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Sólo tiene 32 años pero Mohamen Bin Salman (MBS, como se le conoce entre la diplomacia y los medios) ha provocado en Arabia Saudí lo que todos llaman ya "una revolución", con una purga en forma de detenciones de miembros de la casa real, ministros y empresarios.
Su objetivo es transformar una economía que depende exclusivamente del petróleo en un fondo internacional donde los petrodólares se conviertan en dólares por interés sin ser esclavo de un mercado que fluctúa cada vez más y al que le están buscando alternativas más limpias y baratas.
La llegada al poder de su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, en 2015 lo colocó en un tablero donde, hasta ahora, el trono se iba pasando de hermano a hermano entre los hijos del fundador del Estado de Arabia Saudí en 1932. Todos con edades tan avanzadas que hacía difícil siquiera soñar con modernizar el país aunque fuera sólo económicamente hablando.
En un territorio donde más del 60% de la población en Arabia Saudí tiene menos de 30 años resulta chocante que sus gobernantes acumulen una media de 70 años y que exista un sistema de compensación de poder entre todos los familiares que hace casi imposible mover nada en Riad sin que pasen décadas.
MBS debió aprender cómo funciona el sistema desde abajo. Hijo de la tercera esposa del rey Salman, estudió Derecho en la Universidad del Rey Saúd. No ha sido uno de esos príncipes que han pasado parte de su formación fuera de su país, aunque asegura que uno de sus principales aficiones es viajar.
Mohamen bin Salman es un hijo del sistema. Empezó su carrera en la empresa privada saudí para pasar después por todos los puestos posible en la administración: asesor privado, jefe de la Corte Real de la Casa de Saúd, presidente del Consejo para Asuntos de Economía y Desarrollo, el ministro de Defensa más joven del mundo, el segundo en la sucesión al trono y ahora, definitivamente, el heredero y la mano que mece el poder en Arabia Saudí.
Desde la llegada al trono de su padre, ha ido jubilando a muchos de los que pensó que no iban a dejarle mover nada. Relevó al ministro de Exteriores, el príncipe Saud al Faisal, por el embajador en Washington, Adel al Jubeir. Cambió al poderoso ministro de Petróleo, Ali al Naimi, de 79 años, por el entonces consejero delegado, Jalid al Falih, nombrado además ministro de Sanidad.
Luego fue colocando a sus peones en Exteriores, Defensa y en el control del petróleo mientras su padre eliminaba como heredero a su hermano, Muqrin bin Abdelaziz, y colocaba inicialmente a su sobrino Mohamed bin Nayef, que no tiene varones para hacer sombra a MBS, segundo en la carrera.
El golpe definitivo se produjo en junio de este año cuando el rey saudí destituyó al príncipe Mohamed bin Naif y lo mandó de gobernador lejos de Riad. Esto dejaba el camino libre a MBS como heredero directo y el trono en sus manos para empezar las reformas económicas.
Metiendo en vereda príncipes y miembros de la familia real, a MSB sólo le quedaba el establishment religioso y el lema "De vuelta al Islam moderado" y olvidarse de la línea más dura le ha venido bien para hacer algunos cambios sociales que demuestren al mundo que se puede vivir y hacer negocios en Arabia.
Casado, sin hijos y sin fotos oficiales de la que es su primera esposa, Mohamed bin Salman se ha garantizado con una escuela de estudio del Islam y una oficina anticorrupción la forma rápida de limpiar a quienes luchen contra esta "revolución" económica, política, social y religiosa que busca el líder.
"Ahora habrá que ver cómo consigue hacer perdurar los cambios en una sociedad que no está acostumbrada a moverse a esa velocidad", explican los analistas internacionales.
Seguir presentando a Irán como el demonio y su principal enemigo le pueden hacer ganar la paz interna que está en juego con las consecuencias de la guerra en Yemen, que él mismo promovió, y la reducción de beneficios sociales que los ajustes económicos le van a obligar a eliminar en los próximos meses.