Los miomas uterinos son las tumoraciones benignas que más frecuentemente nos vamos a encontrar en el aparato reproductor femenino, si bien son muchas las ocasiones en las que pasan desapercibidos, ya que rara vez provocan síntomas y nos acompañan sin entrañar riesgos para la salud de las mujeres en edad fértil.
Sin embargo, pese a ser un gran conocido en el ámbito de la ginecología, todavía hay muchas mujeres que acuden a consulta con dudas sobre esta patología.
Los miomas son unas estructuras procedentes del propio tejido muscular del útero que se aglomera, adquiriendo una forma generalmente redondeada. Podemos encontrarnos miomas únicos o múltiples y que pueden variar mucho en su tamaño y localización.
En función de su localización dentro del útero podemos definir, a grandes rasgos, tres tipos de miomas: los subserosos, que crecen en la parte más externa del útero hacia la pelvis, los intramurales, desarrollados en el espesor de la pared uterina; y, por último, los miomas submucosos, que se encuentran en parte o totalmente en el interior de la cavidad uterina.
¿Por qué se producen los miomas?
Su aparición y crecimiento dependen fundamentalmente de la acción de las hormonas femeninas sobre ellos, de manera que a lo largo de la etapa reproductiva de la mujer, desde la primera (excepcionalmente antes) hasta la última regla.
El tamaño de los miomas puede verse incrementado por diversos estímulos hormonales, como el ciclo menstrual o el embarazo. En la menopausia y tras el parto, con el descenso de los niveles hormonales, estos también suelen reducir su tamaño, llegando incluso a desaparecer en algunos casos.
Existen una serie de factores que se asocian con mayor riesgo de tener miomas, como la etnia, el inicio precoz de la menstruación o el número de hijos.
Hay que recordar que la frecuencia de aparición de los miomas es del 12-25% en pacientes en edad fértil, pero su prevalencia real seguramente sea superior, porque en muchos casos no producen ningún síntoma y pasan desapercibidos. Así, se ha descrito la presencia de miomas en hasta el 80% de los úteros analizados que se han extirpado por otras causas.
¿Cuáles son los síntomas?
En la mayoría de ocasiones, su aparición no acarrea ningún efecto para la paciente, y, cuando se presentan, lo hacen a través de dos grandes tipos de síntomas asociados a esta patología tan común entre las mujeres.
En primer lugar, el sangrado uterino irregular es uno de los problemas que hacen que las mujeres vayan a consulta y sean diagnosticadas. Cuanto más próximo esté el mioma a la cavidad uterina, más duraderas e intensas serán las menstruaciones, aunque rara vez se producirán sangrados entre reglas.
También hay otros síntomas, los de compresión, que dependen del tamaño de los miomas y los podemos notar como aumentos del perímetro abdominal provocados por la compresión de los órganos vecinos al útero.
Así, puede afectar a la vejiga (reflejando un aumento de frecuencia en las micciones y disminución del volumen de orina), el recto (estreñimiento o dificultad para la expulsión de las heces), los vasos sanguíneos o linfáticos (con aparición de hinchazón de piernas o varices), y algunos plexos nerviosos (originando dolor).
Diagnóstico y tratamiento
A la hora de acudir a un especialista, a veces basta con la exploración ginecológica y la ecografía para detectar la presencia de estas tumoraciones, salvo casos de dudas en los que también podría recurrirse al TAC o la resonancia magnética.
Como decíamos, la mayor parte de los miomas no producen síntomas, y no suponen un motivo de preocupación ni implican tratamiento. En estos casos se recomienda realizar revisiones periódicas para ir valorando el ritmo de crecimiento de los miomas conocidos y detectar otros nuevos.
En el caso de que los miomas produzcan sangrados menstruales abundantes, existen tratamientos farmacológicos orientados a disminuir la cantidad del sangrado como los AINEs (antiinflamatorios no esteroideos), los antifibrinolíticos y los anticonceptivos hormonales. Existen también algunos fármacos que incluso pueden llegar a disminuir su volumen y que se utilizan sobre todo cuando se piensa en una futura cirugía.
¿En qué casos operar?
El tratamiento quirúrgico se reserva para miomas cuyos síntomas no se controlan adecuadamente con el tratamiento médico, o que tienen un importante volumen con síntomas compresivos.
Se puede extraer el mioma, aunque es posible que vuelvan a reproducirse dependiendo de muchos factores como el tamaño o la vía por la que se aborden. También se puede extirpar el útero, en los casos en los que no deseemos tener hijos en el futuro o extirpar el mioma sea demasiado complejo.
A veces también se recurre a la embolización de las arterias uterinas (obstrucción de los vasos que aportan sangre al útero) y la ablación de los miomas con ultrasonidos, pero solo en casos seleccionados dada la escasa disponibilidad de las técnicas.
Las dudas más habituales
1. ¿En qué se diferencian de los quistes y los pólipos?
Las tumoraciones de las que hablamos se localizan en el tejido muscular o miometrio, mientras que los quistes y pólipos proceden, respectivamente, de los tejidos epiteliales y de la mucosa que recubre la cavidad interna del útero o el canal del cuello uterino.
2. ¿Están relacionados con los problemas de fertilidad?
Pueden estarlo, pero no son una causa habitual de infertilidad. Si atendemos a las cifras, el 25% de las mujeres estériles tienen miomas uterinos, pero menos del 3% los presentan como causa única de la esterilidad. Dentro de los tres tipos que existen, los miomas submucosos, los que encontramos en la cavidad endometrial, son los que más podrían afectar a la fertilidad al provocar la distorsión de la cavidad del endometrio, obstruir las trompas de Falopio o alterar la implantación, entre otros efectos.
3. ¿Los miomas pueden malignizarse?
Sí, pero es muy poco frecuente. De hecho, menos de 1 de cada 1000 casos presenta un tumor maligno, denominado leiomiosarcoma, generalmente diagnosticado en mujeres menopáusicas, y no se ha demostrado que este pueda proceder de la malignización de un mioma.
*Marta Lamarca es especialista del servicio de Ginecología y Obstetricia en el Hospital Quirónsalud Zaragoza.