Sophie Fernández
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Sábado, 11 h de la mañana, Madrid. Me adentro en una de las calles comerciales más concurridas por las expertas en moda (en el codiciado Barrio de Salamanca), decantándome por una de mis tiendas de referencia.

Elijo un vestido de la nueva colección, de mangas abullonadas, un par de pantalones rectos y unas deportivas, de la temporada anterior. Incapaz de pasar por caja antes de dar el visto bueno a las prendas ante el espejo, tiro de la cortina de uno de los probadores, con la esperanza de vivir un auténtico flechazo en este pequeño cubículo beige y circular, decorado con gusto.

Tras colocar las prendas en el perchero, me puede la sensación de urgencia, consciente de la fila de personas esperando fuera. El paso siguiente no consigue tranquilizarme: tras desnudarme, mi reflejo es sorprendentemente extraño

La prueba de la primera prenda no resulta concluyente, la segunda tampoco, me quedo con los zapatos, que además de tener un precio asequible, resultan especialmente favorecedores. Mi fallo a la hora de elegir la talla correcta me desalienta a buscar otras opciones. Volveré otro día. O compraré en línea la adecuada, asumiendo el 'riesgo' de un nuevo fallo.

Abrumada por el calor intenso, el ruido ambiente y la luminosidad, no me detengo en exceso. Corro la cortina y vuelvo al espacio de la tienda, sin duda, más acogedor. La reflexión es inevitable: ¿Soy yo, las luces o una equivocada percepción de mí misma? La experiencia no es aislada y cava cierto malestar que, precisamente, procuran evitar las marcas. Resulta que este 'momento malo' en el probador no es solo cosa mía. 

Los encuestados afirman experimentar emociones como inseguridad. Istock

Lo corroboran los datos. Zalando, una de las plataformas online europea líder en moda y estilo de vida, se ha asociado con YouGov para entender las emociones de los consumidores relacionadas con la compra de moda tanto en la web como en tienda y cómo sus experiencias influyen en los hábitos de consumo. En la encuesta realizada participaron 14.609 adultos de diferentes países europeos, incluyendo España.

El resultado es inequívoco: los encuestados afirman experimentar emociones como inseguridad (19%), frustración (19%) y decepción (16%) al probarse ropa en una tienda, según datos acumulados a nivel Europa. 

"La insatisfacción a la hora de realizar compras en tiendas físicas tiene consecuencias reales para el retail, ya que el 36% de los adultos afirma que una experiencia de compra negativa les frenaría, una cifra que alcanza el 40% en España", explica la plataforma.

Además, "el 48% de los adultos en España afirma que su salud mental se ve afectada negativamente cuando la ropa no le queda bien, y casi una quinta parte (19%) de los compradores encuestados se sienten afectados siempre o la mayoría de las veces", subraya.

En España, la falta de espacio (53%), los malos olores (27%) y el sentimiento de prisa (26%) son algunas de las causas de malestar más mencionadas. Pero no se trata de un problema específicamente español: estos se repiten en todos los mercados. De hecho, ha dado lugar a un fenómeno conocido como la ansiedad del probador.

Aun así, no todos los países coinciden: mientras que el 29% de los encuestados en España afirma disfrutar de su experiencia en los probadores, solo el 9% en Dinamarca piensa lo mismo. Por otro lado, el 26% de los de Suecia afirma sentirse frustrado, frente a solo el 12% en Francia.

Los de España (30%), Alemania (37%) y Reino Unido (39%) destacan la privacidad como factor clave y prefieren probarse la ropa en casa. Estas cifras son significativamente superiores a la media (29%) de todos los países analizados. 

Un fundamento psicológico

Pero, ¿por qué esta experiencia puede resultar tan frustrante? Silvia dal Ben, psicóloga y responsable clínica de Unobravo recuerda, primero, que "en la literatura psicológica no se habla claramente de una ansiedad específica del probador, sin embargo, el impacto de los espejos en la autoimagen y la autoestima ha sido ampliamente estudiado".

"Los estudios muestran que mirarse en el espejo puede intensificar tanto la autoconciencia como las inseguridades corporales. En personas con una imagen corporal distorsionada o dificultad de autoestima, como en el caso de la dismorfia corporal, los espejos pueden actuar como desencadenantes de estados de ansiedad o estrés", explica la experta.

La llamada ‘ansiedad del probador’ podría surgir por muchas razones. Istock

Su aparición no tiene una respuesta única: "La llamada 'ansiedad del probador' podría surgir por muchas razones. Es posible que algunas personas lo perciban como un lugar de prueba donde deben cumplir (o no) con sus propias expectativas. La iluminación, los espejos y el ambiente pueden intensificar las inseguridades sobre la apariencia física, lo que desencadena esa ansiedad", señala la experta. 

"Además, pueden sentir la presión de ajustarse a ciertos estándares de belleza e imagen corporal. En este contexto, el espejo puede convertirse en tu peor enemigo", añade.

¿Hasta qué punto nos puede afectar psicológicamente? ¿Es peligroso para nuestra salud mental? La experta destaca que esta ansiedad no es unánime. En todo caso, sí conviene enfrentarla: "Desde un punto de vista psicológico, el probador en sí no es peligroso para nuestra salud mental; podemos verlo como un estímulo de la realidad que podemos enfrentar. Para algunas personas, es algo neutral, mientras que para otras puede sentirse como un examen difícil en su vida. Aunque no es esencial para la supervivencia y se puede evitar, enfrentarlo puede ser una oportunidad para quienes sienten ansiedad o miedo en esa situación. Es posible descubrir qué lo hace tan amenazante".

"Como muchos estímulos ansiógenos, es posible que si no se afronta, pueda interferir con la rutina diaria. Esto puede ser una señal de que nuestra mente necesita escucha y atención, y quizás incluso la ayuda de un profesional. ¿Quién mejor que un psicólogo para ayudarnos a entender qué teme nuestra mente?", añade.

La experta nos invita, en este sentido, a profundizar en la reflexión: "Antes que nada, debo entender qué significa el probador para mí. ¿Trabajo en una tienda y lo veo todos los días? ¿Procrastino la compra de mi vestido de boda para evitar entrar en uno? ¿Estoy haciendo una dieta y será el lugar donde vea los resultados de mis esfuerzos?".

"En estos tres ejemplos, el probador puede representar distintos estímulos ansiógenos, dependiendo del contexto de cada persona. Una vez que comprenda lo que significa para mí, puedo decidir si enfrentarlo, evitarlo o pedirle a alguien que me acompañe. También es válido buscar ayuda psicológica y hablar del tema con un profesional, como un psicólogo", concluye recordando la importancia de contar con una opinión experta, sobre todo en casos de desbordamiento.