Hasta ahora, la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, el último enclave importante en manos de las fuerzas antigubernamentales, había sido una válvula de escape. Conforme caían otros territorios, las fuerzas sirias dejaban elegir a los sobrevivientes entre ser abandonados en Idlib o vivir en áreas controladas por el gobierno donde podrían enfrentarse al riesgo de ser detenidos, torturados o ejecutados. Por razones obvias, muchos eligieron Idlib. La población actual de esta zona asciende a 2,3 millones de habitantes y la mitad son personas desplazadas de otras partes de Siria.
Pero ahora Idlib también está en peligro. Las fuerzas ruso-sirias están amenazando con reanudar los ataques indiscriminados y en ocasiones deliberados contra la población y la infraestructura civil, incluyendo hospitales. Estos crímenes de guerra son una de las principales razones por las que aproximadamente medio millón de sirios han sido asesinados y más de la mitad se encuentran desplazados.
En el pasado, aquellos que buscaban escapar de estos ataques tenían la opción de cruzar la frontera de Idlib con Turquía, donde ahora viven 3,5 millones de refugiados sirios. Pero en octubre de 2015 Turquía cerró la frontera.
En caso de que hubiera una gran oleada de personas huyendo de los bombardeos ruso-sirios, Turquía podría tratar de canalizarlas a regiones de Siria como Afrin y Jarabulus, que ahora controla Turquía, pero que tampoco son inmunes a los ataques. Las autoridades también podrían permitir la entrada de muchos en Turquía, generando presión para suspender el acuerdo con la Unión Europea (UE) para impedir que los solicitantes de asilo crucen el Egeo a Grecia, justo cuando se reanudan las campañas para las elecciones al Parlamento Europeo de 2019.
Prevenir una masacre en Idlib es mucho mejor. La mejor manera de hacerlo es mediante la presión europea sobre Rusia. Desde 2015, las fuerzas aéreas rusas han luchado en el bando de los aviones sirios, una razón clave por la cual parece que prevalecerán las fuerzas progubernamentales.
Además, el exportador oficial de armas de Rusia, Rosoboronexport, es el mayor proveedor de Siria. Los diplomáticos rusos vetan los esfuerzos para remitir a Siria a la Corte Penal Internacional e intentaron infructuosamente bloquear la investigación sobre qué fuerzas usan armas químicas. Los medios estatales rusos como RT y Sputnik encubren constantemente las atrocidades cometidas por las fuerzas ruso-sirias.
Los países europeos como España deberían presionar a Moscú para que haga uso de esta influencia. El Kremlin desea urgentemente mejorar sus relaciones con la UE para que se levanten las sanciones. Hay muchos obstáculos –Crimea, Ucrania Oriental, MH 17, Novichok— pero los gobiernos europeos deberían dejar en claro que un baño de sangre en Idlib pondría las relaciones bilaterales en un atolladero aún más profundo.
Los medios estatales rusos como RT y Sputnik encubren constantemente las atrocidades cometidas por las fuerzas ruso-sirias.
Rusia ha mostrado cierto interés en evitar eso. Idlib es la única de las cuatro zonas acordadas de “reducción de hostilidades” que Rusia y Siria no han cambiado y retomado. Rusia también ha permitido que Turquía establezca una docena de “puntos de observación” alrededor del perímetro de Idlib.
Sin embargo, la señal más reveladora es que Rusia ha expresado discretamente la idea de detener los ataques contra Idlib a cambio de las promesas occidentales de ayudar a reconstruir las ciudades e infraestructuras devastadas de Siria.
Incluso si los gobiernos europeos pudieran ser persuadidos a pagar la reconstrucción de las ciudades que las fuerzas rusas y sirias prácticamente destruyeron, los términos propuestos son controvertidos. El gobierno sirio ha desalentado a los refugiados a regresar a sus hogares, apoderándose de sus propiedades y amenazándolos con la detención, a la vez que está priorizando la reconstrucción en áreas que considera políticamente simpatizantes. Además, las fuerzas militares y de inteligencia sirias ya desviaron grandes sumas de ayuda humanitaria para llenarse los bolsillos y financiar su matanza, por lo que hay muchas razones para temer que también desvíen la asistencia para la reconstrucción, dada la falta de transparencia y monitoreo independiente.
En cualquier caso, las vidas de los civiles sirios no deberían depender de estos “sobornos”. La alternativa es poner en evidencia la complicidad rusa en la estrategia de crímenes de guerra de Siria y presionar enérgicamente al Kremlin para que ponga fin a estas atrocidades. Es hora de dejar en claro que Rusia fracasará en su búsqueda de mejores relaciones con Europa mientras continúe respaldando la represión en Siria. El destino de 2,3 millones de sirios en Idlib depende de que ese mensaje se transmita con firmeza.
Kenneth Roth es el director ejecutivo de Human Rights Watch.