“El islam no tiene sitio en este país”. “No toleraremos la llegada masiva de inmigrantes musulmanes que empiecen a construir mezquitas”. “El problema no es que los inmigrantes vengan, sino que están cambiando el carácter del país”. Estas declaraciones no corresponden a la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, ni a ningún otro político de extrema derecha. Las ha realizado el primer ministro eslovaco, el socialista Robert Fico. Acaba de iniciar su tercer mandato en un gobierno de coalición tras ganar las elecciones en marzo. Y su país asume la presidencia de turno semestral de la Unión Europea a partir del próximo 1 de julio, en plena crisis migratoria.
Durante su visita a Bruselas este miércoles, Fico ha sido mucho más comedido en sus palabras. Se ha reunido con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y con el de la Comisión, Jean-Claude Juncker para preparar la presidencia. Y ha evitado hacer nuevas declaraciones incendiarias contra la política migratoria comunitaria. Cuando dirija la UE, ha dicho, Eslovaquia actuará como un “intermediario honesto” cuya prioridad será aproximar las diferentes posturas de los países miembros. “Eso no significa que estamos dispuestos a cambiar nuestra posición nacional”, ha avisado.
El papel de la presidencia rotatoria de la Unión Europea ha perdido mucho peso desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Ahora, el presidente del Consejo Europeo tiene un papel mucho más relevante en las cumbres que el de Fico. Pero Eslovaquia todavía podrá al menos aplazar o ralentizar los acuerdos sobre los temas que no le interesan, como el reparto de refugiados, ya que la presidencia rotatoria sigue siendo la responsable de fijar la agenda y dirigir los debates de los ministros de Interior de los 28.
Incluso los socialistas cuestionan a Fico
La retórica islamófoba y anti inmigración de Fico incomoda incluso a sus socios del Partido Socialista Europeo. El presidente del grupo socialista en la Eurocámara, el italiano Gianni Pitella, llegó a pedir el año pasado su expulsión del partido. “La persistente falta de voluntad de asumir responsabilidades y mostrar solidaridad en el marco de la crisis de refugiados contradice nuestros valores y nuestras convicciones políticas. No es suficiente con autodenominarse progresista. Hace falta demostrarlo con palabras y con hechos”, sostiene Pitella.
El Partido Socialista Europeo ha debatido la suspensión del primer ministro eslovaco pero hasta ahora no ha hecho nada. El presidente de la formación es el búlgaro Sergéi Stanishev y de momento prevalece la “solidaridad” entre los países del este, que protege a Fico, según explican fuentes del partido.
En su rueda de prensa conjunta con el primer ministro eslovaco, Juncker ha dicho que respeta sus puntos de vista e incluso “comprende” algunos matices de su posición. Pero también le ha dirigido una advertencia clara. “Le he pedido a Robert que sea un líder muy pro europeo durante los próximos seis meses, y él me ha prometido que lo hará. Yo no lo dudo”, ha asegurado el presidente de la Comisión. Los dos se conocen desde 2006 y negociaron la entrada de Eslovaquia al euro. Y Juncker ha estado en contacto permanente con Fico durante su reciente y complicada operación de cirugía cardíaca.
Más comprensivo incluso se ha mostrado Tusk, que dice tener “elevadas expectativas” sobre la presidencia eslovaca. El presidente del Consejo Europeo ha salido también recientemente en defensa del primer ministro húngaro, el conservador Víktor Orban, el otro gran defensor en la UE de la línea dura en materia migratoria.
Bloqueo a las cuotas de refugiados
El primer ministro eslovaco ya ha dejado claro que hay algunas iniciativas de la Comisión en materia migratoria que sí considera “positivas”. Y las ha enumerado. Se trata de todas aquellas dirigidas a reforzar las fronteras exteriores de la UE: el acuerdo con Turquía, los controles en el espacio Schengen o la creación de una guardia europea de fronteras. En todos estos capítulos habrá avances durante la presidencia eslovaca.
En cambio, Fico cuestiona las políticas de solidaridad y reparto de la carga entre los países miembros en materia de asilo. En particular, la propuesta de Bruselas para crear un mecanismo permanente y automático de reparto de refugiados, con una penalización de 250.000 euros por persona a los países que se nieguen a acogerlos. “Este es uno de los temas en los que hay opiniones diferentes. Haremos todo lo posible para que todos los estados miembros puedan expresar su opinión”, ha dicho el primer ministro, que elude asumir compromisos sobre los plazos para alcanzar un acuerdo.
Así, es improbable que las negociaciones sobre este mecanismo permanente de cuotas avancen durante la presidencia eslovaca. El resto de países del denominado grupo de Visegrado –Polonia, República Checa y Hungría- también han expresado ya su rechazo y el gobierno en funciones de Mariano Rajoy tiene fuertes reservas.
Los países del este ya votaron en contra del reparto de 160.000 refugiados acordado por la UE el pasado septiembre. Y Eslovaquia fue el primero en presentar un recurso ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo contra esta decisión, que todavía no se ha dilucidado. Uno de sus argumentos entonces fue que en Eslovaquia no hay mezquitas y por tanto podía acoger únicamente a refugiados cristianos. Hasta ahora se ha relocalizado sólo a 1.860, pero ninguno en Eslovaquia. “Hemos dicho desde el principio que las cuotas no tienen sentido”, insiste Fico.