Un mar de dudas rodea a la desaparición del periodista saudí Jamal Khashoggi que el pasado 2 de octubre se esfumó cuando fue a hacer unos papeles al consulado saudí en Estambul. Catorce días después sólo hay una certeza: Khashoggi fue asesinado en la legación diplomática y su cuerpo fue descuartizado.
Son las primeras conclusiones confirmadas por las autoridades turcas a los medios estadounidenses, que vigilan muy de cerca este enigmático caso al ser los Estados Unidos de Trump un aliado privilegiado de la petromonarquía dirigida con mano de hierro por los Salman.
Aunque aún no hay cadáver, un equipo de 13 forenses turcos registra palmo a palmo cada rincón de la legación diplomática en busca de pruebas. Las primeras pistas que maneja este CSI turco confirmarían la hipótesis del asesinato de este periodista crítico con el régimen saudí.
Su muerte coloca a las grandes democracias occidentales ante un dilema vital: castigar o no a Riad. Hasta el momento, la Casa Blanca ha liderado la respuesta internacional hasta la crisis diplomática de consecuencias imprevisibles. Donald Trump ha enviado a su secretario de Estado a la capital saudí para reunirse con el rey Salman bin Abdelaziz, que se ha comprometido ante Pompeo a llevar a cabo una investigación "completa y transparente" sobre el asunto.
Arabia Saudí, acosada por las sospechas, parece haber puesto en marcha la fabricación de la verdad oficial. El lunes trascendía que estaban estudiando admitir que Khashoggi murió por error en un interrogatorio que "se fue de las manos" y que no había sido autorizado.
El equilibrismo de Trump
Trump parecía apuntalar esta teoría asegurando que se creía las explicaciones de los saudíes y apuntando a que la desaparición podría ser obra de "asesinos solitarios" o "elementos incontrolables". "¿Quién sabe?", se preguntaba en alto.
El presidente estadounidense tiene que mantener un complicado equilibrio ante el espinoso asunto. Su primer viaje oficial desde que ocupó la Casa Blanca fue precisamente a Arabia Saudí, y fue nada menos que su yerno, Jared Kushner, el muñidor de esta ventajosa alianza.
"Para que conste, no tengo intereses financieros en Arabia Saudí (ni tampoco en Rusia, por cierto). ¡Cualquier sugerencia de que los tenga no son más que NOTICIAS FALSAS (de las que hay muchas)!", se ha defendido Trump ante las acusaciones de su tono blando ante esta crisis.
Al otro lado del Atlántico, sólo Francia y Alemania han levantado la voz por el enigma de Khashoggi. "No sabemos qué ha pasado, pero debemos saberlo cuanto antes. Desde el principio le hemos dicho a los saudíes que tienen que esclarecer los hechos", ha recordado este martes el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas. Más cauto, su homólogo francés Jean-Yves Le Drian ha pedido "establecer los hechos" para "sacar las consecuencias que haga falta".