Zoe Bonafonte (Barcelona, 2004) es una actriz brillante, un prodigio. Por uno de los personajes más carismáticos de la próxima edición de los premios Goya, el de Joana en El 47, está nominada —con muchas opciones— a mejor actriz revelación. Pero no sólo de ese éxito y su primer paseo por la alfombra roja hablamos con ella.
La primavera estará llena de 'noticias Zoe': una nueva película junto a Mario Casas, una serie de Netflix y más proyectos en ebullición.
Tiene 20 años, pero ya ha vivido en los 70, en los 80 y en los 50. "Incluso me he paseado por el XIX", bromea ella rápidamente, "en la nueva serie que sale en primavera… en realidad yo sólo he hecho época, será mi cara, no sé exactamente qué es pero proyectos contemporáneos todavía no he hecho muchos. Yo feliz, porque a mí la historia y poder viajar en el tiempo me encanta". Con ella, viajamos hoy.
Zoe Bonafonte.
¿Cómo vives esta primera nominación y el hecho de poder asistir a la gala de los Goya con tu primera película?
Es surrealista que pueda trabajar tanto como actriz. Ahora mismo es muy difícil, hay mucho paro en la profesión, y lo vivo sabiendo que estoy siendo afortunada.
Llegas a esa alfombra roja… ¿cómo te visualizas?
Me imagino llegando con mucha ilusión. Tengo que tener cuidado de no pasarme, porque me pondré demasiado nerviosa. Hay algo que me emociona mucho, y es poder compartir ese momento con tanta gente a la que admiro, a la que he visto en la tele y el cine desde pequeña. Tener alrededor a mis referentes, ¡imagínate!, para mí es ilusión, y estaré aterrorizada [sonríe].
Aún no sé lo que llevaré puesto, pero en la moda me gusta romper ideas, ahora mismo llevo una corbata… me gusta encontrar mi expresión propia en cómo me presento ante el mundo. Me gusta mucho ese retrato de la feminidad con elementos asociados a la masculinidad, y jugar con eso.
¿Con quién te hace ilusión encontrarte?
Hay dos personas este año que me hace mucha ilusión ver. Por una parte, Emma Vilarasau, que me encanta; y por otra Carolina Yuste, la admiro.
¿De qué trata para ti la película El 47?
Habla de la dignidad y de la unión. Y de esa lucha en la que tan importante es secuestrar buses como enseñar a leer y escribir. Joana está en una búsqueda de identidad, algo que pasa cuando eres hija de inmigrantes y tus padres son de otro lado y no acabas de encontrar bien tu hueco. Ella ve a sus padres extremeños y se avergüenza de sus raíces, se compara con los otros niños del coro donde canta y con los chavales de su edad que se visten con más dinero.
¿Qué dirías que has aprendido de la época de la que trata la película?
Pues tengo que decirlo, me ha ayudado a desmitificarla. Me gusta mucho el cine, y ver películas me ayuda a entender qué sucedió en ellas, sean basadas en hechos reales o no, hay algo de la esencia de entender qué sucedió. Como intérprete, una película así me ayuda a salir de mi burbuja de actriz de veinte años que se ha mudado hace poco a Madrid.
¿Desmitificar épocas pasadas?
Los ochenta se plasman, también en Hollywood, como una época muy colorida y muy alegre. Niños que se van de aventuras y mujeres que se atreven a todo, pero claro entendí que fue una época muy dura para mucha gente, en España sobre todo. Y en la zona de Torre Baró en especial, porque era un barrio marginado en el que la gente se moría porque se caía una parte de la casa encima y no venían los bomberos ni la ambulancia. A mí me ha ayudado a llevarla a tierra.
Zoe Bonaforte.
¿Para toda tu generación, los 70 y los 80 están mitificados?
Sí. Sin echarle la culpa a mis padres, su generación nos habla de que fue una época mejor, los ochenta, la Movida, como si a todo el mundo le gustara muchísimo. Y no fue del todo así. Te creas una expectativa. Con la Generación Z, todo lo vintage vuelve, a la gente le gusta vestir con referencias, incluso tener artículos de esas épocas.
Hay una idealización de esos años porque a nosotros nos parecen estéticamente tan llamativos, pero claro, luego te paras a mirar historias que pasaban entonces y te das cuenta de que fue una época no tan colorida como pueda parecer, oscura para mucha gente, de hambre y pobreza.
¿Qué es lo que dirías que la Generación Z no da por sentado?
Parece mentira que nos llamen la generación de cristal: tengo veinte años y hay gente de mi edad que se ha enfrentado ya a una DANA, a una pandemia mundial, a la tasa más alta de suicidios en jóvenes de la historia por las redes sociales… no sé si es la generación de cristal o la generación que nos vamos a tener que comer los errores de mucha gente durante décadas. A mí me asusta.
He leído que, hace no tanto, pusiste con tu madre en marcha un proyecto de ayuda a mujeres de Afganistán…
Nos pensamos que no tenemos poder como individuos, pero sí que lo tenemos. Estaba en el salón de casa, en Barcelona, con mi madre, cuando pasó la toma de posesión de los talibanes en Afganistán, y lo vivimos en la televisión. No éramos conscientes de este horror. Le dije a mi madre 'tenemos que hacer algo, por poco que sea, no podemos no hacer nada'. España no estaba haciendo gran cosa. Mi madre y yo empezamos a movilizarnos.
¿Y cómo lo hiciste?
Yo empecé por Instagram, a contactar con gente de Afganistán que pudiera estar en alto riesgo. Mujeres, políticas, periodistas, médicos… y encontramos una fórmula para contactar con ellas sin que los mensajes fueran descubiertos por los talibanes, usando un código para tener sus datos de pasaporte encriptados, y a través de contactos empezamos a ayudar a personas a salir de allí. La iniciativa en Madrid fue mía pero muy pronto se implicó mucha gente. Es una ONG que sigue a día de hoy, People Help, no quiero decir una cifra y que sea otra, pero creo que han sido más de 800 personas. Mi madre sigue involucrada, yo ahora mismo no, pero en un futuro volveré.
Tienes muchos primeros planos en la película, ¿intencionadamente interpretas con la mirada?
Cuando era pequeña, tenía una profesora que me decía 'Zoe, tú no serás nunca capaz de mentir, porque tus ojos son como un libro abierto'. Yo le respondía 'no me digas eso, que voy a ser actriz'. Pero como actriz me juega muy a favor, porque el cine es mirada, el cine son tus ojos, y si tus ojos no están expresando, el cine no llega al espectador. Lo de que mi mirada sea expresiva me juega a favor.
Las mujeres lleváis la carga dramática, Clara Segura, Betsy Túrnez y tú… ¿Cómo fue el rodaje? ¡Cuéntanos el primer día rodando una película!
Al principio me veía un poco fuera de lugar. Acabo de empezar y de repente estar rodeada de tanta gente tan guay… pero poco a poco me fui dando cuenta de que todo el mundo ponía de su parte para que yo sintiera que formaba parte de la historia. Estábamos todos a una. El primer día fue la escena de canto. Así que imagínate. Marcel me tranquilizaba mucho en los ensayos. Yo estaba aterrorizada, me tomaba tilas por las mañanas en vez de café, hacía respiración y cosas de esas.
Zoe Bonaforte.
¿Cómo fue lo de cantar?
Fue difícil para mí porque no había cantado nunca. Viendo el resultado me quedé tranquila, pero a la hora de rodarlo fue complicado. En los ensayos al director le pedí que se diera la vuelta y mirase a la pared porque tenía terror de hacerlo. Tuve una profesora de canto porque sabía que era un momento muy relevante para la película y de repente podía fastidiarse todo.
Es tu primera película, ¿utilizaste lo que habías aprendido en la escuela de interpretación?
Me di cuenta de que en las escuelas no acabas de entender bien 'desde dónde actúas', desde lo personal o desde la imaginación. Y a mí de golpe me cayó la ficha de desde dónde actúo.
¿Y desde dónde es?
Grabando las escenas del coro, me di cuenta de que me ayuda mucho más creerme la historia del personaje y actuar desde ahí, desde la imaginación. Si hago esta escena desde algo personal no funciona tanto como entrando en las circunstancias del personaje, y la emoción llega a mí sola. No me entiendas mal, no es que me olvide de que soy Zoe, pero sí que hay algo de entregarme a ese personaje y esa historia.
Sobre la película romántica a punto de estrenar también, El secreto del orfebre con Mario Casas, ¿qué nos puedes contar?
Mi personaje aquí es una aprendiz de modista que vive en otra época, yo aparezco en los 50. Es una película romántica a través de varias épocas y la verdad que fue un rodaje precioso porque estaba rodeada de grandes profesionales técnicos y de profesión. Alberto Valcárcel, de vestuario, hizo los diseños para esta película, que son impresionantes. Yo me sentía Barbie todo el tiempo. Maquillaje y peluquería son lo más también.
¿En qué te fijas más en una interpretación?
Me encantan las actrices que crean los personajes, esas a las que ves en un proyecto y otro y te preguntas '¿es la misma persona?'.
¿Cómo es tu relación con las redes? A veces he visto que eran injustos en noticias sobre tu vida personal… y eso que acabas de empezar.
Estoy en un proceso de intentar no estar pendiente todo el tiempo y me he comprado un móvil de tapa para dejar el iPhone en casa cuando pueda para volver a la realidad. Dejar la tecnología unas horas es volver al presente y dejar de estar en manos de los demás. Si estoy aquí contigo no es lógico que esté hablando con alguien que está en Badajoz. Y eso se nos está olvidando, lo estamos normalizando.
Con las redes, siento que también como generación estamos adictos. Hemos normalizado mucho el uso excesivo del móvil. Entiendo que es una herramienta de trabajo, y por eso lo tengo conmigo y mis redes. Las utilizo porque como intérprete son necesarias para subir los proyectos, pero es una decisión de doble filo, hay gente que mira los seguidores… cuando la calidad actoral y el número de followers no tienen correlación.
Zoe Bonaforte.
¡Eres una gran lectora!
Me gusta leer. Me da pena porque ahora tengo poco tiempo. Estoy con falta de sueño y no estoy leyendo casi. Desde pequeña soy la niña que se traga libros por día. Me gusta la ficción y la no-ficción. He leído hace poco ensayos feministas para la serie que estreno en primavera de Netflix, Manual para señoritas, de Bamboo. También he leído mucho a Concepción Arenal, que fue una pionera en el tema de las universidades.
Rimbaud decía que la verdadera vida está en otra parte, junto a nosotros, a un milímetro de donde nos encontramos, en paralelo a nuestra mirada. Para verla, hace falta una mirada oblicua, justo lo que Zoe reivindica, con los ojos, en El 47.