El reclutador de yihadistas que fingió su propia muerte
Francia emite un documental filmado en Siria y orquestado por un reclutador yihadista que reaparece tras fingir su muerte en 2015 para esquivar los radares internacionales.
3 junio, 2016 03:42Noticias relacionadas
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“Está usted hablando con Omar Omsen. ¡Estoy vivo!” Así comprendió Romain Boutilly, periodista de France 2 al frente del documental ‘Yihad: los reclutadores’, que al otro lado del teléfono no hablaba un conocido del “difunto” terrorista, sino el propio reclutador, resucitado de una falsa muerte que él mismo se encargó de difundir en tierra siria en el verano de 2015. Medios como Le Monde se hicieron el pasado mes de agosto eco de la artimaña, dando por fallecido a este francés de origen somalí, que durante el año 2013 logró captar a al menos 80 jóvenes en Saint-Roch y Ariane, los barrios populares de Niza donde él mismo creció.
Antes de entrar en los radares de los servicios de Inteligencia por actividad terrorista, Omsen encadenó varias visitas a prisión; por vandalismo primero, intento de asesinato y robo armado en varias joyerías después. Durante su última estancia entre rejas terminó abrazando el islam radical, convirtiéndose en un relevante propagandista del terrorismo islamista en el panorama francés. De hecho, es autor de la serie documental titulada 19HH (en referencia a los 19 terroristas implicados en el 11-S). Él mismo elaboró esta serie y difundió sus episodios durante meses a través de YouTube. El documental desvela que Omar se encerraba en aquel momento 12 horas al día para la creación de estos vídeos.
Con estos vídeos, Omsen pretendía explicar a sus interlocutores a través de imágenes de complots con referencias coránicas manipuladas a su beneficio, los orígenes de la humanidad y del islam. Lejos de ser anecdótico, este ejercicio propagandístico le convirtió en un vector esencial del reclutamiento terrorista en el año 2013, recaudando miles de visitas y utilizándolo para reunir bajo su mando de Al Nusra (rama de Al Qaeda en el Levante de Oriente Medio) a 150 combatientes. Hoy, el Estado Islámico le ha arrebatado la cuasi totalidad de sus miembros, dejándole con una treintena.
FINGIÓ SU MUERTE
Durante el documental, emitido en Francia la noche de este jueves, Omar Omsen se enorgullece de haber montado el escenario de su propia muerte y difundido el rumor “para poder salir de Siria y someterse a una importante operación quirúrgica en un país vecino sin despertar sospechas”. Los periodistas del programa ‘Complement d’Enquête’ ignoraban, como el resto de los medios, que Omsen seguía vivo. De hecho, fue él mismo quien se puso en contacto con los reporteros al recibir un mensaje de su prima, todavía en Niza, avisándole de que se preparaba un documental sobre el reclutamiento en Francia. La megalomanía de Omsen fue más fuerte que sus ganas de mantenerse fuera de los radares.
El periodista Romain Boutilly explica que el reclutador le llamó por teléfono a finales del mes de abril, demostrándole con grabaciones de voz que se trataba del verdadero Omsen, y le invitó a introducir una cámara en ‘su aldea’, en el norte de Siria, donde ejerce de emir rodeado de una treintena de franceses, amigos de la infancia, y captados a las afueras de Niza. Estos combatientes ya han traído a tierra siria a sus novias francesas, a las que el documental filma sólo de lejos, todas ellas con el velo integral. En la comunidad de Omar Omsen se aplica una interpretación de la sharia (ley islámica) y el campamento está dividido en dos: por un lado, los combatientes. Por otro, las esposas y sus hijos.
Omar Omsen se enorgullece de haber fingido su propia muerte y difundido el rumor para poder salir de Siria y someterse a una importante operación quirúrgica
La estratagema de Omsen le ha permitido continuar su labor de reclutador desde la sombra durante los últimos once meses. “Estos individuos recurren a maniobras de engaño, de camuflaje, como una manera más de combatir. Para ellos engañar es un acto de lucha”, cuenta a EL ESPAÑOL Chema Gil, analista en International Security Observatory. “El caso de Omar Omsen no es excepcional, y se han detectado otros que finalmente han reaparecido”.
Gil apostilla que ciertos terroristas están adoptando una corriente del terrorismo islamista, conocida como ‘takfirismo’, para dinamitar la sociedad occidental desde dentro. “Los yihadistas takfiristas consideran el engaño como un acto más de yihad, puesto que es un recurso que evitará su captura, y con lo cual, les acercará a sus fines”, explica. “A menudo viven en Occidente y despliegan una conducta de camuflaje que incluye el consumo de cerdo, de drogas o la frecuentación de prostitutas”.
En efecto, se trata de conductas consideradas ‘haram’ (pecado o impuras) y propias de ciudadanos infieles. En cambio, puesto que adoptarlas les acerca a su fin último, el camuflaje se convierte en su principal aliado. “Los adeptos a esta corriente de la yihad suponen un especial reto para nuestra seguridad porque están literalmente integrados en el medio ambiente”, explica, citando el caso de Mohammed Atta, terrorista del 11-S, que manifestó conductas engañosas para actuar con mayor libertad en el seno de la sociedad que se disponía a golpear.
EL EMIR MANDA
Las condiciones del rodaje de este documental fueron, en su totalidad, decididas por el propio Omsen. Los escenarios, los tiempos y también los actores que en él aparecen. France 2 tan sólo envió un cámara sirio, que filmó los momentos que este reclutador de Al Nusra quiso vender como cotidianos.
Bryan, un joven francés de 20 años, deshumaniza la muerte al decir que él sólo fija su kalashnikov y es Alá quien pega el tiro
En total, 25 jóvenes (doce de ellos, franceses) aparecen a cara descubierta, joviales, compartiendo un baño junto a un acantilado, haciendo piruetas en el aire al grito de ‘Allahu akbar’ segundos antes de antes de lanzarse al río con sus kalashnikov rodeando sus cinturas. Poco después, comparten un helado junto a sus todoterrenos, antes de lanzarse a la construcción de sus propias casas.
“En Francia jamás podríamos haber pensado en tener nuestras propias casas sin trabajar toda la vida”, lanza uno de ellos mirando a la cámara. Y es que el documental muestra, además, pasajes de los discursos que Omsen ha preparado para sus combatientes; ha elegido a los portavoces de su falsa rutina.
Bryan, un joven francés de 20 años con rostro de niño, es el encargado de deshumanizar la muerte. “Cuando veo infieles, yo sólo fijo mi kalashnikov y es Alá quien pega el tiro”, asegura con la mirada perdida.
Omar Omsen es un director de cine en potencia, y con este ejercicio regresa a sus orígenes como montador de vídeos propagandísticos. Con una sutil diferencia: esta vez no cuelga su vídeo casero en YouTube, sino que se sirve de los medios franceses y su audiencia masiva para tal fin.
“En los últimos tres años he podido hablar con cerca de un centenar de terroristas”, explica Chema Gil. “No es misión imposible. De hecho, el uso de las redes sociales por parte de estos individuos se lleva a cabo con una eficacia apabullante. Lo que ha sucedido con Omar Omsen es común: ellos se ofrecen, te invitan a visitar su hábitat, porque es un espacio de comunicación más que pueden explotar”, explica.
Gil también subraya que el mensaje que este reclutador intenta transmitir apareciendo en este reportaje es conciso: “Es el mismo que lanzaron los terroristas de París en noviembre. Individuos que hasta antes de pasar al acto se movían con total libertad”, explica, antes de resumirlo: “Nosotros podemos con ustedes, con todos sus servicios de inteligencia, y además burlamos su seguridad”. El analista aclara que resulta absolutamente imposible para los servicios de Inteligencia de cualquier país detectar a toda persona que llegue a Siria. “Ningún estado puede monitorizar los cientos de miles de tránsitos a través de las redes sociales”, asegura, recordando que en Twitter y Facebook se lleva a cabo una buena parte de la lucha yihadista.
“Estos individuos manejan internet como un territorio más: controlando fronteras, desplegando todos sus medios...”, dice Gil. “Como si realmente se tratase de un campo de batalla más, porque en realidad sí lo es. Virtual, pero lo es. Y Bin Laden ya abordó que internet sería en el futuro la mitad de la yihad, y no se equivocaba”. ¿Cómo combatir esta amenaza virtual que actúa sinérgicamente con la batalla real en suelo sirio? El experto en terrorismo está convencido: a la comunidad internacional le falta una contranarrativa que combata la expansión de la captación yihadista. [PUEDES LEER MÁS AL RESPECTO EN: "LOS 8 PASOS CLAVE PARA COMBATIR AL ESTADO ISLÁMICO EN EUROPA"].
“Para esto necesitamos a las comunidades musulmanas, y desafortunadamente, no somos sociedades propensas a construir espacios en los que los musulmanes puedan expresarse”, lamenta. “Pero necesitamos a nuestros conciudadanos de culto musulmán y sin ellos no lo lograremos, y seguiremos viendo cómo captan a los jóvenes de nuestros barrios”. Es lo que Chema Gil llama ‘Inteligencia social’, como complemento a la inteligencia policial desplegada en Europa como respuesta al terrorismo yihadista.
UN DISCURSO PARA CADA PÚBLICO
El documental ‘Yihad: los reclutadores’, viaja al pasado para mostrar al espectador los entresijos de la célula de combatientes captados por Omsen después de su salida de prisión. En un pequeño Kebab de Niza, Omar invitaba a los jóvenes de los barrios populares a cenar gratis, introduciéndoles poco a poco al salafismo a través de intensos cursos que amenizaba gracias a sus imágenes propagandísticas. Al final de estos encuentros, los jóvenes esperaban los videojuegos.
Este reclutador es además conocido por su capacidad de adaptar el discurso en función de su interlocutor: hoy se sabe que durante estas reuniones ‘entre amigos’, a los jóvenes con personalidad violenta les hablaba de batallas en Siria, a los más adeptos a la religión les abordaba pasajes del Islam, y a los más sensibles les vendía una misión humanitaria en Siria. Entre octubre y diciembre de 2013, una veintena de jóvenes de los barrios controlados por el proselitismo de Omar Omsen desaparecieron de la noche a la mañana de sus casas, sin dejar rastro. Su destino no fue otro que el batallón ‘kaliba’, a 3.500 kilómetros de sus hogares, dirigido por el reclutador franco-somalí.
LA RELIGIÓN COMO VEHÍCULO
Entrevistado vía Skype, durante el documental y en un claro ejercicio de propaganda, el reclutador afirma que su enemigo es Bashar al Asad. “Reivindicamos nuestra condición musulmana. Cuando estamos en Francia y vemos al pueblo sirio sufrir una masacre, un pueblo de confesión musulmana, tenemos la obligación de llegar a socorrerle”, explica. “Sí, hacemos la yihad, pero es un combate noble. Pues es un combate de socorro y de defensa”.
Tiene la habilidad de adaptar el discurso: a los jóvenes con personalidad violenta les hablaba de batallas en Siria, a los más adeptos a la religión, del islam; y a los más sensibles les vendía una misión humanitaria en Siria
Durante esta entrevista, Omar Omsen dice no comprender a las familias que denuncian una manipulación por su parte. “No lo entiendo. Si no querían que sus hijos conociesen el Islam, tendrían que haberles aportado una solución allí”, lanza. “Es algo natural, las familias están frustradas porque preferían ver a sus hijos fumando, bebiendo, o en prisión antes que verles vivir el islam”, asegura. Minutos antes, abordaba la “inutilidad” de la vida de sus combatientes en Francia, donde eran, a su juicio, “musulmanes, luego víctimas”.
Para Chema Gil este mensaje pseudoreligioso tiene un peso en el discurso propagandístico, aunque no lo es todo. “Los hermanos Kouachi, que atacaron la sede de Charlie Hebdo, eran franceses. Pero venían de un suburbio, no se sentían identificados con Francia, y tampoco con Argelia, el país de sus padres”, explica. “Estaban en busca de identificación, y por encima de la nacionalidad, en ese momento de duda, sabían algo seguro: que eran musulmanes, y que serlo les servía como motor de desprecio en su sociedad. Esas vulnerabilidades, cuando caen en un entorno que implementa esas dosis de victimismo, les convierte en carne de cañón de un proceso de radicalización”, asegura.
Para el analista de International Security Observatory, el reto que la sociedad internacional tiene ante sí es colosal. “Se trata de un terrorismo que está desplegando una guerra completamente asimétrica, apoyado en unas tecnologías de comunicación modernas, al alcance de cualquier individuo, y que ofrece un espectro hiperatomizado que hace completamente imposible un control total de su seguimiento”, concluye.