Niebla, lluvia y viento obligaron al BOEING 737-800 de FlyDubai a abortar su aterrizaje sobre Rostov del Don -Rusia-. Tras rondar el aeropuerto durante dos horas, el piloto volvió a acercarse a la pista, pero las pésimas condiciones atmosféricas frustraron el nuevo intento. Después de ese segundo ascenso, la nave cayó en picado. Murieron 62 personas, entre ellas dos españoles. Alejandro Álava Cruz y Javier Alejandro Curbelo Caro -ambos canarios- formaban parte del personal de la aerolínea. De hecho, Álava fue el copiloto durante el trayecto.
La compañía -low cost de Emirates- ha prometido una “rápida y profunda investigación de lo sucedido”. En un primer momento, se dijo que el avión se estrelló cuando trataba de aterrizar por segunda vez, aunque los investigadores han rectificado y aseguran que cayó cuando daba una vuelta alrededor del aeropuerto tras el último intento.
En el vídeo del accidente, se percibe una caída angular, casi vertical, a más de cien metros por segundo. ¿Fueron las condiciones meteorológicas? ¿Un fallo técnico? ¿Un error humano? ¿Una combinación de todas ellas? Toni E. Cantó, coordinador de La pizarra de Yuri y experto en accidentes aéreos, apuesta por un fallo del piloto, aunque deja claro que “se trata de una mera hipótesis realizada a partir de sucesos anteriores similares y con todo el respeto del mundo, entendiendo que todavía hay muchos datos que se desconocen y que revelarán las cajas negras”.
Cantó considera “muy probable” que “un error en la sustentación” supusiera la caída en picado de la nave. “En 2013 hubo en Kazán un accidente similar, la caída es prácticamente idéntica y la falta de sustentación fue la clave”. En una avión actúan cuatro vectores de fuerza fundamentales: peso, empuje, arrastre y sustentación. Ésta se consigue, explica Cantó, haciendo pasar un flujo de aire por las alas. “Por eso, los aviones tienen que estar siempre avanzando hacia delante y no pueden quedarse parados”.
Cuando el aire circula por las alas con fuerza, se genera el sustento suficiente para vencer el peso. “Existen varios dispositivos en el avión como los flaps y los slats que, configurados, modifican la capacidad de sustentación”, relata este experto en aeronaves.
Cantó percibe dos tipos de errores humanos que pudieron desencadenar el accidente: “El avión ascendió muy rápido tras el segundo aterrizaje. Quizá se quedara sin velocidad -sin sustentación- y por eso cayera en picado. Otra opción es que el piloto no configurara bien estos dispositivos -un error de previsión- y al alcanzar altura, la nave no pudiera sostenerse. También podría tratarse de una mezcla de ambas cosas”.
El escritor de La pizarra de Yuri describe así la atmósfera que suele rodear los abortos de aterrizajes sumidos en deplorables condiciones atmosféricas: “Son decisiones que se toman en décimas de segundo. La tensión es más que evidente. Se juntan varias cosas: un aeropuerto que no conoces, la lluvia, la niebla… En estos casos, no suele haber un error que suponga la caída del avión, sino una combinación de varios factores. El piloto no hubiera fallado en la configuración de la sustentación en un episodio normal”.
Algo similar ocurrió en Barajas en 2008 con el vuelo de Spanair -murieron 154 pasajeros- revela Cantó: “Al prepararse para despegar, configuraron correctamente estos dispositivos de sustentación. Un fallo técnico les obligó a cancelar la subida y, entonces, retiran estos dispositivos. Una vez resuelto el problema, vuelven a la pista y despegan, pero habían olvidado desplegar de nuevo las herramientas de sustentación. La nave se elevó, dio un brinco y se estrelló”.