Fue una de las imágenes más potentes de aquella histórica jornada. Mientras en España estábamos pendientes de si Felipe VI y su padre, Juan Carlos, compartían banco o se cruzaban algo más que un frío saludo, en la Abadía de Westminster, el pasado 6 de mayo, la historia estaba haciendo una de sus jugadas más increíbles, fascinantes y maravillosas: hacer a Camilla Parker Bowles, reina consorte de la Gran Bretaña.
Ver a la que fue durante una larga época la mujer más odiada de Inglaterra con la Corona de la reina María, forrada en terciopelo púrpura y una banda de armiño, colocada encima de su cabeza, es una jugada que a Carlos III le ha salido perfecta. La paciencia y la resiliencia en su amor hacia ella son los ingredientes que han hecho posible que la acompañe en el trono de una de las naciones más potentes y con más tradición del mundo.
El cuento entre el príncipe y la bella princesa no terminó con ‘y fueron felices y comieron perdices’, no. La historia entre Carlos y Lady Di acabó en engaños, divorcio y corazones rotos. Al final el protagonista se acabó casando con la presunta bruja de la historia, esa mujer a la que todos odiaban.
Sea como fuera, la normalidad con la que ha transcurrido todo, demuestra que los ingleses han aceptado a su nueva Reina hasta el punto de permitir una anormalidad que, en el caso de la anterior soberana, Isabel II no tuvo lugar. El marido de la anterior monarca, Felipe de Edimburgo, que ostentó las noblezas de príncipe y duque, nunca pudo ser considerado rey al lado de su esposa.
Y es así porque la propia madre de Carlos III lo decidió. Fue en febrero del 2022, con motivo del jubileo de su 70 aniversario de su subida al trono, cuando publicó un comunicado en el que hablaba del futuro de la Corona británica: ‘Cuando, a su debido tiempo (murió siete meses después) mi hijo Carlos se convierta en Rey, sé que le daréis a él y a su esposa Camilla el mismo apoyo que me habéis dado; y es mi sincero deseo que, cuando el momento llegue, Camilla sea reconocida como Reina Consorte mientras continúe su propio servicio real’.
Un detalle a tener en cuenta es que Isabel II nunca quiso mencionar este tema mientras su marido, Felipe estuviera con vida, ya que él siempre arrastró el dolor de no haber sido coronado, además de haber tenido que renunciar, al casarse con la Princesa de Gales, a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca.
Pero lo cierto es que el duque de Edimburgo puede descansar tranquilo en tu tumba, ya que esto no significa que Camilla tenga más rango del que él tuvo en vida o más atribuciones. A pesar de que Carlos III le permite firmar como Reina Camilla, (solo por el hecho de abreviar) la verdad es que sus poderes son iguales que los del padre del actual soberano.
La esposa del Rey tiene ya sus armas reales, su poder para emitir royal warrants para nombrar cargos predilectos al margen de lo que opine su marido, tiene su propia agenda y oficina.
Aquí la tradición manda, y no se puede decir, que la Corona británica sea precisamente moderna y feminista en sus tradiciones. Es decir, una reina puede reinar y puede ser reina consorte, pero nunca un rey podrá ser consorte, el rey solo puede reinar, no admite distinción.
Camilla, según explica la ley británica, puede ser reina en cuanto su marido lo siga siendo. El título que ostenta es simplemente la extensión de su marido. Algo que marca la tradición.
Lo raro era la situación anterior, que ella fuera princesa consorte. Pero eso venía derivado de la situación tan anómala de la que llegaba esta pareja: dos divorciados con lustros de relación extramarital dentro de una familia en la que otros reyes habían tenido que renunciar a su título por escándalos mucho más pequeños.
Es decir, las reinas consortes no comparten los poderes políticos ni militares del monarca. Si el soberano ostenta un título diferente al del rey, su esposa es contemplada con el equivalente femenino, como por ejemplo ‘emperatriz consorte’ o ‘gran duquesa consorte’.
Ya como Rey, Carlos III ha querido darle más honores y privilegios a su esposa, y el rey de los británicos ha decidido darle un título de ámbito castrense, será la nueva coronel de la Guardia de Granaderos. Un título que a lo largo de sus 366 años de historia sólo ha sido poseído por otra mujer antes que Camilla, la propia reina Isabel II.
Pero si algo ha demostrado Carlos III a lo largo de su vida es que nunca puntada sin hilo. Al otorgarle este nuevo título a su esposa, mata dos pájaros de un tiro. Por un lado, fortalece la posición de Camilla y le hace parte de los regimientos de infantería de la Guardia Real Británica.
Y, por otro lado, arrebata la posibilidad de recuperar ese estatus a su anterior poseedor: hermano, el príncipe Andrés, al que se lo retiró su madre, la reina Isabel II tras su implicación en el caso Epstein.
Los tiempos cambian y la historia se mueve y adapta. El duque de Edimburgo nunca fue rey, aunque llevara el consorte detrás. Sin embargo, que Camilla ahora sea reina a secas en el 2023 no es lo extraño, ahora es lo normal.