Complejísimo pero con final feliz, así ha sido el operativo que ha permitido rescatar a los 12 niños de un equipo de fútbol y a su monitor atrapados en una cueva del norte de Tailandia desde el 23 de junio. La dificultad del rescate residía en que se encontraban en un punto alto en lo más profundo de la cueva Tham Luang, y con el agua elevándose a su alrededor por las lluvias, lo que forzó al operativo de rescate a acortar los plazos, inicialmente estimados para tres meses.
Para facilitar la operación y garantizar la seguridad de los niños, los equipos de rescate han estado sacando agua de la cueva a marchas forzadas, trabajando las 24 horas del día y llegando a drenar en pocos días unos 128 millones de litros.
A pesar del esfuerzo, el recorrido, de unos cuatro kilómetros, tenía muchas zonas anegadas y buena parte de la ruta debía hacerse buceando. "La visibilidad es uno de los peores problemas en el buceo en cuevas. Si no puedes ver mucho más allá de tu cara lo hace muy difícil, porque puede haber rocas que se enganchen en los equipos", explica a la BBC el buzo británico Geoff Crosley. Los niños, además del buceo, debían superar desniveles y cubrir largas caminatas entre corrientes de agua y rocas.
Entrenamiento de buceo
El rescate, que se ha alargado durante tres días, se ha realizado uno por uno, primero los niños y el último el monitor del equipo de fútbol. A los 18 buzos profesionales que han formado el dispositivo les ha tomado de media once horas completar el recorrido, seis de ida y cinco de vuelta.
Los niños, que en su mayoría no sabían ni nadar, han recibido entrenamiento de buceo, tanto de técnica y del manejo del equipo como preparación psicológica, para que no entrasen en pánico y mantuviesen la calma en los tramos más complicados. A última hora se decidió darles también medicamentos contra la ansiedad para enfrentarse a la angosta ruta anegada.
Cada uno de los niños fue equipado con un tanque de oxígeno y una máscara de buceo de rostro completo, para que respirasen de forma más natural, y durante el recorrido cada uno estuvo acompañado por dos buzos, que han utilizado una cuerda desplegada a modo de guía. Para decidir el orden de evacuación se eligió que el niño en mejor estado físico fuese el primero en salir, para que sirviese como referencia a los organizadores del rescate, a través de su testimonio.
Pasajes inundados y angostos
La parte más complicada del recorrido era la primera, a través de pasajes inundados, por lo que requería de largos periodos bajo el agua de los niños, de entre 11 y 16.
Prueba de la peligrosidad de la ruta es la muerte de un buzo Navy Seal del ejército tailandés, que se quedó sin oxígeno en el camino de regreso tras llevar provisiones al grupo días antes de la operación de rescate. Un fallecimiento que obligó a redoblar las precauciones del plan de rescate, limitando a tandas de cuatro cada día el timming de evacuación que al fin hoy ha concluido felizmente.