La etiqueta de 'Made in Bangladesh' se vuelve a teñir de sangre. La explosión de una caldera en una fábrica de suministros del país asiático ha dejado este sábado 23 muertos y más de 60 heridos. La tragedia vuelve a golpear una industria que está en el ojo del huracán desde que en 2013 se produjo el derrumbe del edificio conocido como Rana Plaza en la capital, Dacca, que causó la muerte de más de 1.100 trabajadores y heridas a más de 2.500.
El incendio de este sábado se produjo en una factoría que produce principalmente materiales para el empaquetado de comida, tabaco y otros productos en la localidad de Tongi, a unos 25 kilómetros al norte de Dacca, la capital.
Según el inspector general Syed Ahmed, del Departamento de Inspección de Fábricas del país asiático ya se ha puesto en marcha un comité de tres miembros para investigar lo sucedido.
Desde la administración del distrito de Gazipur, donde se encuentra Tongi, las autoridades locales han indicado que también han formado un comité de investigación con cinco integrantes, encabezado por un magistrado, que deberá emitir un informe sobre el siniestro en el plazo de una semana.
Bangladesh es uno de los países que fabrica la moda de consumo rápido que se vende en Occidente. El país alberga alrededor de 4.500 fábricas que producen para las multinacionales de la industria de la moda como H&M, Benetton, Inditex, Wal-Mart o Marks & Spencer, entre otras. Con ventas que superaron los 25 millones de dólares en el año fiscal 2014-2015 -el 81% de las exportaciones, el sector textil- es uno de los principales motores económicos de Bangladesh y da empleo a 4,4 de sus 160 millones de habitantes, principalmente a mujeres (el 90% según datos de la campaña internacional Ropa Limpia). El éxito del sector no se traslada, sin embargo, a sus trabajadores. Cobran alrededor de 68 dólares mensuales.
En 2013, la tragedia del edificio Rana Plaza, que albergaba los talleres donde se fabricaba ropa para Mango, Primark o Benetton, entre otras, puso de manifiesto las precarias condiciones de trabajo en los países en desarrollo como Bangladesh, donde se fábrica el género para las multinacionales occidentales.
El impacto global de este siniestro, en el que fallecieron más de 1.100 personas, hizo esperar un mayor compromiso por parte de las autoridades locales y de las empresas extranjeras allí ubicadas. La tragedia empujó a la mayoría de las firmas europeas con presencia en el país a suscribir el Acuerdo sobre fuego y seguridad de edificios de Bangladesh, que afecta a más de 1.600 fábricas utilizadas por marcas como H&M o Primark.
Abusos laborales
Sin embargo, informes como el que la ONG Human Right Watch elaboró en 2015 evidencian que el sector sigue registrando abusos y ausencia de garantías.
"Tras el desastre, las principales empresas del sector pusieron en marcha iniciativas para proteger la seguridad de los trabajadores en sus cadenas de suministro. En tres años se han logrado mejoras concretas en seguridad de los edificios, pero las cadenas de suministro de ropa y calzado siguen plagadas de serios problemas que vulneran los derechos humanos", recoge el informe de HRW. Por ejemplo, continúa, "se ha documentado cómo muchas de las marcas que producen en Bangladesh y Camboya obligan a realizar horas extraordinarias, discriminan a mujeres embarazadas y niegan el pago de la baja por maternidad. Además, los abusos contra los sindicalistas son comunes. Los trabajadores que tratan de organizarse en estos países son amenazados, acosados y apartados de su trabajo como represalia".
La relevancia del sector textil para la economía del país supone un freno para que las autoridades exijan a las firmas occidentales mejores condiciones laborales que provocarían el encarecimiento de los costes de producción y podría desalentar su operación en el país.
"El Gobierno dijo hace dos años que tomaría medidas para mejorar la seguridad en las fábricas, pero nunca cumple sus promesas", denunciaba Scott Nova, director ejecutivo del grupo por la defensa de los trabajadores con sede en Washington, Worker Rights Consortium, tras el siniestro de Rana Plaza. "Las autoridades creen que una regulación de las condiciones laborales más estricta supondría aumentar los costes de producción, lo que daría lugar a que las empresas extranjeras hicieran sus pedidos a otros lugares", asegura Nova.
¿De dónde viene mi ropa?
Las principales marcas de ropa intentan desvincularse de las tragedias que afectan a sus proveedores e intentan alejar su imagen de las fábricas atestadas de trabajadores asiáticos en condiciones deplorables. Lo cierto es que Asia sigue siendo el almacén de la ropa que consume Occidente.
Inditex asegura que el 55% de la ropa que vende por todo el planeta se fábrica en España, Portugal y Marruecos, lo que el gigante del textil denomina como sus "proveedores de proximidad".
El motivo por el que Inditex fabrica más en estos tres países cercanos a su sede es que esto le permite mayor margen de maniobra a la hora de reajustar la producción a las ventas. Sin embargo, Bangladesh también es un pilar básico para el imperio de Amancio Ortega.
Inditex trabaja con 83 proveedores del país asiático, lo que supone 92 fábricas y más de 346.000 trabajadores. Esta cifra de trabajadores es casi el triple que la plantilla en nómina de toda la compañía gallega, que se situó al cierre de ese ejercicio en 137.000 personas.