“Hay que prepararse para gobernar hasta 2020”, arengó el presidente peronista Néstor Kirchner en 2007. Permanecer dos décadas en la Casa Rosada alternándose uno y otro en el sillón era el sueño compartido con Cristina Fernández, su esposa y socia política, un caso inédito de matrimonio presidencial en toda América.
El plan iba bien. Kirchner ocupó la Presidencia de 2003 a 2007 y ella lo sucedió hasta 2011. Pero la muerte repentina de él, por una parada cardíaca en 2010, lo estropeó. Fernández igualmente se presentó a la reelección en 2011 y triunfó con un aplastante 54,11% de votos (el siguiente más votado llevó 16,81%).
Entonces, envalentonados, los kirchneristas se sacaron de la manga un plan continuista. La diputada Diana Conti planteó la necesidad de “una Cristina eterna”. O sea, impulsar una reforma de la Constitución, que admite sólo dos mandatos consecutivos, para instaurar la reelección indefinida de la presidenta.
No parecía un imposible para ellos pues los Kirchner ya lo habían conseguido en su terruño patagónico, Santa Cruz, la provincia en que cambiaron la carta magna y gobernaron 12 años ininterrumpidos. Y también un amigo del matrimonio, Evo Morales, viene encadenando una presidencia tras otra en Bolivia.
Pero el proyecto se echó a perder en 2013 con la derrota kirchnerista en la elección legislativa de la provincia de Buenos Aires. “Yo sepulté la re reelección de Cristina”, se jacta el diputado Sergio Massa, el candidato más votado en aquellos comicios y actual presidenciable opositor del peronismo no kirchnerista.
El ‘cristinismo’ quedó despistado ante la falta de sucesor entre sus filas. Cristina Fernández quería de presidenciable al ministro de Interior, Florencio Randazzo. Pero los sondeos de popularidad eran desfavorables y debió admitir al candidato de mejor imagen, el gobernador bonaerense Daniel Scioli.
Scioli no es un kirchnerista puro y despierta resquemores en el gobernante Frente para la Victoria (FPV). Por eso la Presidenta en un mitin le encomendó públicamente: "Vos vas a profundizar este proceso". Y enchufó de candidato a vicepresidente a un hombre de su entera confianza, Carlos Zannini.
Fernández está convencida de que con su fallecido marido refundó “la patria” y deja de legado al país “una década ganada”. A juzgar por las encuestas, muchos argentinos piensan igual que ella: se retira del poder con una popularidad elevada, de entre 40 y 50%.
Aunque el próximo 10 de diciembre deberá decir adiós y entregar la presidencia a quien resulte electo en los comicios del domingo -sea Scioli o el opositor no peronista Mauricio Macri-, ella intenta dejar la marca del apellido Kirchner vinculado al poder.
Su primogénito, Máximo Kirchner, debuta el domingo en una elección. Es el primer candidato a diputado nacional por la provincia de Santa Cruz. Y la 'cuñadísima' y ministra en toda la era Kirchner, Alicia Kirchner -hermana de Néstor- se postula de candidata a gobernadora en la tierra natal del clan.
Además, “La Cámpora”, la agrupación juvenil 'ultracristinista’ fundada por Máximo, podría colocar unos 20 diputados propios en el parlamento nacional, según calculan los sondeos. Fernández apuesta por una regeneración. "No se dejen robar de nuevo su futuro", advierte a esos jóvenes.
El destino inmediato de la presidenta es un misterio. De momento ha trascendido que se retiraría al chalé familiar de El Calafate, un rincón de la Patagonia argentina entre montañas, glaciares y bosques. “Allí encontré mi lugar en el mundo”, suele decir, pese a que en esa casa falleció Néstor.
El fantasma que tal vez la aceche es una causa penal, en trámite, por supuestas irregularidades en las cuentas –lavado de dinero- de la empresa familiar de los Kirchner, Hotesur SA, que posee tres hoteles en la Patagonia. “Son todas falacias”, ha descalificado ella.
Ya hubo otros expresidentes, el peronista Carlos Menem (1989-1999) y el conservador Fernando de la Rúa (1999-2001), que debieron desfilar por los juzgados tras dejar la Casa Rosada acusados de corrupción. Incluso Menem tiene una condena de siete años de prisión por contrabando de armas.
En cualquier caso el jefe de gabinete y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández, ya ha adelantado que su jefa política continuaría activa políticamente, aunque viviese en El Calafate. "No se quedará ni cortando rosas ni cuidando nietos", advirtió.
El ‘cristinismo’ duro no se resigna a perder a “la conductora” –así la llaman- y recicla aquella idea inicial de Kirchner de alternancia con su mujer en un nuevo plan. “El gobierno de Scioli puede ser una transición muy constructiva para la espera del regreso de Cristina”, anunció en la campaña electoral Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y ultraoficialista.
Así las cosas, ¿habrá un tercer mandato de Cristina Fernández a partir de 2019? Continuará.