Aunque es la forma de alimentación más natural del mundo, y muchas madres la viven como un momento de especial conexión con su bebé recién nacido, lo cierto es que la lactancia también conlleva algunas afecciones que, cuando aparecen, pueden causar importantes molestias en quienes dan pecho y complicar este proceso.

[¿Qué problemas pueden aparecer en el pecho durante la lactancia?]

La mastitis es una inflamación de la glándula mamaria que se produce —acompañada o no de infección— en madres que se encuentran en el período de lactancia, aunque en ocasiones también puede darse en mujeres que no están dando el pecho. 

Causas de la mastitis

La primera razón por la que ocurre esta complicación es el vaciado insuficiente del pecho. Por esto, la mejor forma de prevenir la mastitis es con una adecuada técnica de lactancia que asegure un drenaje adecuado, cuidando la posición y el agarre del bebé al pecho para conseguir una buena transferencia de la leche.

La lactancia exclusiva y a demanda es fundamental y no debe limitarse el tiempo del bebé al pecho. Pero, al mismo tiempo, el exceso de producción también puede llevar a una mastitis.

En algunos casos en los que el bebé está mamando con una presión excesiva —por ejemplo, por movimientos compensatorios derivados de un frenillo sublingual limitante u otras causas estructurales— el pecho reacciona sobreproduciendo debido a esta sobrestimulación.

Hay que recordar que la leche no es estéril, sino que está repleta de microorganismos en lo que conocemos como la microbiota, única en cada mujer. Cuando se produce un vaciado deficiente en el pecho o hay una antibioterapia previa, la leche materna queda retenida en los alvéolos, en un proceso conocido comúnmente como estasis de leche.

Este fenómeno puede acabar llevando a desequilibrios en la diversidad bacteriana de la glándula mamaria. Eventualmente, la disbiosis conduce al desarrollo de mastitis, un problema habitual que afecta a la calidad de la lactancia, pero que a menudo queda invisibilizado y siembra dudas entre muchas mujeres a diario. 

Síntomas y cómo reconocerla

Las pacientes con mastitis aguda presentan episodios de fiebre alta −superior a 38.5º− y una sensación de malestar general, a menudo acompañada de dolor de cabeza, náuseas, escalofríos y decaimiento.

La inflamación suele ser unilateral en vez de darse en ambos pechos al mismo tiempo, y, con frecuencia, el dolor y enrojecimiento de la glándula se concentran en zonas localizadas. 

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Tratamiento y duración

Es fundamental diagnosticar la mastitis a tiempo para evitar complicaciones como abscesos mamarios. Estaría indicado hacer cultivo de leche en aquellos casos en los que el tratamiento con antibiótico empírico no funcione tras 48 horas, haya mastitis recurrente o se complique el cuadro.

Además de reposo e hidratación, en el tratamiento de la mastitis resulta imprescindible que haya un correcto drenaje del pecho, ya que con esto podría solucionarse el problema en unas 48 horas sin necesidad de antibióticos.

Cuanto más mame el bebé, antes se verá una reducción de los síntomas, a pesar de que la zona localizada puede continuar inflamada por algunos días.

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Si la fiebre persiste más allá de 24-48 horas, o si es necesario empezar con antibioterapia, deben elegirse los antibióticos y dosis adecuadas, y terminar el tratamiento pautado incluso después de que haya desaparecido la sintomatología. 

A veces, es normal que la producción del pecho se vea algo reducida tras la mastitis, pero no debemos preocuparnos, ya que se trata de algo temporal. Los antiinflamatorios no esteroideos y el frío entre tomas también ayudarán a mejorar el cuadro.

También podemos prevenir y evitar que se produzca esta patología prestando atención a cómo aplicamos la técnica de lactancia. Debemos lograr una adecuada posición y agarre que eviten que el pezón se traumatice y permitan que el bebé saque la leche cuando la demanda, sin retrasar tomas ni limitar el tiempo durante las mismas. 

Consecuencias e implicaciones en la lactancia

Como decíamos, la falta de tratamiento puede llevar a abscesos mamarios, más dolorosos que la propia mastisis, y provocados por la acumulación de pus en el seno.

Cuando tienen un tamaño inferior a cinco centímetros, pueden eliminarse mediante la aspiración con aguja guiada por ecografía. Pero si son más grandes, la intervención se realizará en quirófano, con anestesia y sin sutura, dejando un drenaje.

El drenaje manual ayuda a eliminar pus y leche. Si el drenaje fuera quirúrjico, la incisión se hace lo más alejada posible del complejo pezón-areola para que se pueda seguir amamantando, porque si este no saca la leche, la presión de la misma causará más dolor y el cuadro acabará empeorando.

Lejos de lo que se suele pensar por falta de actualización, es imprescindible continuar con la lactancia para evitar que esta siga complicándose. Muchas madres se preguntan si puede haber algún riesgo para el bebé si siguen dando el pecho mientras padecen mastitis.

La respuesta es: no, no hay ningún problema en seguir amamantando. Todos los fármacos que se pautan a la paciente son compatibles con la lactancia, y, en realidad, el que más va a contribuir a la solución de la mastitis es el propio bebé amamantando.

Por este motivo, debemos dar todas las tomas necesarias, incluso por la noche, para poder drenar el pecho con frecuencia y volver a gozar de una lactancia agradable y de calidad. 

La especialista Paloma de Miguel, en las instalaciones de Quirónsalud Valencia. Cedida Grupo Quirón

*Paloma de Miguel es asesora de lactancia IBCLC del Hospital Quirónsalud Valencia.