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“Una mujer mayor me confesó que se vio obligada a dejar a su marido atrás porque está amputado y no podía afrontar el arduo viaje. Uno de sus hijos se quedó para ayudarle mientras el resto huyó con la esperanza de encontrar un lugar más seguro”. Es el relato de la actriz estadounidense Piper Perabo, que acudió a Grecia de la mano del Comité Internacional de Rescate (IRC, en sus siglas en inglés) para ayudar a concienciar sobre esta crisis humanitaria.
Ese país sigue recibiendo personas cada día por mar. Algunos no pueden evitar llorar al tocar tierra firme. En los últimos nueve días han fallecido 19 personas en accidentes separados al tratar de alcanzar la costa griega desde Turquía. ACNUR denuncia que algunos refugiados les han contado que ahora los traficantes ofrecen descuentos por cruzar con mal tiempo y por trasladar a más personas en los botes.
Medio millón de los más de 643.000 refugiados y migrantes que han llegado a Europa en lo que va de año lo han hecho a través de Grecia, según datos de ACNUR publicados este martes. La Agencia advierte de que es necesario “reforzar la acogida en Grecia y acelerar la reubicación” de los 160.000 refugiados acordados por los Veintiocho. Pero las personas en busca de refugio en Europa llegan de todas partes y bajo todo tipo de circunstancias.
Atravesar África sola y embarazada
La secuestró Boko Haram junto a su familia. Sólo pudo huir dejando atrás a su pequeño de apenas dos años y a su marido. Pasó seis meses recorriendo los miles de kilómetros que separan a su Camerún natal de la costa Libia. Sufrió palizas durante el periplo y fue testigo de varias violaciones a sus compañeras de viaje. En Libia se subió a una barcaza con otras 120 personas, incluidos seis niños. Y todo ello, embarazada.
Collins tiene 25 años. Había pasado tanto tiempo desde que emprendió la huida hacia el norte de su país, que ya había cumplido los nueve meses de embarazo. Se libró de dar a luz a su segundo hijo en esa gran patera en el Mediterráneo por unas cuantas horas. Ya tenía contracciones cuando un barco de Médicos Sin Fronteras la rescató a ella y a sus compañeros el pasado domingo.
Este martes, la ONG ha dado a conocer el testimonio de esta auxiliar de enfermería de un hospital militar que cuenta que antes de emprender su huida llevaba dos años sin recibir su sueldo a pesar de seguir trabajando.
El bebé se llama Divan. Él y su madre fueron transferidos después a un buque de la Guardia Civil rumbo a Italia.
Esperando bajo la lluvia y sin techo
Llueve a mares. Miles de ellos no tienen cobijo. Hay personas de todas las edades, desde bebés hasta ancianos. Incluso unos niños queman un osito de peluche para conservar el calor. Algunas personas llevan los zapatos envueltos en bolsas de plástico y buscan el calor al abrigo de una manta térmica de emergencias… Vienen desde Siria o Afganistán y esperan para pasar de Serbia a Croacia.
Es el relato de organizaciones como Human Rights Watch, ACNUR o MSF. Denuncian que con medidas como la valla levantada alrededor de la frontera húngara (aunque las autoridades magiares destacan que los lugares de paso habilitados continúan abiertos) o el límite del gobierno esloveno a la entrada diaria de un máximo de 2.500 personas en su camino a Austria, las dificultades se acrecientan y las personas quedan “varadas” en las fronteras. Además, este martes Eslovenia ha comenzado a desplegar a su Ejército en la frontera con Croacia con largas columnas de carros de combate y camiones militares incluidos.
A la una de la madrugada cientos de personas habían sido trasladadas desde el campamento croata de Tavornik para esperar el paso de la frontera, según contó un sirio a Human Rights Watch. Es Hadi, un joven de 25 años, que “estaba tiritando de frío mientras hablábamos”, cuenta la investigadora de HRW, Lydia Gall, en el blog de la organización. “Decía que había estado atrapado [en este particular atasco humano] durante casi 20 horas, expuesto a la lluvia y al frío en tierra de nadie entre Croacia y Eslovenia”.
Ala y Mohamed han llegado desde la ciudad siria de Derá, uno de los focos de la guerra civil cuando comenzó hace ya más de cuatro años y medio. Se casaron hace poco y lo celebraron en el barco que les trasladó desde la isla griega de Samos al continente. Se lo cuentan bajo la lluvia a Hana Zabalawi, una trabajadora de ACNUR en Croacia que hace más de dos décadas vivió en su propia piel la huida de la primera guerra del Golfo y ahora ha compartido su experiencia ayudando a quienes llegan.
Unas 1.500 personas pasaron la noche del lunes al aire libre en estas precarias condiciones, según cálculos de MSF. Pero la ONG asegura que unas 5.000 personas transitan la zona cada día. De hecho, las estimaciones de ACNUR dicen que desde el domingo hasta última hora de la tarde del lunes unas 3.000 personas “quedaron a la espera en medio de la incertidumbre, bajo la lluvia, sin cobijo y con una asistencia mínima”.
Distintas organizaciones les ofrecen ayuda casi como si de un escenario posterior a un terremoto se tratara: comida, agua y mantas están entre las principales necesidades de estas personas, donde Médicos Sin Fronteras también anuncia los primeros casos de hipotermia ahora que comienza el otoño. También hay momentos de alivio e incluso para la risa, como este grupo de refugiados alrededor de un fuego.
Algunos reciben comida caliente de organizaciones como Mensajeros de la Paz, que con cocinas ambulantes llegan a alimentar a 4.000 personas diarias entre las fronteras de Serbia, Macedonia y Croacia. El Padre Ángel, de Mensajeros, acaba de estar allí y ha criticado públicamente la lentitud en la respuesta europea:
“Nosotros hacemos lo que podemos: darles comida y quitarles un poco el frío que traen en los huesos. Pero es tremendo. No pueden esperar un minuto más. Yo invito a la autoridades políticas, a los obispos, a que vengan aquí a hacer esas reuniones donde todos hablan pero ninguno mueve ficha. Deberían conocer las necesidades que tiene esta gente, que llama a nuestra puerta, huyendo de la guerra, y nadie les escucha, ni les abre"