[A partir de hoy y en sucesivos fines de semana, y con el propósito de hacer un chequeo a la democracia y la economía globales, EL ESPAÑOL pondrá en manos de sus lectores una colección de artículos firmados por algunas de las personalidades más cualificadas del panorama internacional. Ello ha sido posible gracias a un acuerdo con el diario 'The New York Times' que permite a EL ESPAÑOL publicar en exclusiva estos artículos en España.
Hoy comenzamos esta serie con las reflexiones del expresidente norteamericano Jimmy Carter y la activista venezolana Lilian Tintori, e incluimos el texto de presentación de Serge Schmemann. EL ESPAÑOL publicará en próximas entregas textos de autores como Joe Biden, Mijail Jodorkovski o Clesea Manning. Los textos se ofrecerán siempre en primicia y de forma gratuita sólo para nuestros suscriptores].
El mundo siempre ha sido un lugar turbulento, por supuesto, y puede ser que internet y las redes sociales den mayor preeminencia a los peores momentos que a los mejores.
Pero hay realidades que justifican la ansiedad. Los ideales democráticos y sus instituciones tradicionales están bajo ataque. Algunos líderes de Europa del Este abogan por la democracia iliberal, que pisotea los derechos humanos tradicionales. Líderes autoritarios, de Rusia a Venezuela, se hacen más fuertes; Kim Jong-un desafía al mundo desde Corea del Norte con su propósito de conseguir un arma con capacidad de destrucción apocalíptica. Y los Estados Unidos, bajo Donald Trump, se tornan cada vez más impredecibles y están más agriamente divididos.
La Historia, sin embargo, demuestra que siempre se ha producido una reacción, un rechazo a la opresión y el despotismo. Trajo el fin del apartheid, la caída del Muro de Berlín, el movimiento Black Lives Matter [Las Vidas Negras Importan] en Estados Unidos, la aceptación de más de un millón de refugiados en Alemania...
Los países raramente optan por la democracia como primera elección; a menudo han probado primero con monarquías, oligarquías o cualquier otra forma de gobierno coercitivo. Llegan a la democracia porque, con todas sus complicaciones e ineficacias, es la manera de dar a la gente voz y voto sobre el modo en el que son gobernados, y les permite cambiar pacíficamente de líderes. Pero nunca se puede dar por sentada. Constantemente, la democracia es objeto de desafíos y amenazas, y de adaptaciones a los tiempos cambiantes.
© 2017 Serge Schmemann. Distribuido por The New York Times News Service & Syndicate.
*** Serge Schmemann es miembro de la dirección editorial de 'The New York Times'.