Tras los excesos de las fiestas navideñas, la vuelta a la rutina suele suponer el de buenos los hábitos alimenticios y deportivos. Este cuidado especial se ha convertido en un reto, llamado "Dry January".
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El fenómeno, cuyo denominación se puede traducir literalmente como "Enero Seco", consiste en pasar el conjunto del mes de enero sin consumir ni una gota de alcohol. El desafío invita por lo tanto a romper con los hábitos y cuidar su cuerpo de forma especial durante un periodo corto.
¿Qué beneficios?
Además de favorecer la toma de consciencia sobre nuestro consumo real de alcohol, cumplir con el objetivo puede tener efectos positivos en el cuerpo.
El alcohol, consumido en exceso, "daña la membrana plasmática de las células, produciendo una reacción inflamatoria en la piel", recuerda Raquel González, cosmetóloga y directora en Pure Skincare Cosmecéutica. Su consumo también supone una importante ingesta calórica (hasta 265 kcal por cada 100 ml para alcoholes fuertes como el anís) y puede dificultar la conciliación del suelo.
En los casos más extremos, puede también tener un impacto sobre la diabetes, la digestión, la salud cardiaca, la función sexual o incluso el riesgo de cáncer: "el consumo excesivo y prolongado de alcohol se ha relacionado con un mayor riesgo de tener muchos tipos de cáncer, como cáncer de boca, garganta, hígado, esófago, colon y mama. Incluso el consumo moderado de alcohol puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de mama" aseguran los expertos de Mayo Clinic.
De ahí la importancia de controlar su consumo, no solo de forma temporal, sino a largo plazo.
¿Qué aseguran los datos?
Cada vez más estudios apuntan a un consumo más responsable que en el pasado. Solo el 8% de los adolescentes toma alcohol cada semana, una tercera parte de los que tenían su edad en 2006, según apunta el estudio de HBSC, auspiciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La Red Española de Universidades Promotoras de Salud (REUPS) y Fundación MAPFRE analizó el comportamiento de un total de 16.574 universitarios, colectivo que se encuentra "en una etapa del desarrollo en la que se adquieren hábitos que se mantienen en la edad adulta", y que, por tanto, constituye una "población diana para fomentar conductas de vida saludable".
Entre sus resultados, destaca que "casi el 36% de los universitarios reconoce que consume alcohol entre 2 y 4 veces al mes; seguido de un 25% que bebe como mucho 1 vez al mes; de un 19% que nunca consume; un 17% que lo hace 2 o 3 veces a la semana; y un 2,10% que bebe "más de 4 veces a la semana".
Estos datos reflejan que cerca del 75% presenta "riesgo bajo" de adicción al alcohol, seguido de un 19,7%, que presenta "riesgo medio" de adicción, un 2,7%, "riesgo alto"; y un 1,7%, "posible adicción". Las mujeres presentan menor riesgo de adicción de tipo medio-alto que los hombres, un 20% frente a un 27,4%.
Las disparidades se hacen más evidentes entre diferentes franjas de edad. Según Alcohol Change, mencionado por The Guardian, una cuarta parte de las personas de 18 a 34 años planea abstenerse de beber en enero, solo el 10% de las personas de 55 años o más se lo plantea.
Lo mismo ocurre con las personas que quieren reducir su consumo de alcohol en 2023: un 40% de la franja de 18 a 34 años pretende hacerlo, frente al 20% de la de mayores de 55 años, pese a que este último grupo de edad asegura beber el doble que los jóvenes en una semana.