Es común que los asuntos relacionados con poder se asocien menos a mujeres pero, seguro que alguna vez has escuchado decir que a alguien algo así como "se le han subido los humos" o "tiene muchos humos", refiriédose a alguna. Dos variantes de una misma frase hecha que hacen alusión a una persona vanidosa o engreída y que también tiene mucho que ver con las personas obsesionadas con el poder.

Precisamente,en esta obsesión es en lo que se centra el conocido como síndrome de Hubris. Un trastorno que llevado al extremo puede ser tan peligroso como el conocido complejo de Otelo, pero que en este caso se caracteriza por un ego desmedido y un gran desprecio a las opiniones de los demás.

Un síndrome que, aunque tiene su origen en la mitología, también está más presente de lo que imaginas en el mundo real y que experimentan desde reyes a políticos o gobernantes, entre otros. De ahí que también se le conozca como la enfermedad del poder.

¿Qué es el Síndrome de Hubris?

El síndrome de Hubris, también conocido como síndrome de Hybris o enfermedad del poder, es un trastorno que se desarrolla en aquellas personas que experimentan un cambio de personalidad cuando se encuentran en un puesto de poder.

Este alto cargo comienza a experimentar un orgullo y ego extremo, ganando una confianza excesiva en sí mismo y adquiriendo formas despectivas de comportamiento hacia los demás. Sobre todo hacia quienes poseen un puesto de trabajo más humilde y a los que llega a realizar actos crueles y gratuitos contra ellos. Esta forma impulsiva de comportamiento puede llegar a ser incluso destructiva.

Se trata de un síndrome que, además de estar muy extendido en el mundo de la empresa, también está muy presente en infinidad de reyes, gobernantes, dictadores, políticos, militares, etc.

Actualmente, está considerado un subtipo de trastorno narcisista de la personalidad, a pesar de no encontrarse especificado en los principales manuales diagnósticos (DSM y CIE), pero sí está contemplado dentro de los ámbitos de la psicología y de la psiquiatría.

Origen del Síndrome de Hubris

La palabra hubris o hybris cuenta con un origen griego y su significado es el de orgullo, presunción o arrogancia. Los griegos utilizaban este término para referirse al comportamiento humano y definía una arrogancia desafiante frente a los dioses, así como una ambición desmesurada, temeraria e insolente.

Este síndrome fue detallado por primera vez por el expolítico David Owen y también por el psiquiatra Jonathan Davidson para utilizarlo como un cuadro diagnóstico con el que clasificar el poder desmedido de algunos políticos.

En la investigación llevada a cabo por Hubris, Owen y Davidson, analizaron los perfiles psicológicos de los presidentes de Estados Unidos y de los primeros ministros del Reino Unido que habían ejercido en los últimos 100 años.

Dicho estudio evidenció que siete de los presidentes de Estados Unidos habían mostrado rasgos de la personalidad relacionados con la arrogancia (Woodrow Wilson, Theodore Roosevelt, Franklin D.Roosevelt, Lyndon Johnson, Richard Nixon, John Kennedy y George W.Bush), pero de todos los mencionados sólo uno pudo encajarse dentro del diagnóstico de síndrome de Hubris (George W. Bush).

En cuanto a los ministros, se encontraron cuatro que encajaban también con el síndrome Hubris: David Lloyd George, Neville Chamberlain, Margaret Thatcher y Tony Blair.

Síntomas del Síndrome Hubris

Para llegar a identificar el síndrome Hubris en una persona, se necesita la presencia de al menos tres de los siguientes síntomas:

  • Forma exagerada de enfocar asuntos normales y de darse mucha importancia a sí mismo, acompañado de conductas arrogantes y soberbias.
  • Desprecio y envidia hacia los demás, a los que no duda en vencer a cualquier precio.
  • Confiada exagerada en sí mismo, lo cual le lleva a ser excesivamente imprudente e impulsivo.
  • Preocupación excesiva y desmedida por la imagen, las excentricidades y el lujo.
  • Sensación de superioridad sobre los demás y prepotencia.
  • Convencimiento de que no tiene que dar explicaciones a sus iguales, a sus amigos o a la sociedad; pero sí a personas más elevadas y con más poder.
  • La pérdida de poder le conduce a la rabia, el rencor y la desolación.
  • Alejamiento progresivo de la realidad.