Si se tuviese que describir el estilo que ha escogido Delcy Rodríguez (Caracas, 1969) para hacer política, bien se podría acordar que disfruta de rivalizar. Cualquiera que quisiera ser mas preciso podría atinar al decir que la confrontación es para ella una necesidad. Y se nota cuando se le escucha, cuando se hurga en sus discursos. Es tarea difícil encontrar alguna intervención pública en la que no utilice a un enemigo de turno como parte de su argumentación.
Muchas veces es el imperio norteamericano, en otras ocasiones “la derecha apátrida” o algún político latinoamericano, pero siempre consigue a quien atacar. A decir verdad, esa marca de fábrica hace que encaje perfectamente dentro de la burocracia chavista, de la que forma parte, al menos, desde el año 2003, cuando fue directora de Asuntos Internacionales del Ministerio de la Energía y Minas en tiempos de Hugo Chávez como presidente de Venezuela.
Esa particular forma de manejarse en la esfera pública es un estilo que comparte con su hermano, Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas, exvicepresidente de Venezuela y el cerebro del chavismo en el tema electoral. Escuchar a los hermanos Rodríguez Gómez es notar de inmediato que utilizan los mismos códigos, muchas veces el mismo énfasis para destacar algún comentario irónico o echan mano de las pausas al hablar, al lanzar un dardo que siempre complementan con una media sonrisa provocadora, que logra generar de inmediato una reacción en el contrario. Ellos también comparten el dolor de perder a su padre siendo apenas unos niños. Jorge Antonio Rodríguez (1942-1976), el progenitor, activista de izquierdas y fundador de la Liga Socialista, fue asesinado a golpes en los calabozos de la policía política del momento, conocida como Disip. “El socialismo se conquista peleando”, fue su frase más famosa.
La canciller
Delcy Rodríguez es abogada de profesión, con una especialización en derecho laboral. Quienes la conocen dicen que es una mujer inteligente. Estudió en la Universidad Central de Venezuela, al igual que su padre y su hermano, donde también fue dirigente estudiantil como ellos.
Estando Hugo Chávez en Miraflores, ella fue nombrada en 2006 ministra del Despacho de la Presidencia, cargo en el que apenas estuvo siete meses. El diario Tal Cual reseñó en su momento que Chávez la removió porque ella lo “desafió”, pero fuentes ligadas al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) dicen que el fundador de la “revolución bolivariana” no confiaba en ella por lo que la mantuvo alejada de los cargos de mayor peso en el Gobierno.
Tras la muerte de Hugo Chávez, y con Nicolás Maduro en el poder, Delcy Rodríguez se catapultó. Antes, y durante varios años, Rodríguez estuvo de bajo perfil; su nombre resonó cuando fue vinculada sentimentalmente al actor Fernando Carrillo —famoso por protagonizar la telenovela Abigail en 1989— o en 2008 tras la muerte en un accidente aéreo de Alfredo Anzola, fundador de la empresa Smartmatic —que floreció durante el chavismo, al ser la encargada de proveer la plataforma tecnológica para las elecciones en Venezuela—, también vinculado a ella.
El periplo de Delcy Rodríguez en el Gobierno de Maduro comenzó cuando fue designada como ministra de Información en 2013. Durante su gestión atacó frontalmente a la oposición, llegando a publicar la lista de dirigentes opositores que vacacionaban en el exterior, y acusó a los medios internacionales de hacer coberturas sesgadas durante las protestas antigubernamentales de 2014. Fue también bajo su gestión en ese despacho cuando grandes diarios locales, como El Universal, Últimas Noticias y la televisión Globovisión fueron comprados por “editores sin nombre” y cambiaron su línea editorial para favorecer al Gobierno. Aún hoy no se conoce a ciencia cierta quiénes son los verdaderos dueños de estos medios; tampoco se sabe cuánto dinero se pagó por estas empresas.
Rodríguez luego dio un paso fundamental en su carrera política al ser nombrada como canciller por Nicolás Maduro en diciembre de 2014, cargo que ejerció por dos años y medio. Durante ese tiempo renegó en varias ocasiones del protocolo, de la diplomacia, llegando incluso a irrumpir a una reunión de cancilleres del Mercosur en Buenos Aires sin ser invitada. Venezuela fue cesada del bloque regional por no cumplir con los requisitos para formar parte del mismo, pero ella insistió en participar del encuentro.
Esa estampa agresora, de mujer retadora que a los ojos del chavismo es irreverente, en el mundo diplomático no ha sentado bien y puede explicar por qué la “revolución bolivariana”, hoy con Nicolás Maduro al frente, vive su momento de mayor aislamiento internacional. Delcy Rodríguez se encargó de la ofensiva, de defender al “socialismo del siglo XXI” atacando, pero el mundo ha respondido con malos ojos, con desprecio, dando la espalda.
A pesar de ello, el madurismo se mantiene complacido con la labor de Rodríguez y sigue encomendándole nuevas tareas. Ella, junto a su hermano Jorge, fue comisionada por Maduro para visitar al dirigente opositor Leopoldo López en la cárcel militar de Ramo Verde. De esas semanas de encuentros entre las partes, bajo la mediación de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español, López logró una medida de casa por cárcel, tras tres años tras las rejas.
Delcy, la presidenta de la Constituyente
Durante su gestión como presidente, Nicolás Maduro ha sabido recompensar la lealtad de su círculo más cercano y ha golpeado con fuerza a los “traidores”, como ha catalogado a la exfiscal general, Luisa Ortega Díaz. Delcy Rodríguez forma parte del primer grupo; por eso recibió hace un par de meses de manos del mandatario una réplica de la espada del Libertador Simón Bolívar, máximo honor otorgado por el madurismo, como agradecimiento por su trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y como antesala a lo que sería el punto más alto en su carrera: la sorpresiva designación de Rodríguez como presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente.
La excanciller desplazó a Diosdado Cabello —número dos del PSUV— y a la propia Cilia Flores —primera dama de Venezuela— quienes eran los favoritos para presidir la ANC, el arma elegida por Maduro para mantenerse en el poder.
Ese nombramiento muestra el grado de confianza que ha conseguido Delcy Rodríguez, quien también está al frente de la Comisión de la Verdad que se encargará de investigar las decenas de muertes durante las manifestaciones de este año, y que —incluso desde antes de ser instalada— ha servido para amenazar con la cárcel a dirigentes opositores.
Delcy Rodríguez ha conseguido, a fuerza de confrontación, hacerse con un espacio en lo más alto del madurismo. Paradójicamente, ella y su hermano son de los pocos personeros del alto Gobierno que no han sido sancionados individualmente por la administración de Donald Trump, como sí ha ocurrido con el vicepresidente Tareck El Aissami o el propio Maduro.
Mientras tanto, la mujer fuerte del madurismo sigue al ataque y por su más recientes declaraciones, tras las recientes sanciones de Estados Unidos en contra del Gobierno venezolano, pareciera que mantendrá la misma línea: “¡La derecha apátrida que ha pedido la intervención militar y el bloqueo económico-financiero contra Venezuela responderá ante el pueblo!”.