El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, dejó durante las últimas horas del viernes un gesto cuyas consecuencias aún deben medirse en el tiempo: se trata de la conversación telefónica que ha mantenido con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen. El hecho es significativo porque es el primer contacto telefónico de ese nivel desde que Washington decidiera romper relaciones diplomáticas con Taipei en 1979.
El equipo de transición de Trump informó en un comunicado que el presidente electo había hablado por teléfono con la mandataria taiwanesa, en la que ella felicitó al magnate por su victoria y ambos "señalaron los estrechos vínculos económicos, políticos y de seguridad existen entre Taiwán y Estados Unidos". La campaña de Trump, sin emabrgo, no aclaró quién inició el contacto, si la llamada provino del multimillonario o de la presidenta taiwanesa, que llegó al poder el pasado mayo.
Mientras que desde el Gobierno taiwanés afirman que la llamada se realizó en base a "un acuerdo preestablecido" entre ambos países, el ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, ha considerado que la conversación es una acción menor, un "pequeño truco" de Taiwán que no alterará el respaldo de EEUU a Pekín.
El ministro espera que las relaciones entre EEUU y China no se vean "dañadas" tras la conversación del viernes, en la que Tsai pidió apoyo a EEUU para lograr una mayor participación internacional de Taiwán, una isla que se declara soberana e independiente pero que es considerada por Pekín una "provincia rebelde" y, por ende, parte de su territorio.
"El principio de una sola China es la base" del desarrollo de las relaciones sino-estadounidenses, remarcó Wang.
En respuesta a esto, el portavoz de la Presidencia taiwanesa, Alex Huang, ha subrayado que su país da la misma importancia a sus lazos con Pekín y con Washington. Para Taiwán, el contacto entre Trump y Tsai es considerado un éxito político para la presidenta, que enfrenta una caída de su popularidad y las presiones de Pekín por su negativa a reconocer que la isla es parte de China.
El expresidente demócrata Jimmy Carter declaró formalmente a Pekín como el único gobierno de China en 1979, lo cual terminó las relaciones diplomáticas formales de los EEUU con Taiwán, donde Washington cerró su embajada al año siguiente.
China pide explicaciones
Los expertos en política exterior coinciden en señalar la llamada como un posible foco para alterar las relaciones entre Estados Unidos y China, independientemente de cómo fuera el acercamiento. Y es que desde Beijing se considera a la isla de Taiwán una provincia "rebelde" y parte del territorio bajo su soberanía.
Lo sensible del tema provocó que las reacciones tardaran pocas horas en llegar. Por una parte, de la propia Casa Blanca, que se vio obligada a salir al paso para recordar que el único gobierno chino al que reconoce Washington desde 1979 es el de Pekín: "Seguimos firmemente comprometidos con nuestra política de 'una sola China'", afirmó en un comunicado el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), Ned Price.
Según la CNN, ese pronunciamiento llegó después de que Pekín contactase con el gobierno estadounidense para pedir explicaciones sobre la comunicación con Taiwan.
Trump afea que EEUU "venda material militar a Taiwán"
Sin embargo, el revuelo organizado no impidió que el propio Trump comentara el tema en las redes sociales para aclarar las circunstancias de la conversación con Ing-wen, que justificó en un llamada de felicitación por ganar la Presidencia.
Pero también aprovechó para echar más leña al fuego y criticar duramente a sus antecesores en el Gobierno. También mediante un tuit, el magnate decía que es "interesante cómo EEUU vende a Taiwán millones de dólares de equipamiento militar mientras que yo no puedo aceptar una llamada de felicitación".
El presidente electo se refirió así al contrato suscrito el año pasado por la Administración de Barack Obama por un valor de 1.830 millones de dólares y que incluyó dos fragatas, vehículos de asalto anfibio y misiles antitanque, entre otros equipos militares, para Taiwán, una venta que enfureció a Pekín.