Montaje.

Montaje.

Salud y Bienestar

Saúl Sánchez, nutricionista: "Para perder un kilo de grasa rápidamente lo mejor es dejar de tomar pan en las comidas"

El pan por sí mismo no es responsable de engordar, pero si se consume de forma excesiva y poco equilibrada, sí que podrá afectar a nuestro cuerpo.

Más información: Steven Gundry, el gurú digestivo: "Si quieres fortalecer tu flora intestinal no tomes yogures del supermercado"

Publicada
Actualizada

El pan es un pilar básico de la gastronomía española, y muy probablemente a nivel mundial, en sus diferentes variedades. En cada una de las comidas que hacemos, los españoles ponemos un trozo sobre la mesa. Además de utilizarlo como acompañamiento, en cualquier parte de nuestro país triunfan los bocatas, las tostas y las tostadas.

En definitiva, es un alimento que consumimos hasta atiborrarnos y aunque en los últimos años se haya demostrado que el pan no tiene capacidad para engordar o adelgazar por sí mismo, la realidad es que ni debe ser un pilar de ninguna dieta, ni es tan necesario como nos suelen vender.

El pan es una fuente de hidratos de carbono, los cuales son necesarios para un correcto funcionamiento del organismo, al aportar energía y contribuir a la regulación del metabolismo. Sin embargo, cuentan con muchas calorías, por lo que, si se consumen más de las que se queman, habrá un exceso que se acumulará en el cuerpo en forma de grasa, explica el nutricionista Saúl Sánchez.

El consejo del nutricionista sobre el pan

Aunque se ha aclarado que ningún alimento por sí solo tiene el poder de engordar o adelgazar, la clave está en la cantidad e, incluso, en el tipo que consumimos. El pan que más engorda es aquel que tiene más calorías por cada 100 gramos, y es habitual que sea aquel que se encuentra elaborado con ingredientes adicionales como aceite, frutas, frutos secos, azúcar, etcétera.

Asimismo, también engordan más los panes ultraprocesados, como son los biscotes, palitos, picos o los panes pensados para hamburguesas, que poseen más azúcares, aditivos y grasas. No obstante, esto no quiere decir que haya que eliminarlos por completo de la dieta, sino que se deben consumir con moderación y buscar siempre aquella opción que resulte más saludable.

Según explica el nutricionista Saúl Sánchez, el problema radica en el consumo excesivo o innecesario del pan como acompañamiento de las comidas. Es decir, mientras los hidratos de carbono que aporta son una fuente valiosa de energía necesaria para el funcionamiento del organismo, la ingesta descontrolada puede llevar a un exceso calórico que el cuerpo almacena en forma de grasa.

Para ponerlo en perspectiva, una sola rebanada de pan puede aportar alrededor de 140 calorías. Si esta cantidad se multiplica por las comidas diarias y se extiende a lo largo de una semana, el exceso calórico puede llegar fácilmente a unas 1.500 calorías.

Esto, a lo largo de un mes, equivale a un aumento considerable en la ingesta energética total que podría contribuir al aumento de peso si no se compensa con un gasto energético equivalente. Saúl Sánchez señala que un déficit energético de aproximadamente 7.700 calorías es necesario para perder un kilo de grasa corporal.

Esto no significa que sea necesario eliminar el pan por completo o que el déficit deba lograrse en un solo día, pero sí quiere decir que pequeñas decisiones cotidianas pueden tener un impacto acumulativo significativo, como eliminar o reducir el pan en todas las comidas del día.

En su lugar, Sánchez sugiere alternativas como optar por otras fuentes de carbohidratos o hacer pequeños ajustes en el estilo de vida que también contribuyan a mejorar la salud general. Por ejemplo, sustituir los refrescos por agua, moderar el consumo de alcohol o mantener una rutina de actividad física con al menos 8.000 o 10.000 pasos al día son medidas igualmente eficaces y fáciles de implementar.

Es importante destacar que el cuerpo humano tiene mecanismos de adaptación que pueden influir en los resultados de cualquier cambio dietético. Cuando se genera un déficit energético, el metabolismo tiende a ralentizarse como medida de compensación, y también pueden aumentar las señales de hambre como respuesta a la restricción calórica.

Por este motivo, es esencial no caer en estrategias extremas o insostenibles, sino buscar cambios que sean viables a largo plazo y no generen un impacto negativo en la relación con la comida.

El mensaje central es claro: no se trata de prohibiciones absolutas ni de transformar la dieta en un campo de restricciones, sino de ser conscientes de los hábitos cotidianos que pueden estar contribuyendo a un exceso calórico innecesario. En este sentido, el pan, aunque tradicional, no debe considerarse un pilar indispensable en todas las comidas, especialmente si su consumo no se acompaña de un gasto energético adecuado.