿Fuiste educada en la obediencia que es un sinónimo de sumisión?
Sí, totalmente. Mi padre era muy duro, y crecías con la sensación de culpa, sin saber muy bien por qué. Pero cuando miro hacia atrás me doy cuenta de la educación tan restrictiva y tan terrible que había.
El aborto un derecho fundamental, ¿eres una abanderada de la causa?
Sí, he colaborado con un movimiento muy importante que hay en Colombia, que es el de 'Causa Justa', en el que un grupo de mujeres luchan desde hace al menos 30 años, y han logrado que el aborto pueda realizarse hasta la 24 semana de gestación.
Es uno de los países latinoamericanos que más ha conseguido en el tema del aborto. Pero somos un país muy raro. Por un lado, muy violento. Y por otro, hemos conquistado el derecho a la eutanasia y al aborto.
La deshabiliofobia. El temor a la desnudez. Un tema tabú en tu familia.
Mi mamá, que además había sido maestra, es una persona liberal en cuestiones políticas y nunca nos instruyó sobre el cuerpo. Teníamos que estar muy tapados, el tabú del cuerpo era una cosa muy extrema. Imagínate lo que le lleva a uno sacarse de semejante educación.
Has ganado el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. ¿La poesía también como autoayuda?
Sí, creo que sí, y yo que detesto la autoayuda, me traiciono y caigo comprando algún título que me resulta atractivo y luego me doy cuenta de que perdí el dinero, porque la autoayuda es de una simplicidad total.
Pero entiendo que tiene que existir, porque alguna gente le hará bien. En la adolescencia, por ejemplo, la poesía es un instrumento de ayuda. He visto a muchos chicos confundidos, viviendo en conflictos con su familia y en la vida, y encuentran en la poesía una salida, el reconocerse en ella.
¿El suicidio de tu hijo provocó que escribieras Lo que no tiene nombre. ¿Surgió porque necesitabas entender?
Para tratar de entender y sin darme cuenta para retener a Daniel, porque aunque él se había ido, yo necesitaba coger lo que recordaba de mi hijo y fijarlo para que esa memoria no desapareciera.
Y, en efecto, cuando leo de pronto páginas del libro, porque no he sido capaz de leerlo en su totalidad porque me da mucho dolor, me doy cuenta de que es como un ejercicio de recuperación. Como una manera de hacerme preguntas para ese momento del duelo.
Empecé a escribirlo dos meses después de su muerte para contestarme dónde habían estado las equivocaciones, si es que las había habido, y de qué tamaño era la fuerza del destino.
¿Encontraste respuestas?
Sí, las encontré, aunque ya las sabía, pero volví a constatar que quien quiere irse se va. Porque tenía la convicción de que si alguien está sufriendo demasiado y no puede con la vida, definitivamente escoge ese camino y hay que respetarlo. Mi hijo estaba perdiendo facultades mentales, y lo más triste que me habría podido pasar a mí, y a él, era quedar inactivo, como un ser a medias.
Se convirtió en el libro de mesilla para muchas familias.
Sí y fue impresionante. He oído tantas historias de madres y de muchachos también enfermos. Es un libro que se lee en los colegios. La gente ha aprendido a mirar con conmiseración y con empatía a las personas diferentes. A quien es bipolar o tiene depresiones. Creo que ha creado conciencia sobre la dignidad de la enfermedad mental que está tan estigmatizada.
¿Qué ve Piedad cuando se mira en el espejo?
Veo a la mujer incierta. Porque cuando hablo en público, la imagen que yo proyecto es la de una persona con enormes certezas y mucha experiencia.
Pero debajo de esa fuerza hay alguna cosa muy frágil que permanece siempre porque está ahí. Como por ejemplo que odio viajar sola, porque descubrí que tengo un síndrome y es que cada vez que viajo sola me bajan las defensas brutalmente y enfermo.
Y tengo que hacer grandes esfuerzos para vencer mis miedos y prepararme con tiempo para hacerlo sola, porque no puedo ser como una niña eterna.
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