El martes Portugal entra en una nueva etapa política con la unión de los partidos de izquierda de la Asamblea de la República para provocar la dimisión del segundo Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho. Evitarían así que gobierne el partido ganador de las elecciones del último 4 de octubre.
La coalición conservadora de Passos Coelho consiguió el mayor número de votos, pero con 107 diputados se quedó a nueve escaños de los necesarios para la mayoría absoluta en la Asamblea de la República. Desde la misma noche electoral hubo indicios de que las fuerzas de la izquierda –que suman una mayoría de 122 escaños entre los 86 diputados del Partido Socialista (PS), los 19 del Bloco de Esquerda (BE) y los 17 del Partido Comunista (PC)– estaban dispuestas a unirse para promover un Gobierno liderado por el socialista António Costa, pero el Presidente de la República, el conservador Aníbal Cavaco Silva, se opuso.
Aludiendo a la tradición lusa de que gobiernen siempre los partidos más votados, decidió encargar la formación del Ejecutivo a Passos Coelho, quién presentó sus ministros y programa la semana pasada. Todo indica que el martes los tres partidos de la izquierda presentarán una moción de rechazo contra el programa del Gobierno.
“En el momento que la moción de rechazo sea aprobada, el Ejecutivo dimitirá automáticamente, quedando en funciones hasta el nombramiento de un nuevo Gobierno”, explica Jorge Miranda, catedrático de Derecho de la Universidad de Lisboa y uno de los padres de la Constitución lusa. “A partir de entonces corresponde al Presidente de la República encontrar una nueva opción tras consultar con los partidos con presencia en la Asamblea”.
El poder, en manos de Cavaco Silva
Lo racional sería que el Presidente de la República diese paso a un Ejecutivo liderado por el socialista Costa, que ya cuenta con el apoyo de la mayoría de los diputados de la Asamblea de la República. Sin embargo, existen dudas de que Cavaco Silva esté dispuesto a hacerlo tras haberse mostrado públicamente contrario a un Gobierno de izquierdas por considerar que los partidos integrantes son “inconsistentes”.
“Legalmente, el Presidente de la República podría nombrar un Gobierno de iniciativa presidencial”, afirma Miranda. “Sería una especie de Gobierno tecnócrata, sin vinculación a los partidos actualmente presentes en la Asamblea. No obstante, ese Ejecutivo tendría la misma obligación de presentar su programa ante los diputados, y con una clara mayoría en su contra, es previsible que también sería rechazado, nuevamente provocando su dimisión”.
Jorge Reis Novais, especialista en Derecho Constitucional y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa, considera que a Cavaco Silva no le queda más opción que encargarle el Ejecutivo a los socialistas. “Racionalmente, no le queda otra: sólo Costa cuenta con el apoyo necesario para sacar adelante su programa de Gobierno, y por cuestiones constitucionales no se pueden convocar nuevas elecciones hasta el verano que viene”, expone Reis Novais. “También hay cierta presión temporal. Llevamos parados desde el 4 de octubre porque el Presidente ha insistido en nombrar –puramente por afinidad ideológica– a un Ejecutivo que no tenía posibilidad de sobrevivir. Entretanto, van pasando los días y seguimos sin un presupuesto general del Estado para el año que viene, factor que daña la imagen del país”.
“Sus discursos dan la impresión de que nunca entregará el Gobierno a la izquierda. En Portugal tradicionalmente los Presidentes dicen cosas, pero finalmente hacen otras”.
“Claro que”, concluye Reis Novais, “Cavaco Silva no es un Presidente muy tradicional, y su tendencia a ser imprevisible hace que todo sea posible”.
¿Quién es quién en el nuevo panorama político?
Pedro Passos Coelho, el más votado. Primer ministro de Portugal desde 2011, Passos Coelho lidera el Partido Social Democrático (PSD) y gobierna en coalición con el Centro Democrático Social – Partido Popular (CDS-PP) de Paolo Portas. Las políticas de austeridad del primer Ejecutivo de Passos Coelho no fueron populares entre los portugueses, pero la relativa estabilidad de su Gobierno y la mejora sustancial de la economía durante el último medio año hizo posible que su coalición conservadora fuese la más votada en los comicios del pasado cuatro de octubre.
Sin una mayoría en la Asamblea de la República, Passos Coelho se verá obligado a dimitir en el momento que la izquierda rechace su programa de Gobierno. No tira la toalla: “No dejaré de asumir mis responsabilidades, incluso desde la oposición”.
António Costa, el resucitado. Hace medio año todas las encuestas indicaban que Costa, el popular alcalde de Lisboa, sería el próximo Primer ministro luso. Sin embargo, su campaña electoral fue calamitosa y al final sólo consiguió 86 escaños. Muchos daban por hecho que se vería obligado a dejar la secretaría general de los Socialistas, puesto que ocupa desde hace apenas un año.
Inesperadamente, Costa ha logrado el milagro de reunir a las fuerzas de la izquierda contra Passos Coelho, pasando de ser el gran derrotado de los últimos comicios al probable próximo primer ministro. Pese a ello, su futuro político será complicado. Como gobernante tendría que conciliar su promesa de cumplir con las obligaciones de Portugal frente a Bruselas y la OTAN con los ambiciosos planes sociales del BE y el PCP. A la vez, también se enfrenta a la oposición interna, ya que el eurodiputado Francisco Assis ha anunciado su intención de disputarle el liderazgo en el próximo congreso socialista, que tendrá lugar a principios del año próximo.
Catarina Martins, la estrella de la izquierda. Martins, ex-actriz de 41 años, es la responsable del éxito electoral del BE, que pasó de los 8 a los 19 escaños en los últimos comicios. Aunque su partido, compuesto por trotskistas y maoístas, está liderado por un comité de seis personas, Martins es la que más destaca y se ha convertido en la estrella de la izquierda gracias a su oposición agresiva en los debates parlamentarios sobre las políticas de austeridad del Gobierno.
Martins ha apoyado la opción de un Gobierno Costa desde el momento que se conocieron los resultados de los comicios, pero es probable que la convivencia política entre los socialistas y su partido sea tensa. El éxito electoral del BE ha sido a costa del PS, y su misión expresa de “cambiar el sistema” choca con las posiciones mucho más centristas del líder socialista.
Jerónimo de Sousa, el conciliador. Históricamente, los comunistas y los socialistas portugueses nunca han conseguido entenderse. El PC, muy respetado por su oposición al régimen salazarista y su liderazgo durante la Revolución de los Claveles, ha mantenido su presencia considerable en la Asamblea de la República gracias a una base de apoyo popular leal y su estrecha vinculación con los principales sindicatos lusos.
Desde sus escaños ha mantenido sus férreas posiciones políticas contra el gran capital, los pactos europeos y la OTAN. A sus 68 años, todo indicaba que el actual líder de los comunistas lusos, Jerónimo de Sousa, iba a mantener la tradición de evitar pactos con los otros partidos de la izquierda, y por eso la sorpresa fue absoluta cuando anunció que apoyaría a Costa, lanzando un salvavidas al político socialista que todos daban por derrocado. Al igual que Martins, queda por ver si la convivencia a largo plazo será factible. Por el momento, los portavoces del PCP descartan entrar en el Gobierno de Costa, por lo que no lo tendrán muy complicado si deciden retirar su apoyo y tumbar el Ejecutivo por desacuerdos en el futuro.
Cavaco Silva, el fantasma de la Transición. Quien fue primer ministro conservador entre 1985 y 1995 vive sus últimos momentos como Presidente de la República (su mandato concluye en enero) en plena crisis constitucional. Está claro que no le gusta nada pasar de ser un jarrón chino a tener un poder decisivo en el futuro político del país, especialmente cuando eso implica entregar el Ejecutivo a la izquierda. Se ha saltado la neutralidad criticando a la izquierda como una facción inestable y de poco fiar, por lo que queda por ver si encargará el Gobierno a Costa –político que detesta– o si arriesgará la estabilidad económica del país nombrando una serie de Gobiernos tecnócratas para evitar que los socialistas consigan controlar el Ejecutivo.