"Una mujer decente no estaría por ahí a las nueve de la noche. Una mujer es mucho más responsable de una violación que un hombre". Mukesh habla a cámara sin titubear un segundo. Está sentenciado a pena de muerte y es uno de los seis hombres que, en diciembre de 2012, violaron y asesinaron a una mujer de 23 años en un autobús en Nueva Delhi.
Al otro lado de la cámara está Leslee Udwin, cineasta que ha reconstruido el caso en 2015, en el documental La hija de la India. "Lo hice para darle una voz y un nombre a Jyoti, porque no podía quedarse en una estadística más, pero también para entender lo que pasa por la cabeza de estos hombres, qué les empuja a hacer estas atrocidades", cuenta Udwin, que está en España para participar en el seminario Trabajando por la Igualdad.
Jyoti Singh había ido al cine con un amigo y volvía a casa con él en un autobús cuando se encontró con el grupo. Con una tranquilidad escalofriante, Mukesh reconstruye el "incidente", como le llama, una y otra vez. Cuenta como apagaron las luces del autobús, apalearon al amigo de Jyoti y la arrastraron a ella al fondo del vehículo, donde "la violaron por turnos". Al terminar, uno de ellos le arrancó los intestinos y tiraron el cuerpo a una cuneta pensando que estaba muerta. Jyoti resistió varios días antes de morir por las graves lesiones que padecía.
No hay ni una mueca de incomodidad, ni un ápice de arrepentimiento mientras recuerda los hechos. Por momentos, Mukesh parece hasta desconcertado por la importancia que se le está dando al "incidente". Al final, "una mujer no debe estar por ahí a altas horas de la noche" y ellos le "estaban dando una lección".
"Estar con esos violadores y escuchar cómo hablan de las mujeres me revolvió las entrañas pero logré entender algo quizás más asustador: no son monstruos. Repiten lo que la sociedad les ha enseñado: si una mujer sale por la noche es una puta, se lo merece. Y es más, creen que están en su derecho. ‘Mírala, mofándose de nuestras costumbres y nuestra sociedad, ponedla en su lugar’. Esto es lo que les enseñan desde niños", dice.
Sin espacio para la mujer
A lo largo de los 59 angustiosos minutos que dura el documental, las declaraciones sobre los errores de Jyoti y su comportamiento se suceden. ¿Qué hacía con un chico? ¿Por qué salió de casa a esas horas? ¿Por qué no iba acompañada por un familiar?
"Tenemos la mejor cultura y la mujer no tiene espacio en ella. Nosotros no dejamos que las mujeres salgan de casa por la noche. Si dejas un diamante en la calle no puedes evitar que se lo lleve un perro", dice uno de los abogados defensores. Otro de los letrados explica que, de tener una hija o una hermana que "hiciera lo mismo, la quemaría viva delante de toda mi familia”.
“¿Lo mismo qué? ¿Ir al cine con un amigo?”, se indigna Udwin. “Tienen esta mentalidad de tal forma arraigada que ni se plantean que lo que dicen es una barbaridad. La sociedad les ha enseñado a despreciar a las mujeres, ¿qué esperamos que pase después? Están programados para ser violadores”, señala la cineasta.
El destino de Jyoti se empezó a dibujar nada más nacer, en una sociedad que encumbra los nacimientos de los niños y ningunea a las niñas. Pero sus padres celebraron su nacimiento ofreciendo dulces a sus vecinos, que no entendían por qué lo festajaban “como si hubiesen parido a un niño”. Tampoco entendieron cuando su padre decidió no casarla y dejar que fuera a la Universidad para estudiar medicina, aunque eso implicara sacrificios. “¿Cómo vas a vender tus tierras para educar a una niña?”, le preguntaban.
Jyoti soñaba con ser medico y abrir un hospital en su pueblo. Pero la sociedad en la que vivía no estaba preparada para una mujer como ella. “Todos somos culpables de estas violaciones porque enseñamos a estos violadores cómo pensar. Les enseñamos que el hombre y la mujer no son iguales, que hay cosas que una mujer no puede hacer y otras por las que debe ser castigada”, señala la cineasta.
Udwin es una mujer con las emociones a flor de piel. Habla con rabia, gesticula, se indigna y alza la voz. Cree firmemente que puede marcar la diferencia, cambiar las cosas y, sin embargo, a los hombres de esta generación les da por perdidos. “¿Cómo vamos a cambiar lo que creen a esta edad? Es imposible”.
El sistema de castas en la India hace que las desigualdades sean aún más difíciles de solventar. “Entrevisté a un hombre que no tenía nada que ver con este caso y que había violado a una niña dalit, la casta más baja que hay. Tenía 5 años. Y él me dijo que tenía derecho a hacerlo, porque la vida de esa niña no tenía ningún valor. Y me lo dijo completamente convencido, como si fuese algo lógico y normal. No podemos hacer nada por este hombre. Pero por los más pequeños sí”, resalta.
Para ello ha creado un programa educacional, Think Equal, que se centra en educar a niños hasta los seis años en la igualdad de género. “Hay que enseñarles a tener una relación sana e igualitaria a una edad temprana, porque más tarde ya no sirve de nada. Tienen derecho a crecer para no ser violadores”.
Cien violaciones al día
Cuando la violación de Jyoti salió a la luz, las calles de Nueva Delhi se llenaron de protestas masivas ante un crimen tan brutal. Hombres y mujeres gritaban entonces que no permitirían más violaciones y pedían la pena de muerte para los acusados. Parecía que la sociedad estaba dispuesta a luchar. Pero, seis años después, poco o nada ha cambiado.
Según datos de la Oficina Nacional de Registro Criminales de India, la policía recibe alrededor de 100 denuncias por agresiones sexuales cada día, a las que hay que sumar las que nunca llegan a denunciarse, por miedo o vergüenza. “Nada va a cambiar en ningún lugar si no asumimos nuestra responsabilidad. Aquí y en la India, las ‘manadas’ son producto de una sociedad indulgente con la cultura de la violación. Pasa en la India, en España, en Europa y en EEUU”.
Udwin conoce el caso de ‘La Manada’ y recuerda a Trump para señalar la impunidad de la que se han servido muchos abusadores. “¿Cómo íbamos a imaginar que Trump, un machista, un hombre que dijo que uno puede coger a las mujeres por el coño, un abusador confieso, llegaría a la presidencia de EEUU? Y ahí está. Y a nadie le importa”.
En un momento en el que la política mundial parece estar girando a la derecha, con discursos cada vez más radicales y de tintes misóginos, el movimiento feminista se reviste de especial importancia en la defensa de la igualdad de género, en la lucha por el abandono de estereotipos que cosifican y disminuyen a la mujer y en la denuncia de abusos.
Sin embargo, movimientos como el #MeToo, que desveló numerosos casos de abusos por parte de hombres poderosos como Harvey Weinstein despiertan sentimientos encontrados en la cineasta. “El #MeToo está pensado desde una perspectiva occidental, para las mujeres que tienen la suerte de poder hablar. Pero hay muchas, en la India u otros países, para las que denunciar una violación significa acabar con su vida, hacer que su familia caiga en desgracia, no casarse y ser señaladas”, analiza. “Este movimiento anima a las mujeres a hablar y a darnos cuenta de que esto no pasa sólo en los lugares lejanos donde no hay derechos humanos sino que pasa aquí y en todas partes, todos los días. Es muy importante por eso, pero no es la solución. Hay que invertir en la prevención y en la educación. Es la única forma”.
Este julio, los violadores de Jyoti han visto como el Tribunal Supremo rechazaba otro de sus recursos y ratificaba la sentencia de muerte en la horca. Todavía tienen derecho a un último recurso e incluso a pedir un indulto antes de que la Justicia de por zanjadas las apelaciones y decida ejecutar la sentencia. Uno de ellos, menor de edad en el momento de los hechos, ya está en libertad después de cumplir una condena de tres años.