Se ha abierto un debate entre los familiares de Shoko Asahara, el líder de la apocalíptica secta japonesa ejecutado la semana pasada, sobre quién debería quedarse con sus restos mortales.
Por el momento, sus cenizas permanecen en el centro penitenciario de Tokio donde fue colgado junto a seis miembros más del culto Aum, debido al atentado terrorista que perpetraron en 1995. Murieron 13 personas debido al gas sarín.
El centro penitenciario se encuentra bajo medidas de seguridad muy altas por las sospechas sobre un posible asalto. Las autoridades creen que miembros de la secta, que todavía le son fieles, podrían robar sus restos en represalia por su ejecución.
Su cuarta hija, alejada de su madre y hermanos y que había renunciado a Aum, ha manifestado que su padre comentó antes de morir a los guardias del centro que era ella quien debería quedarse con sus cenizas.
Sin embargo, la familia de Asahara también ha enviado una petición al Ministerio de Justicia japonés para obtener la custodia de sus restos. Han cuestionado la reclamación de su otra hija, alegando que el estado mental en el que se encontraba el líder era delicado. Su tercera hija, Rika Matsumoto, lo describía en su blog como "un hombre roto" incapaz de comunicarse.