Letizia nunca ha sido, ni será de esas mujeres muy preocupadas por la moda y las tendencias. Aunque son muchos los blogs que dedican cada día líneas a desentramar los looks que luce cada día, lo cierto es que a la Reina le importa poco lo que se lleva, interesándole siempre más el mensaje que lanza con eso que luce (como ocurrió hace unas semanas con una chaqueta realizada por la ONG APRAMP, que ayuda a mujeres a salir de la prostitución), ir correcta a las circunstancias o el protocolo y, por supuesto, que a ella le guste cómo le sienta.
Para muchas mujeres su vestido de novia es el traje más importante de su vida. Elegirlo bien, quién y cómo se lo van a hacer, tener en la mente todos sus detalles, los tejidos, los colores o el patrón, les lleva meses, e incluso años de planificación. Este no era el caso de una joven periodista llamada Letizia Ortiz Rocasolano, que antes de tomar la decisión de darle el 'sí, quiero' al entonces Príncipe de Asturias, la idea de casarse ni siquiera estaba entre sus planes.
De hecho, ya lo había hecho una vez, por lo civil, en el ayuntamiento de Almendralejo con su antiguo profesor de lengua y literatura, Alonso Guerrero, en agosto de 1998. Entonces, eligió un sencillo vestido de Victorio&Lucchino que luego reutilizó en varias ocasiones. Es decir, que ese momento de entrar del brazo de su padre, vestida de blanco con una gran cola, velo y ramo en la mano, no estaba dentro de los sueños de la actual Reina.
Así que el traje que iba a llevar el día de su enlace con Felipe de Borbón y Grecia en la Catedral de la Almudena aquel 22 de mayo de 2004 no estaba entre las mayores preocupaciones de Letizia cuando la Casa Real comunicó su compromiso con el Príncipe de Asturias. Aunque pronto se daría cuenta de que estaba muy equivocada, y el diseño de aquel vestido de novia podría convertirse en una cuestión de Estado.
Lo primero que había qué decidir era quién iba a diseñar el traje. Claramente, se iba a tratar de una aguja española, de eso no había ninguna duda. Fue entonces cuando entraron en juego varios factores que hicieron que el elegido fuera el veterano Manuel Pertegaz. El primero fue la Reina Sofía. Entre la Emérita y este creador existía una buena amistad, ya que le había realizado muchos diseños en momentos importantes de su vida, así que fue su recomendación.
La segunda razón que convirtió a Pertegaz en candidato fue que se trataba de uno de los creadores nacionales más veteranos, con una larga carrera y que gozaba del total respeto de sus compañeros. Así se evitaba los celos y competencias dentro de los modistos españoles. Y, por último, aunque Manuel había nacido en Teruel, toda su carrera se había desarrollado en Barcelona, considerándose catalán en un 95%.
Esto era algo que gustaba a la Casa de su Majestad, ya que cualquier hilo que uniese a la Corona con Cataluña era una buena idea. Así que la veterana aguja de Pertegaz fue la elegida para crear y diseñar el vestido de novia más importante de las últimas décadas en nuestro país.
Uno de los mayores problemas con los que se encontró el modisto aragonés fue el tiempo. Su designación se decidió a principios de diciembre, y el encargo tenía que estar listo antes del 22 de mayo. Era una carrera a contrarreloj. "De hecho, aunque sabían que era imposible decir que no, Pertegaz dudó porque no sabía si iba a tener la capacidad de hacer frente a semejante reto. Sin embargo, reforzó el taller, rechazó todo lo demás menos el vestido de madrina de doña Sofía y se pusieron manos a la obra. Fueron cinco meses de trabajo 24 horas", nos cuenta una persona muy cercana a la reina Letizia.
Letizia viajó hasta en diez ocasiones a la Ciudad Condal para visitar el atelier del maestro. En dos de ellas estuvo acompañada por su suegra, la reina Sofía, en otras dos acudió con su madre, Paloma Rocasolano, y sus dos hermanas, Telma y Erika. El resto lo hizo con alguna de sus mejores amigas.
"Creo recordar que la infanta Cristina también estuvo con ella en una de las ocasiones para después marcharse a comer con la princesa Victoria de Suecia, que estaba de visita privada en Barcelona. Comieron las tres en un reservado de un conocido restaurante, pero algo ocurrió en aquel almuerzo, ya que la relación entre las dos cuñadas nunca volvió a ser la misma", nos revela la misma persona.
Según contó unos años más tarde el propio Manuel Pertegaz, la actual Reina le dio "total libertad creativa" y el resultado fue un vestido majestuoso y regio, pero sencillo y sin extravagancias; atemporal, pero inolvidable. Elaborado en seda natural color blanco roto, el diseñador se inspiró en la clásica silueta princesa para vestir a una mujer que, diez años después, se convertiría en reina consorte.
Con cuerpo ceñido y manga larga, el detalle más característico que marcaba la diferencia era el cuello chimenea con escote en uve bordado a dos caras, que estilizaba aún más la silueta de Letizia. Fue precisamente este punto el único que creó algo de tensión entre Pertegaz y la entonces periodista. Ella quería un poco más de escote y él pretendía hacer un cuello mucho más cerrado. Al final hubo un acuerdo por ambas partes, dejando al descubierto más la zona de las clavículas y terminando en pico en la zona del pecho. El resultado fue realmente espectacular.
Todo el traje estaba lleno de símbolos en forma de bordados en hilo de plata y de oro patinado, cargados de significado que decoraban ese cuello tan inolvidable, pero también el bajo de la falda, la cola de 4,5 metros y el velo de organza. Eran la flor de lis, emblema de los Borbones, tanto en versión vegetal como heráldica; la espiga de trigo, que simboliza esperanza y abundancia; tréboles que, además de buena suerte, representan el amor y el respeto; y madroños, el árbol de la ciudad de Madrid.
El modista cobró 6.000 euros por el vestido, un precio simbólico, si atendemos a los 45.000 euros en los que fue valorado por los expertos en aquel momento. Pero fue sin duda la obra que todo el mundo recordará de Pertegaz, ya que falleció justo diez años después de firmar el vestido de novia de la Princesa de Asturias.
Durante el proceso hubo varias crisis por parte de la novia, como ocurre en todas las bodas. Aunque la más fuerte fue durante la última prueba que tuvo lugar en Barcelona, justo dos semanas antes de su enlace con don Felipe. A Letizia le ocurrió algo que probablemente le pasa a la mayoría de las mujeres que están a punto de pasar por el altar: había adelgazado muchísimo.
Tanto, que hubo que abrir todo el arterial delantero del vestido para meterle varios centímetros en la zona de la cintura. "El mismo día de la boda hubo que darle un par de retoques por el mismo problema. Letizia estaba supernerviosa, encima la lluvia… Pero bueno, se arregló todo y salió no como ella lo había soñado, ya que ella no es de las que sueña este tipo de cosas, pero perfecto", termina la amiga de Letizia.