Pocos países han tenido que luchar tanto para alcanzar la democracia como Nepal. Después de una guerra civil que duró una década y que dejó 17.000 muertos y superando muchas dificultades, el país comenzó un proceso que le llevó a transformarse de monarquía absolutista de inspiración “divina” a una república federal aconfesional donde la mayoría parlamentaria es comunista. Ahora, el largo ascenso a la democracia del país del Everest está a punto de concluir con la formación de la Cámara Alta.
La Constitución aprobada en 2015, que sustituyó a un documento anterior, establece la existencia de tres órganos legislativos en el nuevo Nepal: un Parlamento Federal (Cámara Baja), una Asamblea Nacional (Cámara Alta) y una serie de Asambleas provinciales. El hecho de que ni siquiera las provincias tengan un nombre oficial (se les denomina con números), da una idea de todo lo que queda por hacer. Con la elección de la Asamblea Nacional en pocos días, se completará el proceso constituyente de un país cuya historia reciente es tan tortuosa como su geografía.
Las elecciones del pasado diciembre enfrentaron al conservador Partido del Congreso y a una alianza de izquierdas formada por el Partido Comunista Unificado y los antiguos maoístas, formación política surgida tras la disolución de la guerrilla que combatió al Gobierno durante una década. Esta coalición obtuvo la mayoría absoluta en los comicios locales, provinciales y federales y ahora se dispone a formar un gobierno que releve al Primer Ministro Sher Bahadur Deuba y coloque al frente del Ejecutivo al líder comunista Sharma Oli durante los próximos cinco años.
Como asegura a EL ESPAÑOL el destacado periodista nepalí Bhadra Sharma, “si todo va bien será un gran alivio para el pueblo de Nepal, que se siente frustrado con la política”. Sin embargo, son aún muchos los problemas que quedan por solucionar en un país que a pesar de su tamaño -la mitad de Italia- es un auténtico puzle étnico tan inestable como las fallas que periódicamente causan terremotos en el país.
La comunidades Madeshi y Tharu, que viven en los valles del sur, se han mostrado beligerantes al considerar que no tienen una representación adecuada en las nuevas instituciones y quieren que se reconozca su autonomía. Por otro lado, los integrantes de la guerrilla maoísta se incorporaron al Ejército tras abandonar la lucha armada e incluso representan al país en misiones humanitarias de la ONU, aunque subsiste aún un pequeño grupo rebelde bajo las órdenes del Netra Bikram Chanda "Biplab" intenta sabotear el actual proceso constituyente.
Para Katmandú, el hecho de estar rodeado geográficamente por dos grandes potencias, la India y China, ha influido mucho en su política interior. Hasta hace pocos días, en Nepal solo era posible obtener una conexión a Internet con un operador indio, y no hay ni una línea de ferrocarril entre este país y China, con quien comparte una frontera de más de 1.200 km. Como apunta Bhadra Sharma, “hasta ahora Nepal ha dependido mucho de la India, pero el Nuevo Gobierno tratará de mantener el equilibrio (entre China y la India) y diversificar su comercio. Para hablar con franqueza, a la India no le gustó el tinte de la nueva Constitución nepalí y ahora está a la defensiva”.
Nueva Delhi impuso un bloqueo de facto en la frontera sur de Nepal para evitar problemas con los Madeshi y ni siquiera tras el terremoto de abril de 2015, en el que murieron unas 9.000 personas, hizo que se abriese la frontera. “Esto”, afirma Sharma, “causó una crisis humanitaria y aisló a Nepal, lo que provocó sentimientos anti indios; esto benefició a los partidos de izquierdas, y perjudicó al Partido del Congreso, al que mucha gente considera un partido leal a la India”. Por su parte, China aprovechará la coyuntura para introducirse en un mercado de casi 30 millones de consumidores y de paso congraciarse con un país que tradicionalmente amoldaba su política exterior a los dictados de la India. La ministra de Asuntos Exteriores india se encuentra de visita oficial en Nepal y ha aprovechado para invitar al futuro Primer Ministro comunista Oli a viajar a Nueva Delhi en su primera visita oficial.
Nepal es uno de los países más pobres del mundo y mientras que la mayor parte de la riqueza y la industria se concentra en el valle de Katmandú, el resto del país está subdesarrollado y adolece de infraestructuras que le permitan despegar económicamente. Una cuarta parte de la población vive con menos de 1,6 euros al día y los desastres naturales, como los terremotos, azotan periódicamente al país sin que el Gobierno pueda prestar la asistencia necesaria. La semana pasada once personas, entre ellas un bebé, murieron de frío en el sur de Nepal, y habitualmente surgen noticias que recuerdan que aún perviven tradiciones y supersticiones que provocan injusticias y muertes, como la joven que falleció congelada hace días al ser expulsada de su casa por tener la menstruación.
En los últimos once años, Nepal ha tenido diez primeros ministros y gran parte de la población joven no tiene motivación para implicarse en la política, a la que consideran un negocio de viejos y corruptos. Los líderes de los dos partidos cuya coalición ha ganado las elecciones ya han sido primeros ministros con anterioridad, y se echan en falta figuras jóvenes que se comprometan a continuar con el proceso democratizador en el país. Hasta que no se constituyan los 753 gobiernos municipales, permanecerán bloqueados más de 7.000 millones de euros de los presupuestos, pero asuntos como la designación de las capitales de provincia han desatado una ola de protestas violentas en estos días.
En un intento de garantizar cierta estabilidad a corto plazo, durante los dos primeros años no se permitirán mociones parlamentarias de no confianza. Pero igual que de los 650.000 hogares destruidos tras el terremoto de hace dos años 350.000 siguen en ruinas, se diría que todo está aún por construir en un país que ha visto guerrilleros maoístas ganar elecciones, reyes sanguinarios siendo desahuciados del Palacio Real y que ha tenido 25 gobiernos diferentes en los últimos 30 años.
En el mapa, Nepal aparece como un país asfixiado entre dos gigantes, China y la India. Se diría que a duras penas consigue existir. Sobre el terreno, es un país atrapado entre un suelo inestable -los terremotos son una especie de triste tradición- y un cielo poblado por dioses cuya influencia en los asuntos terrenales ha provocado injusticias y muertes. En junio de 2001, el príncipe Dipendra asesinó a tiros a sus padres y siete hermanos para después volarse la cabeza. Para exorcizar el edificio y alejar los fantasmas, un elefante cargado con pertenencias del difunto rey fue conducido a un exilio simbólico fuera de Katmandú. Si los nepalíes consiguen expulsar sus peores demonios sin olvidar el largo camino que le ha conducido hasta este momento, puede que una nueva era esté a punto de comenzar en el país de las cumbres más altas del globo.