El funcionario iraquí Zafer Al Zawi está de rodillas en un oscuro garaje. Va a ser asesinado. A su lado, un niño de apenas doce años carga las diecisiete balas de una pistola semiautomática estadounidense de la marca M&P. Se puede comprar en internet por 689 dólares. Los enormes faros encendidos de una furgoneta pick up de la marca estadounidense Chevrolet se adentran en el edificio.
Es un vehículo blanco, del nuevo modelo Silverado del año 2015. 36.000 dólares. Recién salido del concesionario. Tras la furgoneta avanza un turismo reluciente de color blanco. Es el último y más sofisticado modelo de la marca coreana KIA: el K900 Sedan. 60.000 dólares. Un coche de lujo.
Cuatro mercenarios armados hasta los dientes salen de los vehículos y se sitúan tras el hombre arrodillado. Van conjuntados con pasamontañas de la marca de ropa turca Thermo Form. El niño clava su rodilla izquierda en el suelo. Apunta con precisión a la sien izquierda del rehén. Es un tiro fácil. Bang. La bala entra por el lado izquierdo de la cabeza del hombre arrodillado y sale por la derecha. A cámara lenta. Zafer Al Zawi, de 40 años, queda tendido en el garaje mientras se ahoga en un charco de sangre. La escena está grabada al menos con dos cámaras fotográficas digitales Canon Eos 60 D, valoradas cada una en unos 500 euros.
La película, un híbrido entre Reservoir Dogs y Fast and Furious, fue grabada y difundida por el Estado Islámico en mayo de 2015 y no escatimó en gastos de producción. Como si fuera Hollywood. Coches de lujo, tecnología digital de última generación, marcas extranjeras… Las bombas, la presión militar, el aislacionismo político…, nada ha conseguido, de momento, neutralizar el comercio y la economía en las regiones de Iraq y Siria gobernadas con puño de hierro por los seguidores de Abu Bakr al Baghdadi.
La cinta del asesinato del funcionario iraquí se grabó en una fábrica abandonada de la localidad iraquí de Al-Qaim, en el mismo linde con Siria. La frontera trazada en 1916 entre estos dos países a su paso por el río Éufrates ha desaparecido. Los 156 kilómetros que separan la ciudad siria de Deir Ez-Zor con la iraquí de Al-Qaim se han convertido en uno de los principales fortines del Estado Islámico.
Allí se ha hecho inexpugnable y ha logrado instaurar un verdadero estado propio, con mayor contundencia si cabe que en Raqa (Siria) y Mosul (Iraq). Los terroristas lo controlan todo. La educación, la sanidad, las obras públicas, el tráfico, la justicia, la policía, los medios de comunicación, y, por supuesto, la economía. Acuña su propia moneda (el dirham), establecen y cobran los impuestos y controlan y supervisan el comercio de todo tipo de bienes y servicios: cereales, gasolina, petróleo, aparatos electrónicos, ropa, vehículos extranjeros, incluso la droga, el alcohol y las armas.
El Estado Islámico ha rebautizado este tramo del Éufrates con el nombre de Al-Khayr, el tesoro en lengua árabe. El nombre proviene del mar de petróleo y gas que baña el subsuelo de esta región siria fronteriza con Iraq. Unas reservas que mantienen en plena producción a campos petrolíferos como Al-Omar, Al-Tanak, Al-Milh y Al-Ghazba, o el campo de gas de Konico.
El tesoro proviene también de la fertilidad agrícola de las orillas del río Éufrates, famosas por el cultivo de productos como el trigo, el algodón o la remolacha. Esa riqueza natural sigue siendo a día de hoy el principal pulmón financiero con el que se sostiene la organización terrorista que diariamente mantiene en jaque a la comunidad internacional.
No llegan medicinas
Los bombardeos de la comunidad internacional han dañado seriamente las infraestructuras y los transportes que permiten el acceso a esta región. Sin embargo, todavía no se ha encontrado la fórmula para detener sobre el terreno la complicidad de funcionarios iraquíes y sirios, así como de grupos armados teóricamente enemigos del Estado Islámico, que sigue permitiendo diariamente las exportaciones y las importaciones de todo tipo de bienes en esta región, lo que reporta pingües beneficios a todas las partes implicadas.
Camiones de petróleo, gasolina, mazut (gasolina poco refinada) y gas siguen saliendo diariamente de la región de Al-Khayr con destino a otras regiones de Siria e Iraq. A su vez, convoyes cargados con vehículos extranjeros, teléfonos móviles, productos tecnológicos, electrodomésticos, productos cosméticos, ropa, aceite, azúcar, harina, té acceden diariamente a las regiones controladas por los terroristas. Un fluido comercio que aporta oxígeno financiero a la organización terrorista y que permite a la población abastecerse en comercios y mercados bien aprovisionados en ciudades como Al-Mayadin, Al-Bukamal y Deir Ez-Zor.
Prácticamente la única mercancía que no alcanza llegar a las zonas controladas por el Estado Islámico son los medicamentos. La población enferma en las ciudades controladas por los terroristas sufre una aguda escasez de todo tipo de medicinas: para el corazón, la diabetes, la tensión, leche de niños, antibióticos…, lo que está generando una profunda crisis sanitaria.
Estos convoyes entran a Iraq y Siria por diversos lugares de la frontera con Turquía. Desde el primer momento, son sometidos a un reguero de aranceles y pagos de comisiones. Un camión cargado de mercancías con destino a las regiones controladas por los terroristas destina entre mil y cinco mil dólares en cada trayecto, dependiente del tipo de mercancías, en pagar a funcionarios y grupos armados como el Ejército Libre de Siria o las fuerzas kurdas, que le van permitiendo el paso desde la frontera con Turquía hasta su destino final.
80 latigazos
Una vez que los camiones se internan en las zonas controladas por los terroristas son sometidos a la 'ley de Tributos' impuesta por el Estado Islámico, basada en el impuesto azaque. Este arancel difiere de un comerciante a otro. Los terroristas visitan personalmente los negocios para valorar su capital y recaudar un 2,5% de sus ingresos fijos anuales. Una vez que el comerciante ha abonado el impuesto, recibe un documento que acredita el pago y que debe de presentar en los diversos controles que los terroristas han establecido dentro de las ciudades y en las carreteras que permiten la salida y la entrada de mercancías de las zonas controladas por el Estado Islámico.
No pagar el impuesto del azaque está penado con al menos 80 latigazos. Eso es lo que le ocurrió el 5 de enero de 2017 a Muhammad Al-Yabbara, un orfebre de la localidad siria de Al-Mayadin. El Estado Islámico, además, le requisó la mitad de su dinero al acusarle de eludir el pago del azaque. El comerciante aseguró a la organización terrorista que había pagado diez mil dólares y que era todo lo que tenía. De nada le sirvió su apelación.
Además de mostrar este certificado de pago, los comerciantes autorizados a hacer negocios en las zonas controladas por el ISIS tienen que mostrar unos salvoconductos especiales concedidos por los terroristas para hacer desplazamientos interiores. Una especie de visa interna que autoriza los libres de movimientos de una ciudad a otra.
El impuesto del azaque no es la única contribución económica que los comerciantes sirios e iraquíes deben de realizar a los terroristas.
Los dueños de las tiendas y establecimientos comerciales tienen que pagar a la organización una media de diez dólares mensuales por el servicio de electricidad, agua y limpieza. Un gasto que hay que añadir al precio medio de alquiler de una tienda en las ciudades bajo control del Estado Islámico asciende a cien dólares al mes.
Algunos comerciantes trataron de esquivar el pago de la contribución mensual de servicios al ISIS. Para ello, decidieron proveerse ellos mismos del servicio eléctrico mediante la compra de generadores de electricidad. Sin embargo, la administración del Estado Islámico reaccionó publicando un decreto el 25 de enero de 2017 en el que obligaba a pagar la contribución mensual de diez euros a todos los dueños de generadores eléctricos privados.
Estrictos controles
Nada escapa a su control. Un departamento específico de la organización terrorista se encarga de vigilar la actividad de los comerciantes. Los llamados hombres de la “Hisba” (Gabinete de Vigilancia e Inspección) tienen la misión de controlar los precios de los alimentos y su calidad, para impedir que los comerciantes puedan especular o vender alimentos adulterados.
Además, estas patrullas se encargan de perseguir y detener a los comerciantes que vendan o vistan ropa occidental estrecha: vaqueros, chaquetas estrechas y de colores… también ha prohibido la venta de varias marcas de ropa extranjera, como la marca deportiva Nike, con el argumento de que es el nombre de un antiguo dios al que adoraban los antiguos griegos. El comerciante que venda estos productos se expone a ser enviado a la cárcel y la tienda es clausurada durante tres días completos.
Así mismo, el departamento de la “Hisba” se encarga de que los comercios cumplan la corrección moral que regula la Ley de la Sharia. El 14 de marzo de 2017, el Estado Islámico clausuró durante 72 horas la joyería de Fuad Al-Sultan en la ciudad de Al-Mayadin, al constatar que había mujeres atendiendo con las manos descubiertas. Asimismo, cerró dos tiendas de ropa situadas en la calle al Jaysh durante 72 horas, porque había mujeres con los ojos al descubierto atendiendo dentro del local.
El control de los terroristas sobre la manera de vestir de la población casi le cuesta al Estado Islámico una revuelta social en ciudad siria de Al Bukamal a comienzos de año. El 6 de enero, los terroristas decretaron la obligatoriedad de que la población vistiera a la manera “paquistaní” (pantalones y camisa largas y anchas y una amplia chilaba). El 14 de enero, el gobernador de la localidad tuvo que eliminar el decreto ante la presión y el malestar que esta medida desató entre los propios ciudadanos de esta localidad que jamás habían vestido de esa manera.
El control y la prohibición absoluta sobre la venta de bebidas alcohólicas, tabaco y drogas es también una de las competencias encargadas a los hombres de la “Hisba”. El 4 de enero de 2017, cinco ciudadanos fueron detenidos y encarcelados en la ciudad de Al-Bukamal acusados de beber alcohol cuando celebraban el año nuevo gregoriano.
Sin embargo, los terroristas no han logrado hacer desaparecer este mercado. Se ha generado un mercado negro donde se puede comprar con facilidad cigarrillos, hachís, bebidas alcohólicas… pero a precios muy elevados, que pueden ser cuatro veces o más su precio normal; generalmente, son miembros o mandos del propio Estado Islámico los que gestionan estos mercados, porque este comercio les reporta grandes ganancias. Al tiempo, los terroristas han monopolizado el comercio de armas y munición.