Los seguidores del -polémico- ministro del interior italiano, Matteo Salvini, se han dedicado a enviarle fotografías de sus gatos para que este los publique en su cuenta de Facebook.
De esta manera, los posts atacando a los inmigrantes y defendiendo su dura postura en contra de la inmigración (ha llegado a detener a un alcalde italiano por acoger refugiados) se ven suavizados por adorables gatitos. No es una mala estrategia.
A pesar de que en la era de Internet los gatos son los dueños de la red, esto no siempre ha sido así. En el mundo del arte, hasta hace muy poco, los gatos eran considerados criaturas 'malignas'.
De hecho, hace 500 años, los gatos tenían una consideración tan negativa que, en ocasiones, eran enterrados vivos entre paredes. Salvini no es el único político que lo hace, pues entre los líderes de partidos populistas es una acción recurrente y nada inoportuna.
Y es que utilizar a los felinos, tan adorados por Internet, es una manera de suavizar una imagen pública que puede que no sea todo lo positiva que se pretendiese. Es una especie de estrategia de 'pinkwashing' (lavado rosa), término que se utiliza para definir una estrategia de falsa tolerancia por parte de instituciones o políticos con respecto al colectivo LGTB con intención de transmitir una imagen moderna y tolerante. Pero con gatitos.
Simpatizantes de Donald Trump compartieron hace un año una fotografía en la que -supuestamente- el presidente de EEUU salvaba gatos de una inundación causada por el huracán Harvey.
Pero resultó ser un montaje utilizando una foto original de un hombre llamado Brandon Smith, salvando a dos gatos de una inundación en Iowa en 2008.
La ahora directora del portal Verne (El País) Delia Rodríguez, escribió lo siguiente en su libro "Memecracia: los virales que nos gobiernan" (2013, Gestión 2000): "Lo heroico es no publicar la última tontería que ha hecho un jugador de fútbol".
Y es que los políticos se están acercando, cada vez más a través de las redes sociales, a lo que la gente quiere ver. Esta estrategia les allana el camino hacia la empatía de un posible votante. Les muestra como personas normales y difumina el velo de lejanía que generan en la esfera política.
El candi-gato: 'Meow is the time'
El amor por los gatos llega a extremos inimaginables. Y es que hablando de su relación con los políticos, hay algunos que, incluso, han llegado a querer sustituirles. En las elecciones municipales de Veracruz (México) en 2013, un hombre presentó a su gato Morris como candi-gato a alcalde. Lógicamente, no ganó, pero el dinero que recaudó fue donado a asociaciones animalistas.
En EEUU también siguieron la estela de este gato político. En un ejemplo algo más reciente, en 2016, un gato llamado Kentucky se presentó a presidente por el Partido Demócrata. Lo que no sabemos es cómo de lejos quedó de Donald Trump o de Hillary Clinton. En su campaña se decía de él que tenía "un tierno corazón y mucha lealtad hacia a América".