Berlín

De Kathleen Hanna se puede decir que fue una adolescente problemática. La que fuera líder del grupo punk estadounidense Bikini Kill en los años noventa pasó muchos de sus días de instituto vendiendo marihuana. “Expulsaron a mi camello del instituto y yo retomé su negocio”, según ha explicado la propia Hanna al diario británico The Guardian. A la joven Hanna la suspendieron en tres ocasiones, no por vender cannabis, sino por sus propios excesos adolescentes a base de drogas y alcohol.

No se conocerían capítulos como ese de la vida de Hanna si no fuera porque a esta artista se la considera “una de las figuras vivas más grandes del rock de Estados Unidos”. Así ha definido la prestigiosa revista The New Yorker a la que fuera vocalista de Bikini Kill, una banda que ha dejado su impronta en el feminismo.

En Alemania, el feminismo de Bikini Kill ya forma parte del material con el que profesores pueden abordar en las escuelas algunas temáticas sociales. La Agencia para la Educación Política (BPB, por sus siglas alemanas) presentaba hace unos días una guía en la que se pone al grupo punk como ejemplo de “apropiación de prácticas feministas y queer” y de fenómeno donde ver “la irradiación de movimientos sociales” como “fuerza politizadora”.

Esto es al menos lo que se lee en la guía para maestros de la BPB titulada Sexualitäten, Geschlechter und Identitäten, o sea, “Sexualidades, Géneros e Identidades”. Acompañando a un pequeño texto explicativo dedicado a la mítica banda de Hanna y compañía, se propone a los maestros hasta seis actividades para dar cuenta de la expresión cultural feminista que fue Bikini Kill. Entre ellas figura un debate entre profesor y alumnos que podría empezar así: “Escuchar música puede ser educación política (o no), porque...”.

Al grupo de Hanna, adscrito al movimiento underground Riot Grrrls, que combina feminismo con la estética y el ideario punk, se le presta atención en el capítulo seis de la guía. En él, según se lee, se “examinan valores sociales en relación a las representaciones de género y diversidad sexual y se comparan con las representaciones populares” de películas y música. En la guía también se tratan de abordar temas relacionados con la temática LGBTI a través de figuras de la moda o del deporte.

De este modo, también aparece como tema para ilustrar a los profesores cómo abordar las cuestiones relacionadas con la sexualidad, el género y la identidad el caso de la corredora sudafricana Caster Semenya. La vida deportiva de Semenya ha estado marcada por los títulos olímpicos y, también, por su hiperandrogenismo. Éste es una condición que se caracteriza por los elevados niveles de hormonas sexuales masculinas en el organismo de la mujer, algo que en el caso de Semenya tendría una repercusión positiva en el rendimiento deportivo.

Según explica a EL ESPAÑOL Ulf Marwege, uno de los responsables de la publicación de la BPB, la guía ha surgido de una necesidad detectada en las aulas. “Aquí muchos profesores experimentan miedos a la hora de tocar estos temas, muchos no saben cómo pueden comunicar al respecto. Por eso queremos ayudar para ilustrar cómo se puede trabajar en clase con el tema de la sexualidad”, comenta Marwege.

Para él, lo realmente relevante no son las explicaciones de orden biológico, anatómicas o médicas – la BPB se ocupa de la formación política de la sociedad – sino la educación contra “las discriminaciones de minorías” y “los problemas que experimentan algunas personas que desconocen cómo deben relacionarse con homosexuales, transexuales o intersexuales”. “No es que haya que tratar toda la guía en clase, sino que un capítulo puede inspirar una clase o una serie de clases sobre estos temas”, abunda Marwege. “La guía no es un libro de estudio, es un complemento añadido que los profesores se pueden comprar”, agrega el responsable de la BPB.

Sexualidad a partir de quinto de primaria

A su entender, lo ideal es que los maestros, a partir del quinto o sexto año de escuela, empiecen a utilizar los contenidos de la guía. “Hay muchos estereotipos todavía, por eso ofrecemos material, para que estos temas se puedan tratar en las clases”, sostiene Marwege. No en vano, hay estudios que señalan que el 83% de los alumnos de sexto de primaria en Berlín han sido insultados, al menos una vez en su vida, con la palabra “marica”.

“Esta palabra también se utiliza para decir, por ejemplo, 'eso me parece una tontería'. Se utiliza como algo negativo, y no en referencia a su origen. El material que hemos preparado es para que los adolescentes sean conscientes de lo que dicen”, aclara Marwege.

De momento, se han vendido varios centenares de ejemplares de la guía, según la BPB. El documento puede adquirirse por 4,5 euros en la página web de la agencia pública en la que trabaja Marwege. Todavía es pronto para que esta guía, presentada a principios del pasado mes, la conozca la mayoría de los profesores alemanes. También es demasiado pronto para que haya podido generar una polémica parecida a la levantada a principios de año en Berlín por un documento orientativo para responsables de escuelas infantiles sobre cuestiones de diversidad sexual e identidad.

Sin embargo, Marwege y el resto de responsables de la BPB han de esperar que haya sectores desde los que se critique próximamente el documento que pone a las Bikini Kill de ejemplo. Los representantes en Alemania de Demo für alle ó “Manifestación para todos”, una organización militante contra “la ideología de género” y “la sexualización de los niños”, ya han comprado una de las guías sobre sexualidades, géneros e identidades de la BPB para analizar su contenido. “La hemos pedido pero no la hemos recibido todavía y no podemos evaluarla”, aseguran a EL ESPAÑOL desde Demo für alle.

Esperando las criticas de padres preocupados

Marwege parece estar preparado para enfrentarse a los argumentos sobre “sexualización de los menores” que puedan llegar de parte de Demo für alle u otras agrupaciones conservadoras. “Hay organizaciones de padres preocupados, a menudo de círculos religiosos, que dicen que quieren ser ellos los que decidan cuándo y cómo quieren informar a sus hijos sobre sexualidad pero, de sexualización de menores, en el caso de nuestra guía, no se puede hablar, porque, para empezar nos dirigimos a chicos que están o se acercan a la pubertad”, explica Marwege.

“Nos dirigimos a niños de doce, trece o catorce años, y es en estas edades cuando aparece ese deseo de amar a la gente del mismo sexo y esto puede generar grandes inseguridades”, abunda. “Nosotros queremos presentar en nuestro material también las controversias y las discusiones de la sociedad. Nosotros lo que queremos es que los alumnos y los profesores se construyan su propia opinión y que estos temas se hablen en clase, no nos dedicamos a distribuir creencias”, agrega.

Con menor rotundidad se muestra el responsable de la BPB cuando se le informa del turbulento pasado adolescente de Kathleen Hanna, quien vendiera marihuana cuando estudiaba en el instituto, antes de liderar Bikini Kill. Darse cuenta de que ella pueda servir de ejemplo para los jóvenes alemanes cuando fue una adolescente con problemas con las drogas deja a Marwege casi sin respuesta. “Por ahí tal vez dí se nos pueda atacar”, concluye.