¿Y si el yihadismo fuera como una especie de droga, de esa que se mete en el cerebro y que te hace hacer o decir cosas que en realidad no piensas? ¿Y si se pudiera curar? Casi con unas premisas parecidas nació el Centro de Desradicalización Mohammed Bin Naif en Riad, primero como consejo en 2004 y luego ya como centro en 2010, en busca de la fórmula para devolver al buen camino a los jóvenes extremistas.
Aseguran que son los únicos que están aplicando una terapia profesional y en contínua evaluación no sólo para rehabilitar a los yihadistas en la sociedad sino para cortar el avance de estos radicales y luchar contra lo que llaman “las malas interpretaciones” del Islam.
EL ESPAÑOL ha visitado las instalaciones que se abrieron hace dos años y ha hablado con quienes están día a día con los presos, que cuando pasan al centro se llaman beneficiarios.
“En 10 años hemos tratado con 3.684 yihadistas y con 123 presos llegados de Guantánamo, y el éxito es de un 80% de los casos”, aclaran. Actualmente, unos 100 yihadistas están en terapia en el centro de Riad y otros 60 en el que han abierto en Jeddah.
"En 10 años hemos tratado con 3.684 yihadistas y con 123 presos llegados de Guantánamo, y el éxito es de un 80%
Lo primero que hacen en el centro es detectar a estos yihadistas, la mayoría condenados por terrorismo, en el interior de las cárceles y empezar una labor de corrección de sus malas interpretaciones religiosas. Podríamos decir que la primera arma es el buen Corán frente a los que hablan de proteger a los musulmanes frente a los ataques de fuera.
“Nuestro trabajo es rehabilitarlos con un fin práctico, proteger a la comunidad y para eso usamos terapias alternativas”, explica Hamed Al Shajgi, uno de los sociólogos que trabaja en el centro.
Así que sorprende que en mitad de Riad haya un lugar semiabierto en el que los yihadistas practican deportes (con pistas de fútbol y baloncesto), piscina cubierta y al aire libre, un gimnasio y clases de arte, historia…
Tratamientos personalizados
El tratamiento no es igual para el que ha pasado varios años en una cárcel saudí como para el que viene de Guantánamo. Primero se les hace un test psicológico y si presentan alguna enfermedad psiquiátrica, se les envía directamente al hospital. “Sólo cuando están bien se les puede tratar aquí”, explica el responsable del área psicológica del centro.
Si un saudí puede quedar rehabilitado de su yihadismo entre tres y seis meses, en el caso de los presos de Guantánamo que el Gobierno se comprometió con EEUU a recibir y tratar, su paso por el centro siempre es más de un año y es que la mayoría llega con estrés postraumático de su estancia en la cárcel estadounidense.
El perfil habitual es el hombres muy jóvenes, de no más de 25 años, que no han pasado de la educación básica y de familias pobres. El perfecto caldo de cultivo para que florezca el yihadismo. “Las mujeres son casos más aislados. De hecho, sólo hay 13 yihadistas en prisión, pero aún así tenemos un grupo específico que trabaja con ellas en la cárcel”.
Por mucho trabajo en el ámbito religioso, deportivo y de crecimiento personal que se haga con los yihadistas, los expertos insisten en que la familia es clave en la reincorporación de los “beneficiarios” a la sociedad.
“Aquí les enseñamos habilidades para poder volver a vivir en sus pueblos, desde cómo abrir una cuenta corriente a conseguir un trabajo que es muy difícil cuando se tiene un pasado como yihadista, pero también a regresar a sus familias a las que, en muchas ocasiones, no han visto desde hace más de 10 años”, explica.
De hecho, el contacto con la familia se hace poco a poco. El centro cuenta con 20 pequeños apartamentos para las primeras visitas, donde se pueden quedar un día o dos y con un hotel cercano en el que pueden pasar tres o cuatro días cuando ya están en la fase de reincorporación. “La mayoría ha mentido a la familia a la hora de integrarse en la lucha yihadista y nos les ha dicho que se iban a Siria o a Irak, por lo que hay mucha desconfianza. Y eso hay que trabajarlo”, añade.
"La mayoría ha mentido a la familia a la hora de integrarse en la lucha yihadista y nos les ha dicho que se iban a Siria o a Irak"
Aunque la visita se centra en las instalaciones y no se puede hablar con ninguno de los beneficiarios que siguen en terapia. Los expertos que trabajan con ellos aseguran que al salir por la puerta “todos se sienten como personas diferentes, totalmente nuevas”.
En cualquier caso, cuando se da el alta al yihadista sigue habiendo un seguimiento con los familiares porque el peligro sigue fuera. “Enseñamos al beneficiario y a la familia cómo reaccionar ante la culpa, la sospecha entre los vecinos, la posible glorificación que se puede dar entre algunos tratándolos como héroes y la actitud vigilante, para que no vuelvan a caer”.
Francia cerró el suyo
Arabia Saudí asegura que son pioneros con este tipo de terapias y que muchas delegaciones internacionales les han visitado para ver cómo funciona su modelo. En Europa, la única experiencia que se ha probado hasta ahora ha sido en Francia y fracasó. El centro que abrió el gobierno galo cerró en menos de un año porque, según explicaban, los resultados obtenidos no eran concluyentes.
Las instalaciones, ubicadas en Pontourny, echaron el cierre el pasado mes de agosto y el Gobierno de Macron quiso dejar claro que "la experiencia no había resultado concluyente sobre todo porque el carácter voluntario ha mostrado ciertos límites en su actuación”.
El Centro de Prevención, Inserción y Ciudadanía, como se llamó la experiencia, estaba dirigido a jóvenes de menos de 30 años que se hubieran arrepentido en prisión de sus posiciones yihadistas. Su intención era precisamente analizar cómo se reintegraban en la sociedad. Un año después, los franceses se rendían.