Ya de vuelta de su viaje por los Estados Unidos, Máxima de Holanda ha retomado la agenda oficial por su queridos Países Bajos de la mejor manera posible: proclamándose como la mujer de rojo en una ineludible cita cultural.
La Reina asistía a la inauguración del Museo Hindeloopen con una apuesta monocolor muy acertada, estrenando un vestido entallado y presumiendo de cintura y silueta estilizada, combinado con turbante, tacones bicolor y cartera, todo en el mismo tono pasional.
'Total red'
De Nueva York hasta Hindeloopen. La esposa de Guillermo Alejandro no pierde el tiempo, y así viajaba al norte de los Países Bajos para presidir la reapertura del museo tras su renovación.
El espíritu comercial y el saber hacer de la cultura de Hindeloopen como garante del estilo del museo volverá a estar disponible para el público en su enclave original después de haberse alojado en el ayuntamiento de la ciudad desde el año 1919.
Para la cultural ocasión, Máxima de Holanda se ha enfundado en un nuevo vestido rojo carmín y nada discreto. Con escote cascada creando un drapeado, manga larga y falda lápiz de largo midi; el corte a la cintura afinaba esta parte del cuerpo y estilizaba la silueta de la monarca con gusto.
Un diseño sobrio y de línea minimalista que dejaba brillar al protagonista color por sí mismo. Eso sí, potenciado por los complementos elegidos a tono.
Fiel a su obsesión por adornar su cabeza, en esta ocasión lo ha hecho con un turbante de Fabienne Delvigne, parte de su colección y uno de sus grandes preferidos por lo distinguido del diseño y el vibrante rojo del mismo.
En la mano, un clutch sobre trenzado y un detalle que ha pasado casi desapercibido: guantes cortos en acabado piel. Por supuesto, también a tono con el vibrante rojo del vestido, solo en la mano izquierda, dejando la otra libre para saludar.
Como toque disruptivo del estilismo total red, un fino ribete blanco que remataba sus zapatos de salón diseñados por Natan. Como no podía ser de otra manera, un modelo clásico de tacón prudente ideal para eventos de día.
Las joyas que lucía la argentina eran piezas de bisutería: unos pendientes con púas que ponían el colofón del look de manera original y enriquecedora.