La psiquiatra Marián Rojas-Estapé: "El 90% de las cosas que nos preocupan, jamás suceden"
La experta en salud mental, asegura que hay aprender a disfrutar de lo bueno que nos pasa y aprender a gestionar lo malo como forma para acabar con la 'intoxicación de cortisol' que padecemos.
13 febrero, 2023 01:33Marián Rojas-Estapé es la médico psiquiatra más top del momento. Sus dos libros publicados, Cómo hacer que te pasen cosas buenas, (Espasa, 2018) y Encuentra tu persona vitamina (Espasa, 2021) se han convertido en un gran fenómeno editorial. Además, lidera la lista de podcast más escuchados en Spotify, por no hablar de los datos de su canal de YouTube y de Instagram.
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Cuando hablas con ella llegas a entenderlo. Su voz calmada y la cantidad de datos que aporta en cada respuesta, dan una pista de la profundidad a la que ha llegado en sus investigaciones y proyectos para resolver los conflictos de sus pacientes en particular, y de las relaciones humanas en general.
Defiende la doctora Rojas-Estapé que una gran parte de la población padecemos 'intoxicación de cortisol' y esto provoca dolencias en todo nuestro cuerpo.
"El cortisol es la hormona del estrés que se activa en nuestro organismo ante los momentos de miedo, cuando sentimos que nuestra supervivencia está en juego y en momentos de alerta. Pero la clave de esto, es entender que el cortisol es una hormona que se activa tanto ante las cosas reales que nos suceden, como ante los estados de alerta que se producen en nuestra mente, ante las preocupaciones, las cosas que interpretamos como peligrosas, los miedos del futuro, los fantasmas del pasado, es decir, nuestra mente y nuestro cuerpo no distinguen lo real de lo imaginario", asegura Marián.
Y continúa: "Éste es un mensaje muy importante y potente que estoy intentando transmitir y compartir en los últimos años. El 90% de las cosas que nos preocupan, jamás suceden. Y entonces llegamos a lo que yo denomino de forma coloquial ‘estados de intoxicación de cortisol’, en los que esta hormona está demasiado alta y tiene su reflejo en diferentes partes de nuestro cuerpo".
"Entonces esta intoxicación de cortisol genera cambios a diferentes niveles: a nivel físico, a nivel psicológico y a nivel de conducta. A nivel físico ocurre desde pérdida de pelo, hasta cambios en la pato gastrointestinal, interacción con otras hormonas, sensación de presión en el pecho, falta de aire, repercusión en la piel… A nivel psicológico, produce estados de irritabilidad, de miedo, de interpretación de forma negativa de todo aquello que nos sucede. Incluso problemas de sueño, estados de tristeza mantenidos y finalmente, nos lleva al aislamiento", afirma.
"La pandemia fue un momento de intoxicación de cortisol a lo bestia, es decir, noticias constantes sobre muerte, enfermedad, aislamiento, incertidumbre y muchas veces alejados de las personas que nos sanan o que nos curan. Ha sido un momento muy complicado de gestionar, ya que constantemente teníamos un cúmulo de información negativa", concluye.
¿Cómo podemos acabar con el cortisol?
Es que no hay que acabar con el cortisol. El cortisol es una hormona cíclica, tiene que ser bajita por la noche para que se active la melatonina y podamos entrar en el sueño. Y luego, ya durante la noche va subiendo hasta las ocho, que tiene su pico más alto. Lo suyo, es conseguir un estado de equilibrio, pero es muy difícil porque estamos constantemente en movimiento, y nos suceden cosas.
Para mí la clave, si tuviera que decir desde un punto de vista psicológico, está en aprender a disfrutar de lo bueno que nos pasa y aprender a gestionar lo malo. Es decir, tener una correcta interpretación de las cosas que nos suceden muchas veces por nuestras heridas, por nuestro estado de alerta constante, por nuestros miedos, por nuestros fantasmas…
Somos incapaces de interpretar la realidad de forma adecuada. Nos cuesta relativizar, nos cuesta ver en las cosas que nos pasan, el valor que realmente tienen. Vivimos magnificando todo aquello que nos sucede e interpretamos ataques, sensaciones, todo en nuestra contra.
Por otro lado, a nivel fisiológico, deberíamos intentar que nuestro organismo viva de la forma más sana posible, conectando de forma adecuada con sus emociones. Si nosotros vivimos intoxicados de preocupaciones, con pensamientos negativos, con una voz interior que nos machaca, con una herida que no nos deja en paz, con un miedo que nos bloquea, pues todo eso tiene un impacto en nuestra salud. Y entonces nos inflamamos.
Los estados de estrés mantenidos, los estados de intoxicación por cortisol, nos inflaman con inflamación de bajo grado, pero que está presente en el 80-90% de las enfermedades crónicas, y que altera por supuesto, la microbiota, altera la piel, altera las hormonas y tiene alteraciones a nivel celular de forma muy potente.
Para acabar con el cortisol, hay que entender cómo funciona mi organismo, cómo funciona el cortisol, cómo funciono yo ante el modo alerta, lo que yo denomino el ‘esquema de personalidad’. Yo soy una persona de esta manera y ante el estrés, ante el miedo, ante el cortisol, me transformo en esta otra.
La persona obsesiva ante el estrés se convierte en una persona súper rumiantica. La persona impulsiva ante el estrés, puede tener picos de agresividad. La persona sensible ante el estrés se convierte en vulnerable y somatiza en el cuerpo o en la mente.
Y la clave es entender qué me sube el cortisol para aprender a gestionarlo, sabiendo que puede subir el cortisol algo del pasado, del presente o algo del futuro. Puede ser un pensamiento, un recuerdo, una persona, una herida, un bloqueo…
¿Qué nos puede ayudar a regular el cortisol?
El deporte que produce una sustancia que se llama BDNF (Factor neurotrófico derivado del cerebro) que se activa cuando hacemos ejercicio y potencia el sistema inmune, disminuye la inflamación, ayuda a regenerar mejores conexiones neuronales y tiene un efecto antidepresivo en el cerebro.
Otra cosa que ayuda, es educar mi voz interior. También aprender a gestionar las personas de mi entorno, el tipo de comida que inflama, que estresa, y que potencia. Frenar el consumo de estimulantes, drogas y cafés, regular el sueño, etc.
¿Nuestro cerebro se ha convertido en nuestro mayor enemigo?
Tenemos enemigos muy potentes, de repente aparece un Putin o de repente un terremoto o de repente un virus. Es decir, hay grandes enemigos o grandes peligros en el mundo del siglo XXI. Pero efectivamente, todo depende de como yo interpreto esos miedos. Es decir, hay personas que viven constantemente con miedo, sea a un bicho, a la pandemia, a enfermarse, a perder el trabajo, a que a su hijo le suceda algo...
El tema es a pesar de vivir en un mundo incierto, volátil, constantemente cambiando, aprender a disfrutar de lo bueno que nos sucede cada día y como decía al principio, gestionar lo malo.
Si el cerebro se convierte en mi aliado, soy una persona con capacidad para sobrellevar lo negativo que me pueda pasar, tego un cerebro fuerte, con voluntad, con una corteza prefrontal potente que sabe posponer la recompensa, que sabe prestar atención, que sabe gestionar sus impulsos y sus emociones. Una persona que tiene empatía, que sabe conectar de forma sana con las emociones de los demás, estamos ante una persona que tiene bien 'construido' su cerebro. Es una persona que va a gestionar mejor lo malo que le suceda en la vida.
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¿La clave de la felicidad y el bienestar está en aprender a controlar nuestro cerebro?
Mi sensación es que conociéndonos, comprendiéndonos nos sentimos aliviados. Es decir, cuando una persona se comprende, se siente aliviada. Comprendo porque esto me sucede. Comprendo porque siempre recaigo en relaciones tóxicas. Comprendo porque este tipo de personas me alteran profundamente. Comprendo porque duermo mal. Comprendo por qué tengo la tripa siempre hinchada y todo me sienta mal. Es decir, cuando me comprendo siento un alivio.
Estamos en una sociedad híper estimulada donde nos cuesta comprender porque para comprender hay que profundizar y para profundizar hay que parar y hay que tener conciencia del tiempo y desconectar de la hiperestimulación de la pantalla.
En una crisis de atención no podemos comprender, no podemos conocer, no podemos profundizar y no podemos resolver.
¿Quiénes son las personas vitamina y cómo podemos identificar a las personas tóxicas?
Tóxico es el efecto que producen en nosotros algunas personas porque yo suelo decir, de forma coloquial, que nos suben el cortisol. Todos tenemos a alguien que en algún momento de la vida nos ha hecho daño, nos ha perjudicado. Son las personas tóxicas. Y luego las personas vitamina, en contraposición, nos suben la oxitocina, que es la hormona del bienestar, del vínculo, del amor, del cariño, de te quiero y no te juzgo, te quiero y te trato bien, te doy paz cuando tú estás en guerra.
¿Cómo aconsejas practicar el sentido del humor y el optimismo?
Tampoco podemos vivir en un mundo be happy a todas horas, 24/7. Para mí la neurociencia de la felicidad consiste en intentar ser un poco más felices con la vida que nos ha tocado vivir, es decir, aprender a gestionar nuestro cerebro, nuestras relaciones, nuestra educación, la familia, con las herramientas que tenemos para sacar lo mejor que llevamos dentro.
El humor y el optimismo son una forma de interpretar la vida. Reírse a carcajadas favorece el riego sanguíneo en el cerebro, potencia la corteza prefrontal izquierda, mejora la creatividad y aparte genera endorfinas.
Cuando dos personas juntas se ríen y se sonríen, los dos hemisferios derechos, activan las neuronas espejo y se activa una sensación de bienestar. Es un sistema neurológico súper potente cuando los dos hemisferios derechos se conectan en una situación de risa y de optimismo.
¿Hasta qué punto el desequilibrio entre la mente y las emociones pueden hacer enfermar a quien lo padece?
Si las cosas nos preocupan vivimos en estado de alerta y el estado de alerta ya me modifica el organismo. Efectivamente, hay una unión mente cuerpo.
Promuevo a través de la divulgación y mi consulta, que la Psiquiatría esté mucho más unida y mucho más integrada con el resto de las especialidades. Que no tengamos miedo, yo lo hago, de llamar al médico digestivo, al reumatólogo, al neurólogo, al pediatra, es decir, que haya mucha más interacción.
La Psiquiatría no es un tema sólo de pastillas, es un tema común de muchas enfermedades crónicas que tienen síntomas depresivos. Muchos psiquiatras hemos hemos visto el poder, la influencia que tiene la inflamación en el cerebro. Yo, por ejemplo, trato algunas depresiones resistentes con tratamientos antiinflamatorios, dietas, suplementación o incluso medicaciones.
¿Cómo podemos educar a los niños en el equilibrio de las emociones?
Pues mira, te diría que, para ser un buen padre, yo creo que hay que haber descubierto, al menos, cuáles han sido nuestras heridas como hijos que hemos sido. Es decir, si nosotros hemos tenido complejos, si nosotros hubiéramos querido sentirlos de alguna manera, si nos sentimos abandonados o si tuvimos un abuso. Muchas de esas heridas, las replicamos o no las integramos de forma sana cuando somos padres.
Muchas veces los padres que vienen a mi consulta me cuentan cosas terribles. Hay que sanar esas heridas primero, para sacar la mejor versión, porque si no partimos desde una herida o desde algo que nos pasó que no nos gustó en la infancia, y no hay infancias perfectas.
Por otro lado, saber que todo lo que sea enseñar gestión emocional desde pequeños va a ser una vacuna para el cerebro, para su edad adulta. Y eso es el apego seguro, válido, sus emociones, los escucho, paso tiempo con ellos, sin pantalla delante. Sus problemas, aunque sean 'pequeños' comparados con los nuestros, son su mundo.
En resumen, diría dos palabras: mucho amor y límites. Es decir, cuidado con la sobreprotección, porque cuando hay mucha sobreprotección anulas la corteza prefrontal de ese niño, le impides que tenga la capacidad de tener iniciativa, de arriesgarse en la vida y cuidado con una autoridad severísima porque viven siempre en el miedo, en la norma y en la regla. Y esa rigidez nunca es buena. Pero bueno, la educación es un equilibrio.
Hay mucho escrito, y no hay que obsesionarse, porque quizá tanto manual de educación al final nos hace sentir culpables y creemos que no hacemos las cosas bien.
Pero, sobre todo, no hay que tener miedo a pedir perdón a los hijos si alguna vez nos equivocamos con nuestras reacciones o nuestras formas, o que nos vean en una situación compleja.
También diría que en familia se intente que la comunicación sea lo más sana posible, que no haya gritos, que no haya amenazas, que no haya violencia. Pero eso es clave, porque unos niños que aprenden a tratarse y a hablar bien son niños que replicarán eso cuando sean mayores.
Un capítulo de mi libro que me gusta mucho es el que hace referencia a 'los cimientos emocionales' en Encuentra a tu persona vitamina que estaría contando aquí durante largo tiempo...
Uno de tus últimos estudios trata sobre el impacto de las pantallas tanto en adultos como en niños, ¿cómo nos están impactando?
Un tema que me preocupa muchísimo. Las pantallas generan gratificación instantánea, entonces es un estímulo constante, con algoritmos diseñados para que los niños tengan constantemente lo que les gusta, los jóvenes y los adultos, y luego es una cosa non-stop, y entonces es dopamina y dopamina y dopamina, y el cerebro no tiene tiempo de reflexionar sobre lo consumido.
Es una hiperestimulación constante, y eso convierte al cerebro en un drogodependiente emocional adicto a experiencias vibrantes. Quiero algo y lo quiero ya. No hay capacidad de posponer la recompensa. Y entonces tenemos una sociedad que requiere resultados inmediatos, y generamos unos niños, unos jóvenes y unos adultos con poca tolerancia o nula tolerancia a la frustración.
Por otro lado, vivimos constantemente con la pantalla delante cuando nos aburrimos y nos estresamos, y entonces no hay capacidad de aburrirse y no hay capacidad de gestionar el estrés, porque siempre hay un mecanismo rápido que lo soluciona.
Cuando no hay aburrimiento, no hay asombro y no creas. Y si no sabes gestionar el estrés y solo tienes la pantalla y la dopamina, tenemos una sociedad que tiene un problema porque vive a base de impulsos, de supervivencia y eso lo que genera a largo plazo es que yo respondo a base de impulsos y me cuesta profundizar.
Para mí, el diagnóstico de siglo XXI es el diagnóstico de una crisis de atención severa. Y cuando estamos en plena crisis de atención no tenemos los mecanismos para resolverla, porque sin atención no puedes identificar el problema, no puedes buscar las herramientas y no puedes solucionarlo.
Estamos ante dopamina a lo bestia y ante una anestesia general, porque es tanto lo que recibimos que llega un momento que necesitas cada vez más y cada vez más. Y eso sabemos hoy en día está afectando la salud mental de los jóvenes, porque hay una sensación de saturación, de hiperestimulación, y esto tiene sus consecuencias.