La noticia había sido adelantada, de un modo no oficial, por el Cardenal Lehmann, uno de los grandes cerebros de la Iglesia Católica, teólogo alemán, ya jubilado (nació en 1936), pero con gran autoridad, en la línea del Papa Francisco. Este Lehmann pidió hace unos días que se concediera el diaconado a las mujeres, diciendo que la “cosa” responde no sólo a la praxis de la Iglesia antigua, sino a las necesidades actuales de los cristianos.
En esa línea, este pasado 12 de Mayo del 2016, el Papa ha sorprendido a las mujeres de UISG (Unión General de Superioras Generales), diciéndoles que el tema está en estudio, y que sería bueno crear una comisión oficial para estudiarlo, desde el punto de vista bíblico, histórico etc.
Con toda intención, el Papa se lo ha dicho a unas monjas, pues ellas serían las primeras destinatarias del diaconado femenino, ya que muchas están mejor formadas que los miembros del clero masculino y realizan las funciones de servicio (es decir, de diaconía) más importantes de la Iglesia.
Con la autoridad que él tiene, el Papa podría haber resuelto el tema por sí mismo, por decreto ley (Motu Proprio), promulgando hoy mismo, un documento en esa línea. Pero bastantes problemas tiene el Papa con su Curia Vaticana para añadir uno más, y por eso ha decidido crear una comisión, que deberá tratar cuatro o cinco temas:
1.- Precisar el contenido y función del diaconado
Para qué hacen falta y qué servicio podrán realizar las diaconisas con los diáconos que, en principio, forman parte de los tres “ordenes” del sacerdocio: (a) Los sacerdotes más altos son los obispos, responsables de cada diócesis. (b) Los intermedios son los presbíteros, que se conocen ordinariamente como sacerdotes o curas, encargados en general de las parroquias en las que se dividen las diócesis. (c) Los terceros sacerdotes son los diáconos, que en principio se dedicaban a los temas de economía y de servicio social (ayuda a los pobres, comunicación de bienes...) en la Iglesia.
Pero de hecho la tarea de los diáconos había caído en desuso desde hace casi mil quinientos años, cuando obispos y presbíteros tomaron toda la autoridad, de manera que el diaconado se confería (como en la actualidad), para unos pocos meses, de manera que los diáconos se entrenaran un poco, como simples ayudantes, para ordenarse luego de presbíteros y más tarde de obispos (si fuere el caso). De todas formas en los últimos decenios, a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha empezado a ordenar a diáconos permanentes (no para ser después presbíteros, sino para actuar siempre como diáconos), sin obligación de celibato (¡gran novedad!).
Los pocos diáconos permanentes que hay en la actualidad son en general padres de familia, con una situación económica estable (no suelen recibir paga extra por su ministerio), que ayudan a los párrocos en algunas funciones: presidir la “liturgia de la palabra” (misas sin consagración), bautizar, casar, dirigir la catequesis etc. Por ahora, esos diáconos han sido, en general, poco utilizados, pues no han encontrado el lugar que tenían al principio de la Iglesia, de manera que se han convertido casi en meros “criados” de los presbíteros y obispos, y para eso no merecía la pena que hubieran surgido... Pero da la impresión de que las cosas pueden cambiar, si sigue adelante la propuesta del Papa Francisco.
2.- Hay de fondo un tema bíblico
Como se sabe, la Iglesia quiere fundarse en la Biblia. Pues bien, en el Nuevo Testamento, los diáconos (es decir, los encargados de los servicios sociales y de la economía) son, al menos, tan importantes como los presbíteros y los obispos, y en principio no había ninguna norma prohibiera la existencia de mujeres diáconos (es decir, de diaconisas), como muestran los escritos de por San Pablo y sus discípulos, donde vemos que había casi más mujeres que hombres dirigiendo, como diaconisas (en sentido extenso) la vida y funciones de las comunidades.
La tarea de los diáconos había caído en desuso desde hace casi mil quinientos años
Ciertamente, hay teólogos y cardenales mucho más papistas que el Papa que recodarán un texto de las cartas de Pablo, donde se dice que “las mujeres están calladas en la Iglesia, y que si tienen que aprender algo se lo pregunten a sus maridos” (1 Corintios 14, 34). Pero todo el mundo sabe que ese texto lo ha introducido mucho más tarde en la Biblia un eclesiástico varón que se oponía a la autoridad y a la importancia de las mujeres en la Iglesia. Sin duda alguna, la comisión de técnicos dirá al Papa no hay problema para la ordenación de mujeres diaconisas.
3.- Un aspecto histórico que tampoco creará dificultades.
Es absolutamente seguro que en los primeros siglos de la Iglesia, por lo menos hasta el año 500, hubo diaconisas que actuaban no sólo en algunas ceremonias litúrgicas (como el bautismo de mujeres), sino en otros servicio de asistencia social que eran por entonces los más importantes en la iglesia. Con el paso del tiempo, esas obras sociales perdieron su importancia, y la Iglesia se hizo más clerical en sentido moderno, insistiendo en la autoridad sagrada del obispo y en la función sacramental de los presbíteros (decir misas, confesar, administrar los sacramentos…), que coparon casi todo el poder sagrado y social, marginando a las mujeres, de manera que en un momento dado dejo de haber diaconisas (y en sentido estricto también diáconos).
Pero gran parte de la Iglesia actual, con el Papa Francisco quiere retomar los servicios sociales en la Iglesia, en línea de justicia y de misericordia, de manera que en este momento resultan absolutamente necesarios un tipo de diáconos. La situación es clara: Obispo y presbíteros están perdiendo gran parte de sus funciones y de su autoridad, y de hecho la nueva Iglesia está empezando a ser y será muy pronto mucho más “diaconal”. Pues bien, en este campo es necesaria la presencia y acción de muchas mujeres, que realizan ya de hecho la tarea central de la iglesia (acción caritativa, asistencia social, cuidado sanitario etc.).
4.- El cuarto problema es de organización.
El clero tradicional (obispos y presbíteros), al menos en occidente, está no sólo envejecido, sino que irá desapareciendo en los próximos decenios, pues no hay “vocaciones”. Pues bien, no hay vocaciones para este tipo de clero, que ha realizado una gran función durante quince siglos (o por lo menos desde hace mil años), pero que ha cumplido ya su ciclo, de forma que no hay posible vuelta atrás…, mientras están surgiendo otro de vocaciones para el diaconado cristiano.
Pues bien, eso que por un lado parece una fatalidad, una inmensa desgracia, puede ser una gran bendición y una magnífica oportunidad, a fin de que la Iglesia vuelva a su principio, descubriendo su identidad “diaconal”, como experiencia mística de comunicación con Dios y servicio a los pobres, excluidos y marginados de la sociedad. En el fondo, muchos pensamos que la propuesta de ordenar mujeres diaconisas no es sólo una bonita oportunidad, sino una obligación cristiana, por fidelidad al evangelio y por exigencias de la sociedad actual.
5.- Quinto y último tema.
Y aquí está llegando la gran novedad: Una vez que se ordene a mujeres como “diaconisas”, es decir, como sacerdotes para los servicios sociales de la Iglesia, se plantea la gran pregunta: ¿En qué se distinguen esas diaconisas de los presbíteros y obispos? Prácticamente en nada, pues obispos, presbíteros y diáconos “participan” del único sacerdocio del pueblo de Dios.
Ya sé que se ha dicho que el tema de la ordenación de mujeres como presbíteros y obispos está cerrado, que es imposible, porque lo impide la Biblia y la condición femenina (acogedora, pero no activa) de las mismas mujeres... Sin duda, ese tema está cerrado “en la actualidad”, en el momento actual de pensamiento de muchos clérigos (incluso papas y cardenales de los últimos decenios), pero no está cerrado ni en la Biblia ni en la vida de la Iglesia, por lo que se planteará muy pronto, dentro de unos decenios.
¿En qué se distinguen esas diaconisas de los presbíteros y obispos? Prácticamente en nada
Pero no adelantemos acontecimientos, no empecemos por el cuento de la lechera. El Papa Francisco quiere ir “paso a paso”, sin enfrentarse con una parte muy significativa de la Iglesia. Pero una vez que ha creado (quiere crear) una comisión para el estudio del diaconado de las mujeres, una vez que se ha planteado el tema y función de los diáconos (que en el principio de la iglesia eran casi más importantes que los obispos y presbíteros...), las cosas pueden cambiar y cambiarán rápidamente, no por imposición de arriba, sino por la misma marcha de la historia.
No merece la pena “ordenar” mujeres diaconisas para que después hagan las pocas cosas que hacen ahora los diáconos que existen, sino que ellas han de surgir para animar y organizar la gran diaconía o servicio humano que realizó Jesús, que no era presbítero ni obispo en el sentido posterior, pero era diácono, como dice sin cesar el Nuevo Testamento. En esa línea, si la iglesia crea diaconisas, ellas y los diáconos, si lo son de verdad, serán de hecho, en pocos decenios, tan importantes como los presbíteros y obispos, o incluso más.
Una vez que se abre una puerta no puede cerrarse la corriente de aire. Y el aire nuevo del “espíritu cristiano” parece estar entrando en la vieja casa de la iglesia, cada vez más vacía de curas (con iglesias museo, si son hermosas; con iglesias cerradas, si no son tan hermosas). Si el Papa abre esa puerta del diaconado femenino (¡y deseo que lo haga!), si las diaconisas asumen su función originaria, en las nuevas condiciones del siglo XXI, las cosas de la Iglesia cambiarán de un modo radical. En un sentido seguirá creciendo el alejamiento de muchos, la distancia de las grandes masas, que están dejando de ser cristianas en la línea antigua. Pero, en otro, podrá renacer la verdadera Iglesia de Jesús y de sus primeros seguidores y seguidoras.
Y con esto voy a concluir el tema. Puede parecer una nimiedad, que el Papa diga a unas monjas reunidas en Roma que está pensando crear diaconisas (¡precisamente entre las monjas!). Pero si lo hace, si la comisión da un dictamen favorable y surgen verdaderos diáconos y diaconisas (a pesar de las protestas clasistas de algunos cardenales y clérigos, con otros seglares clericalizados en el mal sentido de la palabra)... la Iglesia católica cambiará de raíz, para bien no sólo de los mismos católicos y del resto de los cristianos, sino incluso de aquellos que no son creyentes en sentido religioso, pero que buscan y quieren el bien de la humanidad.