Cada vez hay más consciencia de la importancia de los probióticos. Pero ¿qué se considera un probiótico? Según la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (Sepyp), para considerar a un organismo como probiótico tiene que contar con las siguientes características:
- Tienen que producir sustancias antimicrobianas, como ácido láctico, bacteriocinas o agua oxigenada.
- Deben ser resistentes a la cavidad donde van a plantarse o las que atraviesan hasta alcanzarla; por ejemplo, deben ser inmunes al ácido gástrico o a la bilis segregada en el duodeno.
- No deben ser capaces de transmitir su resistencia a los antibióticos.
- Que sea fácilmente cultivable y no pueda extraviarse durante su almacenamiento.
- Que se haya sometido a una prueba realizada fuera de un cuerpo (in vitro) de manera exitosa y que también haya funcionado una vez introducida.
Los probióticos son alimentos o suplementos alimenticios que contienen microorganismos vivos destinados a mantener o mejorar las bacterias "buenas" (microbiota normal) del cuerpo. Los prebióticos son alimentos (generalmente con alto contenido de fibra) que actúan como nutrientes para la microbiota humana y se utilizan con la intención de mejorar el equilibrio de estos microorganismos.
Los probióticos podemos encontrarlos en alimentos como el yogurt y el chucrut. Los prebióticos se hallan también en alimentos como los granos integrales, los plátanos, las hortalizas de hoja verde, las cebollas, el ajo, la soja y las alcachofas. Además, se agregan probióticos y prebióticos a algunos alimentos y están disponibles como suplementos alimentarios.
En el caso de la mujer, estos alimentos tiene una gran importancia puesto que pueden ayudar a mantener una microbiota vaginal sana que es importante como preventivo de infecciones vaginales -como la candidiasis o la gardnerella- y también de infecciones urinarias.
Lactobacilos
Los protagonistas en este caso son los lactobacilos, que deben predominar si queremos tener una flora vaginal equilibrada y saludable, de tal manera que deben ocupar al menos el 70% de toda la microbiota.
Los lactobacilos nos defienden de las infecciones por varios mecanismos: se adhieren a las células de las paredes vaginales impidiendo que los patógenos ocupen estos lugares. También producen ácido láctico, consumiendo el glucógeno, que sería también alimento para los patógenos. A su vez son capaces de generar bacteriocinas y sustancias como el peróxido de hidrogeno, que contribuyen a la aniquilación de dichos gérmenes.
La vía oral es la principal elección para tomarlos, ya que de esta manera se crea un reservorio intestinal que por proximidad colonizará la vagina, aportando así, por vía ascendente, desde el recto la migración de lactobacilos a la vagina.
A su vez protegerán de las infecciones urinarias. Un gran porcentaje de estas infecciones se producen por gérmenes que provienen del aparato digestivo, como el e.colli, proteus y klebsiella. Para que dichos gérmenes lleguen a la vejiga, tienen que atravesar la vagina. Por tanto, si la microbiota vaginal es la adecuada y hay suficientes lactobacilos, estos se encargarán de que no progresen hacia la vejiga.
Por todo esto es importante que se complementen los tratamientos, tanto de infecciones vaginales -tipo candidiasis o vaginosis-, como de infecciones urinarias, con un aporte de probióticos de al menos entre 1 y 3 meses para facilitar la curación y evitar las recurrencias de dichas infecciones.
*La doctora Carmen Pingarrón Santofimia es jefa del equipo de Ginecología y Obstetricia del Hospital Quirónsalud San José