La líder del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, medirá sus fuerzas en la ultraderecha francesa durante el Congreso de refundación de su partido que secelebra este fin de semana en Lille, al norte de Francia. La formación política creada por su padre, el histórico Jean-Marie Le Pen, hace 45 años, adoptará un nuevo nombre para desembarazarse del peso del pasado.
Sin rival para renovar su mandato de presidenta del FN, Le Pen debe demostrar que tiene un partido cohesionado y que las heridas que se abrieron después de las presidenciales del año pasado no amenazan con resquebrajar su unidad interna. Emerger como la gran figura de la ultraderecha es vital para que pueda presentarse como la principal opositora al presidente de la República, Emmanuel Macron.
Esta es la función política que reclama la jefa del FN y que le cuestiona el nuevo líder del partido conservador Los Republicanos, Laurent Wauquiez, quien asume postulados tradicionales de la extrema derecha. A sus 49 años y tras los siete que lleva al frente de su partido desde que tomo el relevo a su padre en 2011, la política afronta un momento delicado.
Ya no es la líder incuestionable
El mal resultado obtenido hace diez meses, atribuido en buena medida a su floja intervención en el debate televisado con Macron, alimentaron la oposición interna. Hasta entonces, Le Pen era la líder incuestionable.
La salida de su número dos, el renovador Florian Philippot, que creó un partido alternativo para contestar la hegemonía del FN en la ultraderecha, simbolizó la falta de unidad interna. Desprovisto de su principal apoyo para renovar el partido, Le Pen afronta ahora la contestación de sectores tradicionalistas, reacios a cualquier corriente modernizadora.
Sin renunciar a principios básicos, como el proteccionismo económico, la crítica a la inmigración o la preferencia nacional, la presidenta espera dar un paso adelante en la renovación, encarnada en la definitiva salida de su padre.
Sin renunciar a principios básicos, como el proteccionismo económico, la crítica a la inmigración o la preferencia nacional, la presidenta espera dar un paso adelante en la renovación
Jean-Marie Le Pen, a punto de cumplir 90 años, tiene vetada la entrada en el Congreso porque la dirección del partido le suspendió de militancia antes de las presidenciales del año pasado por sus polémicas declaraciones que minimizaban la versión oficial sobre las matanzas de judíos durante la ocupación nazi.
Rehabilitado por la justicia como presidente de honor -aunque no como militante-, un cargo que el Congreso tiene previsto eliminar, su figura planeará sobre la reunión, a través de sus seguidores, que sueñan con el retorno de Marion Maréchal Le Pen, alejada momentáneamente de la política a sus 28 años y considerada más cercana a las tesis tradicionalistas del patriarca.
Nueva denominación del partido
Como termómetro previo al Congreso, Marine Le Pen sabe que cuenta con una ligera mayoría, ya que por una corta ventaja los militantes aprobaron su proyecto de cambiar el nombre del partido en la consulta postal previa a la reunión. La líder tendrá las manos libres para proponer una nueva denominación, algo que hará en el discurso de clausura del domingo, aunque serán los militantes quienes podrán oficializarla en una nueva consulta por correo.
Marine Le Pen considera que la palabra "frente" en el nombre tiene una connotación militar aunque ha asegurado que mantendrá el concepto de nación.
Con un nuevo nombre, la líder espera suavizar la imagen de su partido, intensificar su asentamiento regional y abrirlo a alianzas con otras formaciones para acercarlo al poder.