Las salsas son el mejor complemento de un sinfín de recetas. Capaces de aportar sabores increíbles hasta a los ingredientes más insípidos son, sin duda, las reinas en cualquier plato: patatas fritas, filetes, hamburguesas, nuggets, pero también de los más elaborados, como la pasta, albóndigas e, incluso, potajes.
En casa son un básico que no puede faltar; sin embargo, cuando salimos también nos acompañan. Todos los restaurantes, bares y franquicias de comida basura ofrecen complementar sus comidas con los sobres que todos conocemos, especialmente kétchup y mayonesa. Y, en cierta parte, lo que no sabemos es que además de aportar sabor, también nos hacen comer más.
Una vez más, es la nutricionista Boticaria García la que nos hace conocer todo acerca de los alimentos que consumimos de forma frecuente. Y es que, la popularidad de este tipo de salsas, incluida el kétchup, ha hecho que lo comamos sin preocupación, especialmente los niños. Olvidando su alto contenido en ciertos ingredientes, como el azúcar.
El aviso de Boticaria García sobre el kétchup
El kétchup es la segunda salsa más consumida en España, por detrás de la mayonesa. El volumen de consumo se registró en 22,6 millones de kilos, mientras que se estima que se venden alrededor de 2 millones de botellas de esta salsa todos los días en todo el mundo.
Desde su origen en China, bajo el nombre ke-tsiap y con una formulación completamente contraria a la actual, el ketchup es valorado en todos los países del mundo. Que su ingrediente principal sea el tomate hoy en día, tiene parte de culpa; sin embargo, no es únicamente su rico sabor el que ha conseguido que su ingesta sea tan elevada.
"El kétchup tiene tanta azúcar como una magdalena", alerta Boticaria García, "un 25%", finaliza. Además de la experta, la propia Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), explica que el azúcar que contiene una ración de kétchup es equivalente a la de un terrón.
El azúcar es un nutriente esencial para el cuerpo humano, ya que proporciona la energía necesaria para que el cerebro y los músculos funcionen correctamente. Sin embargo, consumir mucha cantidad puede hacer no solo que ganemos peso, sino que también puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas, presión arterial alta, inflamación crónica y enfermedad hepática no alcohólica.
Lo cierto es que, cuando hablamos del kétchup, lo habitual es no comer tantas cantidades como pasa con el chocolate o diferentes tipos de bollería, "Si pensamos en que solo vamos a poner 10 gramos de kétchup, serían unos cinco gramos de azúcar", explica la experta. No obstante, esa pequeña cantidad puede suponer un aumento excesivo de la salsa.
"Esos cinco gramos son los que hacen que quieras comer compulsivamente", explica Boticaria, "Cuando mojamos la patata en kétchup, el azúcar de la salsa libera dopamina, que nos obliga a comer más. Y ese azúcar, por si fuera poco, además de ir al cerebro, va a la tripa", finaliza.
Con esto la experta quiere decir que, aunque cuando comemos kétchup, la cantidad es mínima, el azúcar que contiene hace que nuestro cerebro no pueda parar. Y si esto ocurre con fritos como las patatas fritas, la obtención de sustancias perjudiciales para nuestro organismo es doble.
Además del azúcar, el kétchup contiene otras sustancias como glutamato, que cuando se consume en exceso daña el sistema nervioso y sobre-estimula a las neuronas llevándolas a un estado de agotamiento.
La alternativa del kétchup tradicional
Aunque pensemos que la única alternativa en este punto sea prescindir del kétchup, lo cual no es mala idea si es que lo consumimos en exceso, la experta ofrece otra opción: el kétchup con cero azúcar. Este producto, cada vez más comercializado por grandes firmas, consigue que tenga más sabor, le añaden especias, hierbas y un edulcorante; sacarosa.
"El único porcentaje de azúcar que contiene este kétchup es el generado por el propio tomate con el que se elabora la salsa", explica Boticaria García. Por este motivo, si nos consideramos unos aficionados de este complemento, la opción ideal es acudir a por su versión cero azúcar la próxima vez que vayamos al supermercado.