Jair Bolsonaro es el nuevo presidente de Brasil con una ventaja destacada sobre su oponente, el representante del Partido de los Trabajadores (PT) Fernando Haddad. Con un 55,2% de los votos, Bolsonaro ha aniquilado las esperanzas de los votantes del PT (44,8%), que confiaban en una vuelta de tuerca después de que los últimos datos en las encuestas mostraran una reducción de su ventaja.
Algunos instantes después el ganador aparecía en directo en Facebook y más tarde inició una oración en la puerta de su casa para dar paso a un discurso de unidad que ha ido forjando únicamente en la última recta final de la campaña. Se presentó como defensor de las libertades y de la Constitución que tantas veces ha puesto en duda. Pero también fue firme en su intención de ruptura. Habló de adelgazamiento del estado, de liberalización de la economía y de apoyo a valores familiares y religiosos. “Tenemos que dejar de flirtear con el socialismo, el comunismo y el extremismo. Somos los grandes ganadores de este pleito”.
Mientras con una gran concentración de medios en el hotel Pestana de São Paulo, el perdedor, Fernando Haddad, anunciaba firme: “No vamos a dejar que este país retroceda. No tengáis miedo, estaremos aquí”. Contrastando con el silencio de los pasillos del edificio del acto, afuera fuegos artificiales, bocinas y gritos celebraban su derrota.
Desde el inicio de la presentación de los candidatos, esta campaña electoral ya se presentaba como atípica en Brasil y en el mundo. El Partido de los Trabajadores decidía presentar como candidato a la presidencia de la república a Luiz Inácio Lula da Silva. El exmandatario se encontraba entonces y ahora en una prisión de Curitiba cumpliendo condena por corrupción pasiva y lavado de dinero. La estrategia del partido que gobernó el país entre 2002 y 2016 consistió en mantener su propuesta hasta que los tribunales le impidieran continuar en la carrera hacia la presidencia. Y así sucedió. El nuevo candidato, Fernando Haddad, ha tenido poco más de un mes para consolidar los votos que le transfirió Lula.
Pero lo que no ha conseguido atenuar es el sentimiento de rechazo que gran parte de la población siente al recordar repetidos escándalos de corrupción que fueron saliendo a la luz, sobre todo a raíz del inicio de la operación judicial Lava Jato que se inició en 2014 y aún está en marcha, después de 55 fases de nuevos escándalos.
Rechazo al contrario
Efectivamente estas elecciones han estado marcado por un sentimiento de rechazo al contrario. Pocos eran los brasileños que daban más argumentos positivos acerca de su elección política que negativos hacia la contraria. Organizado a través de las redes sociales surgió el movimiento #elenão, comandado por las mujeres contra Bolsonaro. Consiguió que decenas de miles de manifestantes se lanzaran a las calles una semana antes de la primera vuelta gritando su rechazo a las propuestas de Jair Bolsnoaro, o más bien a los comentarios machistas, racistas, homófobos y antidemocráticos que había proferido a lo largo de sus 30 años de carrera política.
Las redes sociales y las 'fake news' han sido decisivas en una campaña que estaba marcada por la austeridad, después de que, para evitar donaciones ilegales relacionadas con la corrupción, la ley introdujera severas restricciones a la financiación de las campañas. Jair Bolsonaro ha sabido utilizarlas bien para compensar su debilidad inicial. Al no estar respaldado por un gran partido, Bolsonaro no contaba con espacio en la televisión. Sin embargo, a través de sus polémicas declaraciones ha conseguido atraer hacia sí el foco mediático. Aprovechando la gratuidad del altavoz de las redes sociales, con especial importancia de los mensajes creados y difundidos por sus propios votantes, ha conseguido ser el protagonista indiscutible durante todo el periodo previo a las elecciones. Todo el mundo hablaba de él, o a favor o en contra.
El presidente electo no ha debatido ninguna de sus propuestas. El atentado que sufrió en una fase temprana de la campaña, le ha ahorrado asistir a ningún debate y le ha permitido someterse solo a entrevistas a su medida. Su plan de gobierno ha sido en todo momento difuso y contradictorio. Su única propuesta firme, la reducción de la edad penal y la apertura y la liberalización de la venta de armas. Aunque con discurso discutible, ha sido el candidato que más se ha preocupado de la seguridad pública del país, un tema primordial para millones de brasileños. El país presenta una tasa de 62.000 homicidios por año. 550.000 personas han muerto de manera violenta en los últimos 10 años.
Gran incógnita
La gran incógnita ahora será cómo Bolsonaro va a sacar a Brasil de la grave crisis económica que vive y la seria fractura social que estas elecciones dejan. Bien es verdad que los mercados le han dado su beneplácito. La Bolsa y el real han ido subiendo de forma directamente proporcional a la confirmación de su victoria. Reducción de ministerios y privatizaciones masivas han estado en ocasiones en sus discursos, aunque su trayectoria como diputado es de defensa de una visión estatalista de la economía.
Como escena para el mundo aparece el avance lento pero firme de la extrema derecha. Según palabras de la politóloga Esther Solano “lamentablemente Jair Bolsonaro es un hombre de su tiempo, así como Trump o Salvini responde a una lógica global de resurgimiento de ultraderecha que da ciertas respuestas a la gente y se puede leer como un leve declive de democracias sociales".