Existen muchas creencias alrededor de las mujeres que nos van metiendo en el cerebro desde niñas como dogmas de fe, que vamos escuchando a lo largo de nuestras vidas y que nos las vamos tragando sin rechistar. Muchas de ellas son muy dañinas, pues nos condicionan a vivir una vida más bien limitada y llena de carencias, en la que siempre estaremos pasando un examen que nunca aprobaremos, por ser humanamente incapaces de dar la talla.
A este examen nos sometemos continuamente, día tras día, como si se tratase de ser un producto que tiene que pasar 24 horas non stop el control de calidad. “Sé feliz”, “quiérete”, “acéptate”, “no comas”, “adelgaza”, “sonríe”, “tienes que estar estupenda”. Así podría seguir y seguir.
A Voltaire, filósofo francés y uno de los principales referentes de la Ilustración del siglo XVIII, ese periodo histórico con el que sueño teletransportarme en momentos de bajón, se le atribuye el aforismo “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Y digo yo que cuánta razón que tiene Voltaire, pues en esta vida que nos hemos montado, que está basada en un ciclo de mejora continua y en la cual vivimos como si fuésemos un proyecto de ingeniería; en vez de poner el foco en todo lo bueno que tenemos, lo ponemos en todo aquello en lo que fallamos y en lo que podemos ser y estar mejor.
Además, las que nos hemos adentrado en esto del mundo del autoconocimiento y del desarrollo personal, nos hemos encontrado con que, no siendo suficiente con lidiar con todos los 'deberías' que nos imponemos en cuanto a ser la mejor en todo, también nos autoimponemos una exigencia enorme en cuanto a llegar a la champions del desarrollo personal. Alcanzar el nirvana en tiempo récord. Ser felices siempre.
No solamente somos bombardeadas en nuestro día a día por los miles de pensamientos intrusivos que nos autoexigen múltiples cánones de perfección, sino que a estos les añadimos la versión advanced, aquella que nos exige que nos tenemos que querer y aceptar incondicionalmente. Y la verdad es que aceptarse y quererse incondicionalmente, dicho a la ligera, suena muy bien, pero hacerlo en la vida real es francamente complicado, cuando no misión imposible.
Dictadura de la perfección
De esta forma, nos hemos ido sometiendo poco a poco a esta dictadura de la perfección y hemos comprado todas las motos que se nos han ido vendiendo y que tienen mucho que ver con esta movida del pensamiento positivo y de obsesionarse con estar todo el día con la matraca de la mejora continua, la cual lo único que nos genera es una frustración enorme, porque nunca seremos capaces de dar la talla de la mujer perfecta, y mucho menos de la versión advanced.
Quizás por esto es por lo que el psicólogo Buenaventura del Charco lo está petando con las ventas de su libro Hasta los cojones del pensamiento positivo, porque al final estamos hartas de que nos vendan la moto y de vivir en esta eterna insatisfacción que produce el querer ser y estar siempre perfectas.
Como dice Julia Cameron, "el perfeccionismo no es una búsqueda de lo mejor. Es perseguir lo peor de nosotras, la parte que nos dice que nada de lo que hagamos será nunca lo bastante bueno", a lo cual voy a añadir que nunca será lo suficientemente positivo, porque si algo caracteriza a la moda del pensamiento positivo es que, debido a la rigidez y dogmatismo que la caracteriza, junto a la simpleza y “café para todos” que preconiza, lo que seguro que sí conseguiremos es tener una gran falta de conexión con lo que realmente somos y queremos en la vida, con una falta de valentía para mandar todos estos mandatos de hedonismo de tres al cuarto a paseo y, sobre todo, una falta de autenticidad.
Sin darnos cuenta, al haber comprado esta moto nos hemos convertido en la peor versión de nosotras mismas, esa que nos lleva a tener una imagen enlatada y serigrafiada, al más puro estilo Andy Warhol, de sonrisa profident y aura de diva, pero que carece de autenticidad, de originalidad y de presencia.
"Puedes ser preciosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible durante el resto de tu vida"
Quizás, si soltamos tanta exigencia, rigidez y simplemente nos permitimos vivir nuestra feminidad con frescura y flexibilidad, podremos ser capaces de disfrutar a todas las edades y sentirnos “irresistibles durante el resto de nuestras vidas” pues, como decía Coco Chanel, “puedes ser preciosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible durante el resto de tu vida”.
Al final, los cánones de belleza son compartimentos estancos, pues el “90-60-90” no admite negociación, pero en vez de poner atención a lo que te falta, lo que te sobra o lo que falla en ti, pon en valor todas esas cosas bonitas que tienes, como esos ojazos, esa sonrisa preciosa o esos hoyuelos que te salen al sonreír. Todo aquello que te hace ser especial, única y diferente. Todo aquello que te hace ser una gran mujer, sin más.
*Alejandra Sánchez Yagüe es CEO de Mindtraining y profesora invitada de la UDIMA y de la UB.