Hoy, 18 de octubre, es el Día Mundial de la Menopausia. Y tener un día mundial de algo ya nos da que pensar, pues esos días se crean con el objetivo de divulgar y aumentar la conciencia y el entendimiento sobre un tema. Mal estamos. También llama la atención que ese día se haya instaurado en el año 1999, exactamente hace 26 años.
Por aquel entonces, yo tenía 25 años, y en los 51 que ya he cumplido no es que haya oído hablar mucho sobre esta etapa de la menopausia. Tampoco se ha publicado mucho en medios. Todo lo que sabíamos sobre este periodo lo hemos ido descubriendo por nosotras mismas: brujuleando, estudiando o sufriéndolo en el círculo de amigas más cercano.
Ni que decir tiene que allá por mis 48, cuando comencé a tener ciertos desajustes o a padecer algún síntoma propio de esta etapa, como falta de energía, la aparición del cinturón abdominal o más ansiedad de la que debería, ninguno de mis doctores lo vinculó con la llegada de la perimenopausia. Ese proceso natural en la vida de las mujeres que se da 5 o 7 años antes de que llegue la menopausia, que, por ser, tan solo es un día en el calendario y que coincide con 12 meses consecutivos sin el periodo.
Y es que, hasta hace poco, la menopausia era una etapa de la que nadie quería saber nada. Si eras mujer, porque no querías que esa falta de juventud asociada con la falta de fertilidad te afectara socialmente, y si eras un profesional de la salud, porque nunca había sido necesario informarse o formarse en una etapa que ni siquiera emplea más de unas horas en la carrera de medicina.
Parece que las cosas están cambiando, y ya términos como perimenopausia, menopausia o los síntomas asociados a ella comienzan a ser tema de conversación más allá del círculo íntimo de amigas. Es verdad que, en el cambio de modelo, han influido mucho todas esas mujeres famosas como Naomi Watts, Halle Berry, Michelle Obama, o más cercanas como Vicky Martín Berrocal, Aitana Sánchez Gijón y otras muchas, que han comenzado a hablar con normalidad de un periodo que es uno más en nuestras vidas, como lo era el de la pubertad.
Y es que ambos periodos se caracterizan por una inestabilidad a nivel hormonal. Ese es el sino de nuestra generación: desmitificamos el uso de las compresas y los tampones, y ahora nos toca hablar de hormonas y de menopausia.
Es necesario normalizar la conversación y, por supuesto, invitar a todos los profesionales relacionados con este periodo, como ginecólogos, endocrinos, cardiólogos, psicólogos, nutricionistas, farmacéuticos y demás, a que unan sus fuerzas para tratar este periodo de forma integral. Que lo hagan de una forma 360, porque los síntomas que afectan a las mujeres no tienen un origen aislado, aunque repercutan en diferentes áreas de aplicación.
Las mujeres tienen que saber que este periodo es un periodo de cambio, en el que probablemente necesiten modificar sus hábitos de vida, o que igual más refuerzo a nivel emocional para transitarlo. Es importante, por tanto, conocerlo, identificar qué nos dice nuestro cuerpo y abrazarlo para poder ponerle remedio. Cada menopausia es un mundo, y cada mujer tiene el derecho de manejarla como quiera, y eso implica también tener tratamientos de los que se pueda beneficiar.
Por tanto, el primer punto es la información y la divulgación de todo lo que se encuentra alrededor de esta etapa. La siguiente parte es buscar soluciones a todo aquello que nos preocupe y, por último, si no queremos tener que lamentarnos luego, deberíamos ver cómo está afectando este periodo a nivel laboral.
Y es que, según un informe presentado por BUPA en el Reino Unido, 1 de cada 10 mujeres abandona su puesto de trabajo debido a los síntomas relacionados con la menopausia; 1 de cada 4 se ha planteado dejarlo. También un 14% de las mujeres reducen sus jornadas laborales en esta etapa, y un 8% no acepta nuevos ascensos, argumentando que sus condiciones físicas o emocionales no se lo permiten.
Empresas en el Reino Unido y en Estados Unidos comienzan a incorporar políticas referentes a este periodo, adaptando y flexibilizando los lugares de trabajo como un compromiso con las mujeres, lo que influye también en la retención de talento a nivel de género y edad. Y es que las compañías tienen también el deber y la responsabilidad de ser inclusivas, tanto por un tema de derechos humanos como por el bien de su productividad.
Nuestros ciclos hormonales no deberían ser una barrera ni para nosotras mismas ni para los lugares en los que trabajamos. Y este también es el camino para desestigmatizar la menopausia y a las mujeres que estén pasando por ella.