En los dos últimos años han llegado a Alemania unos de 450.000 niños refugiados. La mayoría de ellos lo han hecho acompañando a sus familiares. Entre los más de 1,1 millones demandantes de asilo que Alemania acogió en 2015 y entre los 170.000 que ha recibido este año según datos oficiales hay un porcentaje de niños y menores que han viajado solos hasta el continente europeo. También han llegado a Europa en circunstancias dramáticas. A muchos de ellos se les acaba dando por desaparecidos debido a fallos existentes en el sistema de acogida alemán. Sin embargo, aunque puedan terminar en buenas manos, no faltan motivos para ver a estos menores como uno de los colectivos más frágiles en la crisis de los refugiados.
Debido probablemente a la abrumadora dimensión que ha tenido para toda Alemania las la crisis de los refugiados, no se ha prestado especial atención a los casos de menores solitarios procedentes en su mayoría de Afganistán, Siria, Eritrea, Marruecos o Argelia dados por desaparecidos en suelo germano. Al menos así ha sido hasta que el pasado fin de semana llegaron a la oficina de Luise Amtsberg, diputada ecologista en el Bundestag, las respuestas del Gobierno a sus preguntas al Ejecutivo sobre los menores que viajan solos en busca de asilo y que han sido dados por desaparecidos. En ese escrito, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, en 2015 las autoridades germanas contaron 8.006 denuncias de desapariciones de este tipo. Un total de 635 eran niños – personas de menos de 14 años según la descripción alemana. Los 7.371 restantes eran adolescentes.
“En realidad no se sabe cuántos niños están de verdad desaparecidos, pero las cifras son muy preocupantes”, dice a este periódico Claudia Kepp, de la ONG de protección de la infancia Save The Children Alemania. Hasta principios de este mes, el Ministerio del Interior ha contabilizado 8.629 denuncias de desaparición de menores refugiados no acompañados (781 niños y 7.756 adolescentes). Estos datos también se miran con inquietud en la Federación Alemana para los Menores Refugiados No Acompañados (BumF, por sus siglas alemanas). “Los datos los vemos con preocupación, aunque la gran mayoría de estos niños están en una buena situación”, asegura Tobias Klaus, responsable de la BumF. Según esta organización, en Alemania se contaban en 2015 unos 45.000 menores y jóvenes adultos no acompañados entre los refugiados y solicitantes de asilo.
EXPUESTOS A LA EXPLOTACIÓN
Los temores que se escuchan en Save The Children Alemania o en la BumF se explican en la medida en la que los menores que viajan solos a Europa están especialmente expuestos a las redes de tráfico de personas. “A estos niños y menores les pueden pasar muchas cosas, es cierto que pueden acabar en casa de familiares o de amigos, pero también lo es que pueden acabar siendo explotados, haciendo todo tipo de trabajos, incluso prostitución”, afirma Kepp. “Cruzar los Balcanes, por ejemplo, expone a muchos más riesgos a través del contacto con traficantes de personas, que, por ejemplo, tomar un avión en Atenas con destino Hamburgo sabiendo que allí te espera tu familia”, abunda Klaus.
Save The Children Italia publicó un informe el año pasado dando cuenta de los alarmantes riesgos los que se expone esta población de menores. El documento lleva por título “Pequeños esclavos invisibles” y en él se expone la explotación que afecta, particularmente en Roma, a menores procedentes de Egipto y Nigeria. En estos colectivos abundan quienes acaban realizando trabajos mal remunerados, practicando la prostitución o contribuyendo a la venta de drogas para pagar así deudas contraídas con los responsable de las venidas ilegales a Europa.
“Muchos de estos menores al llegar a Italia no quieren ser identificados, para poder así hacer la petición de asilo en el país donde tienen familiares o conocidos, esto los expone a múltiples formas de explotación”, aclara a este diario Michele Prosperi, de Save The Children Italia.
Con todo, en el Ministerio del Interior alemán, que dirige el cristianodemócrata Thomas de Mazière, se muestra menos preocupación que en las ONG. Esencialmente porque a los responsables de Interior no les consta que en Alemania este colectivo de menores que figuran como “desaparecidos” haya caído en manos de las redes de prostitución, de tráfico de seres humanos o de drogas. La inquietud generada por esa posibilidad llevó en buena medida a la ecologista Luise Amtsberg a realizar sus preguntas al Gobierno alemán en el Bundestag.
Preguntados por este periódico, responsables del Ministerio del Interior germano indican que “no hay indicaciones que hagan pensar que estas desapariciones estén vinculadas a que se utilice a estos niños para ser explotados”. “No es lo típico de estos casos”, porque “lo habitual es que cuando un menor llega a un lugar de registro, se ocupe de él el servicio de atención juvenil, pero cuando se va del hogar de acogida, porque se puede ir al no ser un correccional, es el mismo servicio para jóvenes el que pone la denuncia de desaparición”, indican en el ministerio. Acto seguido, lo que hacen los menores en esa situación, es ir a casa de familiares, amigos o conocidos, según las explicaciones que dan las autoridades germanas. En su nuevo hogar de acogida, puede que no se sepa que la marcha del menor se ha denunciado como desaparición.
DEFICIENCIAS EN EL SISTEMA DE ACOGIDA
En definitiva, estas denuncias de desapariciones dan cuenta de que hay niños y adolescentes refugiados que “dejan el sistema de acogida alemán”, según Klaus, el responsable de la BumF. Debido al sistema de reparto de demandantes de asilo que aplica Alemania entre los Länder (estados federales), no está ni garantizado ni es inmediato que el menor vaya con sus familiares o conocidos.
“Por ejemplo, aunque un menor asilado tenga familia en Berlín, puede que tengan que ir primero a Múnich a esperar para poder ir oficialmente a Berlín”, ejemplifica Kepp, la responsable de Save The Children Alemania. “En casos así lo más probable es que ese menor decida irse directamente donde sabe que tiene un hogar”, añade.
Otro de los motivos que está detrás de estas denuncias de desapariciones no resueltas es lo desbordadas que se han visto las autoridades germanas frente a la crisis de los refugiados. “La acogida no está funcionando y no evita que los adolescentes dejen el sistema de acogida”, mantiene Klaus. “Hay quien no ha comprendido qué va a pasar con ellos en Alemania, o los hay que han esperado meses para poder ir a la escuela. Cuando esto ocurre, es fácil que dejen el lugar donde están y que vayan ilegalmente a otros sitios, donde han escuchado que la acogida funciona mejor o donde saben que hay gente que se puede ocupar de ellos”, concluye.