La fístula obstétrica es una de las consecuencias más graves que pueden producirse en el transcurso de un parto. El 23 de mayo celebramos la lucha para la prevención de este problema de salud femenino, que actualmente continúa teniendo una gran incidencia, sobre todo en países en desarrollo.
Pero ¿qué es exactamente una fístula? Se trata de una conexión anormal entre dos órganos vecinos, producto de diversas patologías ya sean mecánicas, como en el caso de un parto, infecciosas u oncológicas.
La fístula obstétrica puede generarse a consecuencia de un parto instrumentado, como un fórceps, pero también en el caso de un parto normal excesivamente largo.
Este puede acabar ocasionando una comunicación entre el canal del parto y la vejiga (fístula vesico-uterina o fístula vesico-vaginal) o entre el canal del parto y el recto (fístula recto-uterina o recto-vaginal).
Las consecuencias nefastas que se derivan de ello son: incontinencia urinaria y fecal, infecciones que afectan terriblemente a la calidad de vida y la salud de las mujeres de todo el mundo, estigmatización y aislamiento social.
En la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2020 se creó el informe para la erradicación de la fístula obstétrica que, según los últimos datos, afecta a entre 50.000 y 100.000 mujeres en África Subsahariana, Asia, Oriente Medio, América Latina y el Caribe. Además, cada año se producen nuevos casos.
Sin embargo, la lesión es menos común en países desarrollados porque disponemos de medios para acelerar el parto o realizar una cesárea en el caso de diagnóstico de un parto estacionado o fracaso de inducción. De esta manera, se evita la principal causa de aparición de las fístulas obstétricas que, como adelantábamos, es el parto prolongado.
Los pocos casos que se dan en países desarrollados suelen producirse debido a complicaciones quirúrgicas o tratamiento de radioterapia pélvica en la historia previa de la paciente. También existen casos asociados a determinadas prácticas sexuales.
La fístula podría prevenirse prácticamente en la totalidad de los casos retrasando la edad del primer embarazo, poniendo fin a ciertas prácticas tradicionales nocivas y proporcionando un acceso oportuno e igualitario a una asistencia obstétrica de calidad.
Ahora bien, una vez se produce se puede tratar con una cirugía reconstructiva. Aunque la realidad en países subdesarrollados es que las mujeres y niñas que sufren esta lesión ni siquiera saben que existe tratamiento, no pueden permitírselo o no tienen acceso a centros en los que se ofrezca. A esto se suma la carencia de cirujanos especializados.
Por otro lado, debo resaltar la importancia de emplear un enfoque integral que aborde las necesidades psicosociales y socioeconómicas de las supervivientes de la fístula para asegurar su completa recuperación.
Su persistencia nos recuerda que, a día de hoy, sigue existiendo una gran brecha en lo que al acceso a la atención sanitaria se refiere, contra la que hay que lucha de forma incansable.
*Por la Dra. María del Nuevo García. Ginecóloga en el Hospital Quirónsalud San José.