Felipe VI y su esposa llegaban a la capital danesa al filo de las dos de la tarde de este lunes 6 de noviembre. Eran recibidos a pie de pista en el aeropuerto por la reina Margarita II, la princesa Benedicta y los príncipes Federico y Mary; todo un despliegue para el inicio de un viaje que busca afianzar las relaciones bilaterales entre ambos países.
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Aunque se pensaba en la posibilidad de que no se cambiara de ropa, Letizia ha sorprendido con un look nuevo, prescindiendo de los pantalones negros y la blazer verde lima de Hugo Boss que había elegido para coger el avión en Madrid unas horas antes.
Todo ha sido cariño y gestos espontáneos entre los recién llegados y sus anfitriones. Ha llamado especialmente la atención la marcada reverencia que Mary de Dinamarca le ha hecho al Rey, casi tocando el suelo con su rodilla. Él, por su parte, ha acercado gentilmente sus labios a su mano, simulando un beso como señal de respeto y cercanía.
Tal y como marca el protocolo, los monarcas españoles y Margarita II, a quien llaman cariñosamente "tía Daisy", han escuchado sus respectivos himnos nacionales interpretados por la banda de música de la guardia de honor. Tras eso se ha pasado revista a las tropas para luego trasladarse al vestíbulo del pabellón de Estado del aeropuerto donde han saludado a las delegaciones de los dos países.
El esperado encuentro de Letizia con Mary de Dinamarca ha estado marcado por dos estilismos muy diferentes. La Reina, sobria con el pelo recogido en un moño, lucía un abrigo batín en color beis de &Other Stories que ya tenía en su armario y tacones rojo vino con cartera a juego de Magrit. La Princesa, por su parte, escogía un abrigo verde botella de la firma The Fold, vestido negro de cuello alzado, sombrero azul marino con su melena suelta y unos atrevidos salones de tachuelas de Valentino.
En cuanto a las joyas, la madre de Leonor había escogido unos llamativos pendientes de la emérita Sofía y la heredera danesa, un espectacular broche con forma de hoja que llevaba prendido en la solapa del abrigo y unos pendientes de diamantes. Primer duelo fashion de los muchos a los que asisteremos en los siguientes días.
Tras desplazarse hasta la Ciudadela, los Reyes y su anfitriona se han trasladado en carruaje hasta el Palacio de Christian VII en Amalienborg, escoltados por el escuadrón montado del Regimiento de Húsares de la Guardia Real.
Una vez en su destino ha tenido lugar el tradicional posado para el que la Reina al fin se ha quitado el abrigo y ha dejado ver el estilismo completo. Ha recuperado su vestido rojo de Carolina Herrera, aquél que estrenó en 2019 para el debut de su hija mayor en los Premios Princesa de Asturias. Lo novedoso del outfit es que no ha llevado tocado, como suele ser habitual. La esposa de Federico de Dinamarca, por su parte, ha mantenido su look original y sólo se ha quitado los guantes para la foto.