Colombia: que no haya más víctimas
Mientras que a los terroristas se les permita escapar de la cárcel y permanecer impunes ante la justicia por sus delitos, seguirá habiendo víctimas colombianas.
¿Cuándo se parará la cuenta de víctimas?
Habrá más víctimas mientras se tolere el narcotráfico, no se fumigue, no se erradiquen manualmente los cultivos, no haya programas de sustitución de ingresos que apunten a proteger el bosque tropical;
Habrá más víctimas aunque Farc deje de disparar, mientras se acepte que el narcotráfico es delito político, sin extradición, sin cárcel doméstica y con elegibilidad política;
Habrá más víctimas mientras se acepte que el asesinato y secuestro de la autoridad constitucional, los soldados y policías, son delitos políticos sin consecuencias sancionatorias;
Habrá más víctimas mientras para los responsables de delitos atroces se prometa una ley de punto final con la disculpa de que serán investigados, juzgados y sentenciados pero con la consecuencia de ser eximidos de la cárcel a condición de que acepten los crímenes y siempre con la garantía de elegibilidad política. Ley que como en otros países será derogada o inaplicada;
Habrá más víctimas mientras el terrorismo prime sobre la justicia, bien a través de un canto unánime de impunidad o con la concesión de participar en la escogencia de sus propios jueces;
Habrá más víctimas con el mal ejemplo que de La Habana reciben el ELN y las bandas criminales;
Habrá más víctimas mientras que los terroristas perciban que basta con escalar sus acciones criminales para que el Gobierno los invite al diálogo, que sin condiciones previas como la suspensión efectiva del delito, se convierte en una ventana de visibilidad para aparentar como redentores sociales;
Habrá más víctimas mientras la ciudadanía, por falta de una política confiable de seguridad, tenga que someterse a la extorsión y al control territorial del terrorismo;
Habrá más víctimas mientras las Fuerzas Armadas estén desmotivadas, igualadas al terrorismo y sin una solución judicial digna e independiente de la ofrecida a los criminales;
Habrá más víctimas al sumar a los despojados de la tierra los ciudadanos adquirentes de buena fe, obligados injustamente a devolver sus bienes;
Habrá más víctimas mientras los terroristas no enfrenten autoridad que los disuada de quemar vehículos y dinamitar negocios de ciudadanos laboriosos, la regla de nuestros compatriotas, que se han negado a pagar extorsión;
Habrá más víctimas porque la impunidad, partera de criminales, niega el derecho de la comunidad a la No Repetición de la Violencia;
Habrá más víctimas con sanguinarios ricos, que al no entregar su dinero para reparar el dolor causado, lo utilizan para continuar con el delito en la versión de su combinación con la política;
Habrá más víctimas mientras a los cabecillas de unos grupos los consideren como líderes políticos, a los de otros no los persigan con iniciativa militar contundente, para lo cual no se requiere que los califiquen como actores políticos, basta observar en la notoriedad de los hechos la sistematicidad del delito y la organización para cometerlo;
Habrá más víctimas mientras el Gobierno, por no indisponer al terrorismo, se abstenga de lanzar una política contundente de desmovilización de jóvenes engañados, que dejaría solitarios a los cabecillas. Esta política se debería complementar con acciones integrales y masivas para que los jóvenes en riesgo encuentren oportunidades que les cierren la puerta al camino desesperado del delito;
Habrá más víctimas por decisiones politizadas de administradores de justicia, que anuncian impunidad al terrorismo insurgente y buscan cualquier pretexto o falso testigo para encarcelar a aquellos cercanos a un pensamiento diferente.
No me voy a referir a mis consanguíneos, las lágrimas vierten hacia adentro; tampoco a la totalidad de mis compañeros, presos políticos, figura extraña en la tradición democrática de Colombia. Me voy a referir tan solo a uno de ellos, que bien los representa a todos, a la persona inmaculada de Alberto Velásquez Echeverri. Para condenarlo solamente aceptaron dos pruebas, el testimonio de la señora Medina y el del doctor Carlos Gaviria que finalmente nunca fue escuchado.
Validaron el testimonio de la señora, no obstante su cantidad de mentiras como que había visto tulas de dinero en la Presidencia. La Corte nunca quiso investigar el patrocinio recibido por la señora de parte del narcotráfico que con ella se vengaba del Gobierno que los extraditó. Cuatro magistrados que actuaron en el juicio fueron elegidos por magistrados que se declararon impedidos, que también nombraron a cuatro de los cinco conjueces, uno de ellos el doctor Sampedro, Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana. Dos de los conjueces llevaban casos ante el magistrado ponente que propuso la condena de Alberto. El conjuez William Monroy no se declaró impedido a pesar de ser el abogado de Daniel Coronell, el periodista que entrevistó a la señora Medina para promover la falsa denuncia. Álvaro Osorio, fiscal acusador, fue nombrado magistrado auxiliar de uno de los magistrados que condenó. Alberto está enfermo, es mayor de 65 años y le han negado la libertad condicional.
Habrá más víctimas mientras no se recupere el pedestal de la justicia que a muchos, hace ya décadas, nos enseñaban a respetar con reverencia.
*El expresidente de Colombia Álvaro Uribe es uno de los principales críticos con las negociaciones de paz del Gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla Farc.